jueves, 5 de enero de 2017

EL LADO OSCURO DEL CORAZÓN: LA PELÍCULA QUE NOS SALVÓ LA VIDA

La reciente trascendencia a otro plano cósmico del cineasta argentino Eliseo Subiela, trae de nuevo a nuestra evocación cultural su estupendo y legendario filme: El Lado Oscuro del Corazón (1992). Para quienes conocemos los trabajos del destacado realizador bonaerense que rodearon este notorio filme, no es nada extraño hablar de planos cósmicos y otras realidades paralelas y extraterrenales, ya que precisamente forman parte importante de las temáticas de sus obras.
Quienes vimos sus películas Hombre Mirando al Sudeste (1987) y el denso filme No te mueras sin decirme a dónde vas (1995) conocemos en Subiela la utilización del sueño como tema transversal y permanente. No se trata del sueño freudiano desde el cual se nos analiza cualquier realidad mental (incluso la nuestra), ni del fantasioso sueño hollywoodense que nos lleva a mundos inexistentes. En estos dos filmes, Subiela, tal vez como pionero mundial, nos demuestre el despliegue del hoy llamado paradigma de la complejidad, cuando apenas comenzaba a conocerse y alcanzar la notoriedad que hoy tiene en los espacios académicos y de las ciencias en Latinoamérica y el mundo. Como ejemplo de esta anticipación, tres años después de Hombre Mirando al Sudeste, el cineasta austriaco Bern Capra toca la complejidad en el filme Senderos de la Mente (1990). El tema ya se venía desplegando.  
Esa sencillez que nos demuestra la definición de la complejidad como el vínculo total que tienen las cosas del universo anunciadores de multiversos infinitos, y que se pone de moda en estas dos primeras décadas del siglo XXI con la “teoría de las cuerdas” o “teoría del todo”, ya Eliseo Subiela nos la argumentaba en el ser ¿extraterrestre?, llamado Rantés (Hugo Soto) de su película Hombre Mirando al Sudeste que buscaba la mancomunidad universal aquí en la Tierra. O en el sabio Leopoldo (Darío Grandinetti) inventor de una máquina para leer los sueños, en su no menos complejo filme No te mueras sin decirme a dónde vas, donde el científico se trae desde el cosmos al espíritu de su amor eterno, Raquel (Mariana Arias), en una operación mecánica que rinde homenaje a las películas del Doctor Frankenstein. En estos filmes están presentes dos dilemas humanos trascendentes: el de la ciencia y el de la memoria: en el primero, quien lo enfrenta es un psicólogo (Lorenzo Quinteros) con el drama del tratamiento de la locura a un ser excepcional (no pocas veces pasa) y en el segundo se trata de un hombre de ciencia que busca comprender sus visiones oníricas. Los catalogadores de películas colocan a ambos filmes la etiqueta de “ciencia ficción” para minimizar sus logros artísticos.
Nos formula varias antiguas preguntas Subiela en estos trabajos (de una manera muy Latinoamericana, original, por cierto): ¿Están locos quienes creen en una posible vida extraterrestre? ¿Existe la reencarnación? ¿Existen en la realidad relaciones que trascienden el cuerpo, lo material? ¿Hay una poética en la dialéctica de la vida? El psicólogo se queda con las maravillas integrales que produjo un ser diferente a nosotros; el hombre de ciencia recibe los dones profundos e infinitos de la espiritualidad. En ambos se busca reivindicar una memoria perdida en el nacimiento humano que tiene su génesis en el cosmos y la transformación de la conciencia en la visión de la realidad. Estupendo mensaje.
En medio de estas dos dimensiones cinematográficas similares y laureadas, Eliseo Subiela realiza una película que marca una diferencia sustancial y un hito en la cinematografía mundial: El Lado Oscuro del Corazón. Este director y los integrantes de su equipo coinciden en que les tomó por sorpresa la extraordinaria notoriedad del filme. No imaginaron que sería visto por tantas personas en el mundo (¡Y desde la primera función!). Sorprendidos, comprendían muy poco el extraordinario interés que despertó la integralidad de su realización. Cuando se les preguntaba por el éxito de la obra no daban respuestas claras: se hacían más interrogantes.
Cuando concienciamos la siembra de Eliseo Subiela, luego de su viaje el 25 de diciembre de 2016, volvió a quienes lo percibimos, el verdadero sentido que nos dejó aquel extraordinario filme. No fue una emoción pasajera del momento; tampoco un divertimento cultural espasmódico; ni por asomo el instante genial de un director y su equipo; se trató de una monumental propuesta cultural que a muchos, como debe hacer toda obra artística que se precie, nos salvó la vida. ¿Cómo se produjo todo esto?

