Un duende salido de la juventud |
Nunca
antes el vuelo de una voz había conmovido al arte occidental. Nunca en el canto
se había desplegado tan desgarradoramente en un espacio cultural inédito, una
muestra vocal tan desmesurada, tan volcánica, gutural, elevada, contundente
como cuando Joe Cocker se erigió frente al micrófono y espetó aquel grito
melódico que sacudió los firmamentos y las estrellas planetarias. Fue en el ya
legendario Festival de Woodstock, realizado en una hacienda cerca de Nueva York
ante medio millón de personas hace ya 45 años: aquel evento le arrancaría de
cuajo el nombre a aquellas hectáreas con la fuerza de un huracán humano y artístico
sin precedentes.
Allí
estuvo Joe el domingo 17 de agosto de 1969, de franela teñida a lo batik,
pantalón de un tenue azul ralo, botines pintados con la bandera de su país y un
dique musical reteniendo el caudal musical que se desataría impetuoso. Aquel
joven de Sheffield, Inglaterra, ya venía impresionando con diez piezas
musicales, cuando justo a las cuatro de la tarde dijo a los jóvenes que
resistían los embates climatológicos del Festival, el nombre de la canción
final de su concierto con una acentuación especial y el organista Chris Station
del grupo The Grease Band que le acompañaba, inició los acordes que ya jamás saldrá
de nuestro imaginario porque comenzaba la pieza «With a Little Help From y Friends» y todos los corazones se
pusieron a tono.
UNA
CANCION PARA RINGO
Ninguna
canción de The Beatles es ya del grupo en sí: todas tienen una historia en cada
quien y esto supone que a cada canción la revelan millones de historias que
aplastan cualquier historia que el conocido grupo haya podido dar cuenta. De
sus 14 álbumes tal vez el más significativo sea «Sgt. Pepper’s Heart Club Band» (1967) en donde está registrada esta
pieza de sencilla definición amorosa. Los historiadores de la música rock
parecen coincidir en cuanto a la riqueza musical de este trabajo artístico y a su
trascendencia para la música contemporánea; algunos, como el director de
orquesta Leonard Bernstein, dijeron que luego del Sargento Pimienta la música
occidental ya no volvería a ser la misma.
John
Lennon y Paul Mc Cartney, quienes habían acordado hacer sociedad con todas las
composiciones musicales suyas dedicadas a The Beatles, ofrecieron With a Little Help From y Friends a la baja
voz del baterista del grupo Ringo Starr. El tema trata un pedido de amor
dedicado al colectivo, a quien escuchara, a quien quisiera tomarlo y
comprenderlo: para el trabajo musical del Sargento Pimienta la canción es un
llamado en calma gozosa, danzante, leve a amar a pesar de los defectos y
errores y la voz de Ringo le ofrece una plenitud graciosa, suave: los coros son
complacientes al oído y el ritmo es delicado al corazón. Muchos ya saben que
una de las tantas revoluciones producidas por esta experiencia es la mínima
separación temporal que tiene las piezas en los surcos; son fracciones de
segundo que trastocan muy levemente el tiempo auditivo planetario. El fraseo
final de Ringo en la pieza se consustanció con la composición siguiente en una
familiaridad en donde la revolución del tiempo quedarían como emblema.
LA
REVELACION DE UN GITANO INGLES
La
voz de Joe Cocker fue llamada de varias maneras: «voz de arena», «voz gangosa»,
«voz de la tierra», «voz de negritud». Desde el inicio de la canción es tan
quebrado el canto como para una súplica, un perdón, un llamado a la reflexión y
a la comprensión: «¿Qué pensarías si cantara desafinado / te levantarías y me dejarías?». La belleza se va tornando desmesurada
en la medida en que los significados salen de la voz y la música y los coros
van en búsqueda de los corazones: recordemos que la banda del Sargento Pimienta
es la de los «Corazones Solitarios». Hay millones de corazones solitarios que
escuchan el grito de Joe en aquel momento,
no es sólo a los cuatrocientos mil que pueblan la hacienda Woodstock sino al
planeta.
Cuatrocientas mil almas escucharon a Joe |
Es un genuino
«Cante Jondo», como salido de Andalucía que pronuncia en inglés nuestra
traducción: «Déjame tus orejas y te cantaré una canción y trataré de no cantar fuera de tono». La batería retumba como tratando de poner
parámetros a la voz y lo que hace es seguir con saltos sonoros, un ritmo que se
torna cada vez más amenazante en sensibilidad y melodía para dar paso a los
coros mágicos ideados por Lennon-McCartney: «Oh, logro pasar con un poco de ayuda de mis amigos / Mm, me coloco con un poco de ayuda de
mis amigos / mm, voy a intentarlo
con un poco de ayuda de mis amigos» que se mantienen en la misma
gravitación de la voz y luego bajan para que el «cante jondo» se reinicie.
Coro y voz hacen un contrapunteo sutil que evoca
a la distancia la canción original, sin embargo, más se aproxima al género blus,
tanto que nos abarrota con un ritmo de barcarola sobre un río de tonalidades y
cuando cantante y coro se dicen: «¿Necesitas
a alguien? / Necesito alguien a
quien amar / ¿Podría ser
cualquiera? / Quiero alguien a
quien amar», ya estamos a palpitar batiente dentro de la canción y pronto
coro y cantante nos elevarán al cielo cuando dicen: «¿Creerías en un amor a primera vista? /Sí,
estoy seguro que pasa a todas horas / ¿Qué
es lo que ves cuando enciendes la luz? /
No puedo decírtelo pero sé que es mío». Cuando la batería nos saca del ensueño para
colocarnos de nuevo en el hondo pedimento, en la profunda búsqueda de corazones
solitarios, estamos ya a punto de formar filas diversas y coloridas para hacer
parte de este llamado a ofrecer nuestro corazón solitario y llenarlo de musicalidad
y sentimientos.
EL GITANO DESATO
EL DUENDE
El escritor andaluz Federico García Lorca nos
hablaba de que toda expresión artística de honda e infinita conmoción desata un
Duende. Este sería una espiritualidad diferente a la musa que emerge de las
profundidades humanas y logra expresarse para conmovernos sin que sepamos
identificar la real motivación, sin poder ver el impulso, un duende es sólo
sentir, es un vendaval de sentimientos que ha tomado el infinito de nuestra
humanidad y lo amplía a los universos: Joe Cocker logró desatar el duende con
su interpretación desde los desafiantes movimientos de su cuerpo y con su lamento,
este duende nos conmovió desde una poderosa gitanidad.
Cuando Joe lanza el grito que agudiza el llamado,
el pedido, la propuesta de amor, el duende se coloca en nuestro entrecejo y nos
cuenta el verdadero secreto del arte, el cual no podremos explicar con palabras,
a partir de entonces, la pieza musical toma nuestra alma para quedarse como
eterna cultura y arte aprendido. La objetividad podrá significar —como estas
precarias palabras— algo de lo que el duende ha lacerado mas solo en la
subjetividad, en lo no dicho, en lo no pensado, en lo no preconceptuado estará
la clave cómo un gitano venido de Inglaterra llamado Joe Cocker se eternizó en
Woodstock con su cante jondo eterno, en una pieza musical de The Beatles que
pasó a ser de su pertenencia: ¿Quién se atreve a negarlo?
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