EL DUENDE QUE LEVANTÓ A LOS MUERTOS
El ser humano emprende el arte para no morir, para espantar algo que no existe: la muerte. La obra artística salva la vida humana porque otorga sentidos, intuiciones, percepciones, visiones infinitas que fortalecen las nociones colectivas venidas del cosmos. La obra artística busca congregar lo disperso y dispersar lo congregado para que fluya el vivir: algo de lo que expresa el Tao Te King en el Libro de las Mutaciones. Eliseo Subiela aprendió esto y se lo llevó como un secreto que tal vez compartió con sus más íntimos.
El artista que logra realizar una vasta obra como Subiela, consigue en algunas o en una sola de éstas el duende que conmueve. Ya Federico García Lorca lo decía:
“Todo hombre, todo artista llamará Nietzche, cada escala que sube en la torre de su perfección es a costa de la lucha que sostiene con un duende, no con un ángel como se ha dicho, ni con su musa. Es preciso hacer una distinción fundamental para la raíz de la obra”.
Con El Lado Oscuro del Corazón, Subiela venció el duende que define Lorca. ¿Qué lo llevó a esta victoria sorprendente?; no olvidemos que Subiela participa junto a otros cineastas en aquella gesta cinematográfica documental titulada: “Argentina Mayo de 1969: Los Caminos de la Liberación” estrenada en 1966. Su origen político fue inequívocamente de izquierda.

TODA OBRA ARTISTICA TIENE ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Tal vez porque logró la síntesis de una historia: diríamos, una historia de historias, Subiela conecta su iniciativa, sus ideas, su reflexión y espiritualidad (tal vez sin estar plenamente consciente) a una historia política de la cual jamás podremos desprendernos sin traicionarnos.
Se enfilaba la humanidad hacia la década final del siglo XX; un trayecto decisivo para las aspiraciones políticas de los pueblos. Había comenzado aquel siglo con la Revolución de Octubre en la Rusia de 1917 que coronaba buena parte del sueño de Carlos Marx.
Luego de dos cruentas guerras en Europa, se producen florecimientos de luchas en la década de los años 60 después del triunfo de la Revolución Cubana con Fidel Castro y el Che Guevara como máxima vanguardia. El ejemplo de la Sierra Maestra cundió en todo el continente latinoamericano y fue ahogado en sangre en Venezuela, Brasil, Chile, Uruguay,  Argentina durante las décadas de los años 60, 70 y 80 con el concurso de la CIA, donde funcionó un tenebroso “Plan Cóndor”.
La Revolución Sandinista en Nicaragua que encendió esperanzas socialistas en el mundo con el triunfo de 1979 había perdido las elecciones en 1989, el mismo año en que comienza el derrumbe de la Unión Soviética y del llamado Muro de Berlín y el mismo año en que los Marines de Estados Unidos invaden Panamá y finaliza su último gobierno Ronald Reagan en EEUU (1981-1989). Este cuadro se completa con el arrinconamiento económico de Cuba que entra en el llamado “período especial”.
Cuando vamos hacia la década de los 90, ya los marines de los EEUU habían invadido la República de Grenada (1983). El estrangulamiento de los pueblos del mundo se completaba con la promoción de la doctrina Fukuyama que anunciaba el llamado Fin de la Historia y para los barones del capitalismo era casi una fija que en Latinoamérica nos arrodillaríamos al neoliberalismo, debido a la postración de todas las izquierdas del mundo que no daban respuestas. Sin embargo, como la eterna paradoja, un pueblo se levantó en rebelión en febrero de 1989 y miembros de su ejército hicieron lo propio en febrero de 1992. Entonces un Duende recorrió el mundo en una inspirada película que vino a salvarnos la vida.

LA POESIA COMO PROTAGONISTA FILMICA
Paradójicamente, en una película estadounidense se anticipa la colocación de la poesía como protagonista de un filme; se trató de La Sociedad de los Poetas Muertos (1989) del australiano Peter Weir. Es un notorio trabajo, muy popular, sobre todo en los medios estudiantiles. El tema ya se venía desplegando.
Hay grandes diferencias en el tratamiento de esta protagonización poética que hace Weir al planteamiento de Subiela. La poesía está muerta y por ende necesitada cada tanto de una resurrección, de una fiesta, para que vuelva, como los faunos prisioneros, a reinar durante la noche y al final regrese a su tumba. Ha desaparecido del recinto estudiantil liceísta y se conserva secretamente en rituales de estudiantes de clases pasadas. La despierta un salvador, un mesías, un profesor (Robbin William) que perteneció al ritual del pasado, sabe sus secretos y los aplica en las aulas de clase sin decir la historia (política) que tiene, o sea, los imparte irresponsablemente. Rompe las páginas de los libros como un divertimento contra las reglas gramaticales establecidas sin dejar clara la política de su método.
Weir devela el poder subversivo de la poesía como espacio de rebelión y transformación pero destinado a seres especiales (noción burguesa) que descubren el ritual por un azar. Cuando el profesor trata de democratizar la visión a través del método educativo suceden dos momentos, típicos en las películas hollywoodenses: uno, los estudiantes lo toman con irresponsabilidad por la actitud irresponsable del profesor y pierden, por ende, el sentido de libertad. No podemos ser libres si no somos responsables. Esto los lleva al segundo momento de la represión institucional que desata la actitud policial, la delación, el castigo familiar y gana la muerte. Se trata de un filme de planteamiento mesiánico con una salida necrófila: el suicidio. El poeta, como en la tragedia griega o el mundo shakesperiano, se suicida. El capitalismo se salva.
La política del filme de Weir es plasmar que la poesía no responde a ninguna política y conduce a la muerte física. Weir nos dice a las claras que la poesía es la muerte.

EL PROTAGONISMO POÉTICO DE SUBIELA
La poesía está viva porque vive en un poeta que está vivo. El poeta no busca la poesía porque la tiene consigo. No necesita ningún ritual especial más que aquel que la vida produce a diario, en la cotidianidad. Aunque el poeta escribe la poesía en libros, lo importante es que la vive: Oliverio se da cuenta que su poesía no es vendible, no se vende y por esto compra en una librería sus propios libros para regalarlos.
La poesía no es un método educativo. La poesía no tiene método ni mucho menos métodos. La poesía es una mujer que vuela o hace volar: es lo mismo. El poeta no es un educador que viene a enseñarnos un descubrimiento porque a través de la poesía no se enseña nada, la poesía no es pedagógica como la filosofía, (es por esto que los filósofos buscan perfeccionar los métodos educativos), los poetas buscan perdernos en oscuridades para que encontremos nuestra propia luz y andemos; tampoco es un mesías que viene a salvarnos el poeta, porque los poetas están condenados y no quieren salvarse ni salvar a nadie. Los poetas están condenados por el capitalismo, por esto jamás querrán salvarse con sus reglas, de allí el protagonismo que tiene el poema “No te salves” de Mario Benedetti que sentencia al final al capitalismo “entonces no te quedes conmigo”. No es el capitalismo quien rechaza al poeta, es el poeta quien rechaza al capitalismo.
La gran abanderada del capitalismo es la muerte (Nacha Guevara). Ésta es la máxima expresión del sueño de Eliseo Subiela. La muerte como una mujer seductora, fría, calculadora, práctica, útil, sensual, sincera, directa, que ofende al “bueno para nada” poeta, lo acosa con sus ofrecimientos gerenciales, lo persigue para matar la poesía que existe en el poeta, lo aparta de todos los lugares donde el poeta se expresa como un ser poético, le critica su manera de vestir, su andar taciturno, su pensamiento subjetivo, su mirada profunda. Quiere la muerte fracturar la ontología del poeta, fragmentarla en funciones a sabiendas que un poeta jamás funcionará. Desde el momento en que Oliverio acepte una función comenzará su muerte y esto la muerte lo sabe. Además, la muerte que plantea Subiela, es la muerte creada por el sistema de dominación, es la abstracción física aniquilada de memoria, egocéntrica, macerada en objetividades (falsedades), que ante cualquier rebelión personal o artística le habla al oído para recordarle sus miedos. La muerte planteada así no existe. Por esto, mientras el poeta se mantiene protegido por su poesía, jamás podrá morir de esta muerte.

BENEDETTI: UN CAMEO INOLVIDABLE

En el filme, Benedetti es Benedetti. Es como un fantasma que se le aparece a una mujer del botiquín. Una fe extraordinaria en su aparición. Más que un personaje es una aparición, como decíamos en el lenguaje infantil de una película: “Y apareció el Gato Felix”. Muchos nos sorprendimos preguntando a los amigos: “¿Adivina quién aparece en la película?”, con la respuesta: “Benedetti” en los labios. La vivencia de la poesía está en todas partes pero es en la oscuridad donde se visualiza y desde allí Benedetti aparece leyendo mensajes en un bávaro que tiene muchos significados.
Benedetti es el poeta de la vanguardia política de los años 60; aquella que se levantó contra la CIA y el Departamento de Estado con la más extraordinaria heurística en sus manos. Demiurgos de su historia, aparecían y desaparecían en aquel Montevideo espiritual, anunciando que una poética se avecinaba para las luchas. En el libro biográfico El Aguafiestas, cuenta Mario Paoletti, que el poeta Benedetti se encontró con el legendario líder tupamaro Raúl Sendic en un contacto político, saliendo a un mismo momento de dos esquinas frontales, mirándose hasta entrar al sitio: demostración de que los poetas también pueden ser puntuales y organizados. La poesía de Benedetti fue leída por toda la izquierda militante del mundo. El subcomandante Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional mexicano reconoció que su pseudónimo lo eligió de un personaje de Benedetti.
La metáfora surgida con la aparición de Benedetti en el filme, denuncia también la necesidad de traducción de la poesía, pero no es una traducción literal lo que se requiere, es una traducción del sentir, profunda, inimaginable. En su fonética está escondido un secreto, subyace un mensaje, se ocultan claves. Por esto hay que oír muy bien al alemán, no asustarse ante el idioma diferente. Es un llamado de fraternidad de quien está lejos, escondido, errabundo. Es la traducción del exiliado, del desarraigado, del que se tuvo que ir por su clandestinidad, su insurrección, su rebeldía. Ya lo anunció el poeta León Felipe: “Toda revolución es una metáfora”. La verdadera poesía es clandestina, sus andurriales son oscuros, mortecinos, lúgubres porque ella va a donde están los últimos. Cuando la poesía emana surge una luz que no alumbra, más bien crea penumbras que los ojos buscan para alimentar una luz posible, un fogonazo, un relámpago. Con Benedetti leen los 30.000 desaparecidos de Argentina, los fusilados en Chile 73, los masacrados en Tlatelolco 68, los enterrados vivos en Venezuela, los torturados del Uruguay, de Colombia, de Brasil. Como anunció Martí, la hora de los hornos se avecinaba y rindió su sacrificio. Por eso la mujer llora ante los versos, porque ella renace de los muertos, como las revoluciones.

EL ANGEL ANUNCIADOR
La poesía ha participado en las rebeliones humanas. Metáfora suprema ha sido Orfeo en la literatura griega. El poeta fue embarcado en la nave de Jasón que buscaba el vellocino de oro y la sacó de un encallamiento con el poderoso toque de su flauta. En el poema cinematográfico Espartaco (1960) de Stanley Kubrick, el poeta esclavo Antonino (Tony Curtis) abandona su servidumbre en las mansiones de Marco LInicio Craso (Laurence Olivier) para irse a luchar y morir en el ejército de Espartaco (Kirk Douglas). Toda lucha es poética, utópica, la acompaña la metáfora de la vida.
En El Salvador, un escritor llamado Roque Dalton, además de enfrentarse a la CIA desde las luchas por la liberación de su país, confronta las corrientes dogmáticas habidas en la dirección de la organización donde participaba y es asesinado junto a uno de sus compañeros, en una trampa urdida por la dirección allí enquistada. El asesinato de Roque Dalton simboliza el triunfo del imperio sobre las izquierdas dogmatizadas del mundo. La poética de Roque era homóloga a la poesía salida del grito de guerra de los Tupamaros uruguayos. Su visión humana intransigente, amplia, popular, creativa, sublime, eterna fue cercenada por un puñado de lacayos del mismo imperio que decían combatir, envidiosos de la mirada profunda y necesaria para cualquier revolución que tenía Roque Dalton.
En el filme El Lado Oscuro del Corazón hay una especial evocación al Roque Dalton combatiente, a quien la muerte jamás venció.

EL LADO SORPRENDENTE DE LAS PARADOJAS
El año 92 suceden ambos hechos: se estrena El Lado Oscuro del Corazón e insurgen los comandantes del Movimiento Bolivariano 200 el 4 de febrero. Nadie pensó que el poderoso influjo poético que destelló aquella insurrección madrugadora aceptada de inmediato por la gran mayoría del pueblo, la mantendría hasta su trascendencia el comandante Hugo Chávez Frías en su práctica política. ¡Poesía, su arma más letal contra el imperio! Aquel Oliverio venezolano se hizo de la presidencia en Venezuela y logró desplegar un hacer poético en la primera magistratura desde el comienzo hasta el cambio de plano. Despertó toda la poética de su pueblo y la del mundo. Desafió a todos los imperios. Aunque fue buscado por la muerte que no existe, ésta no lo logró vencer y hoy vive en el lado más brillante del corazón popular. Quienes piensan que mataron a Espartaco, a Roque Dalton, al comandante Chávez son los que están muertos. Los héroes de los pueblos viven por siempre y esperan su momento en El Lado Oscuro del Corazón.

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