martes, 14 de marzo de 2017

EL CIUDADANO KANE. LA GRAN PELÍCULA POLÍTICA SALIDA DE HOLLYWOOD


«Es imposible hacer una buena película 
sin una cámara que sea como 
un ojo en el corazón de un poeta».
Orson Welles

Recordemos aquella frase del cineasta español Carlos Saura: «El cine es político hasta por omisión», para exaltar el filme político por excelencia de todos los tiempos de Hollywood, en los imperecederos fotogramas del Ciudadano Kane (Welles, 1941) que en ninguna escena omite su intencionalidad política. No vamos a establecer comparaciones de ningún tipo con otros filmes, con el fin de reforzar la idea de Orson Welles en torno a realizar un trabajo cinematográfico que diera una bofetada a toda la sociedad estadounidense del momento.

Sobre el filme y el mismo Welles se han escrito páginas de distinto tenor para mistificar su trascendencia o injuriar su trabajo, sin embargo, durante todos estos años se ha banalizado su significación detrás de resaltar la lógica persecución de que fuera objeto Welles por parte de quienes mantenían la industria, con su maquinaria poderosa que siempre ha manejado miles de millones de dólares para manipular; o para distinguir el pugilato que se formara entre el Welles y el magnate de la prensa Randolph Hearst alrededor de cuya vida se construyó la trama; todo para ocultar el contundente planteamiento habido en el filme que lo convierte en el mejor logrado políticamente en Hollywood.

El niño de oro se les fue de las manos

ORSON WELLES EN RADIO
Con 23 años de edad Orson Welles había producido aquel fenómeno radial llamado La Guerra de los Mundos (1938) que lo catapultó a la fama como el “muchacho terrible” de la cultura de EEUU, desde aquella travesura comunicacional que produjo un fuerte caos en la ciudad de Nueva York, al manipularse un radioteatro basado en la novela homónima de H. G. Wells donde se describía una invasión de marcianos sobre aquella babel. Muchos dicen que su experimento trajo consigo la prueba que los empresarios de la comunicación necesitaban para dar rienda suelta a la manipulación de masas que hoy conocemos. El caso es que ya en el rol de director de cine y aprovechando la fama ganada con aquel desastre producido, lleva a cabo su (primer) proyecto cinematográfico en el cual describe la biografía de un tal Charles Foster Kane (Welles) y a través de un guión estupendo (en compañía de Herman Mankiewicz) y una propuesta de escenas montadas en forma de tiempos entrecruzados, para maravillar a la historia del cine hasta la eternidad.


Tan igual como en su experimento radial, Welles crea un velo de misterio alrededor de la producción y de la filmación que encantaron a la prensa y al mundo del espectáculo. Se valió de la enorme confianza brindada por RKO que le permitió filmar sin ningún tipo de supervisión o control para producir (también) la mayor sorpresa que se haya llevado la academia hollywoodense en toda su historia.

El muchacho terrible ahora mostraba su verdadero rostro —el de un izquierdista consumado— quien vestido de cerrado frac, levita y corbatín, asistiría a la función de estreno para ver las caras de toda la Academia en pleno y así burlarse (extensa sonrisa en el rostro) mostrando el grandioso cinismo que le caracterizó siempre. Los resultados de aquel impacto (aún hoy) engordaron escritos literarios, textos de prensa y chismes de farándula, pero se trató de un guantazo del cual Hollywood jamás se ha podido recuperar.

¡Allí están ellos son!

Intentos de mostrar al nuevo riquismo y al arribismo social de la modernidad se han hecho en todas las manifestaciones audiovisuales, pero quizás el más contundente, sobre todo por el contexto en el que fue realizado sea el filme El Ciudadano Kane. Toda esa burguesía oportunista con los hallazgos sociales obtenidos, tramposa con el manejo del poder, traidora a los intereses de los trabajadores, ladrona de la genialidad del pueblo y sobre todo autoritaria en su arrogancia hacia la sociedad es magnificada (y denunciada) a través del personaje Charles Foster Kane. Es muy significativa la escena en la cual los trabajadores genuflexos le obsequian una lujosa copa que lleva una dedicatoria con su nombre en letras doradas y reciben a cambio esa actitud de desprecio, de quien se halla en la cúspide de la fama, poseído por la locura del dinero y maneja un emporio comunicacional a través del cual fabrica las informaciones, decide lo que es la noticia, cree inventar lo que es la sociedad.

Los abusos que hoy denunciamos de los medios privados de difusión en Venezuela fueron puestos en la pantalla con esta genial realización. Para beneficio de la poderosa crítica que contiene el filme ya es intrascendente la persona a quien estuvo dirigido en su contexto, si consideramos el dimensionamiento logrado de una clase delincuente.

En busca de Rosebud

ROSEBUD
La extraordinaria paradoja que plantea este grandioso filme es la búsqueda de una quimera como misterio, pronunciada por el anciano Charles Foster Kane al morir. ¿Qué significaba aquel curioso sustantivo que surgió como última palabra, anhelo terminal, suspiro en epílogo de los labios de quien tuvo en sus manos un poder inmenso? ¿Es que acaso necesitaba algo este hombre? ¿Es que acaso a esta clase social le hace falta algo? ¿Puede una clase que siente la monstruosa arrogancia de poder sobre los demás, necesitar alguna cosa, cuando han tenido todo lo material, todo el poder? En los giros temporales que Welles dimensiona en el filme vamos en la vida de Kane: de su niñez a su ancianidad y luego seguimos el camino de quien investiga ese detalle insignificante en su vida. Pasan sus mujeres, la exaltación de su poder dinerario, la demostración de cómo manipuló la opinión pública a través de su cadena periodística, su fracaso electoral, la extorsión ante la incoherencia, sin embargo, el filme camina con una evidente ausencia montada sobre los lomos de la indagación: ¿Qué significa Rosebud? ¿Por qué lo dijo al morir?

Hay en el filme, un lazo indestructible entre el inicio y el final porque Kane sí perdió algo valioso que cambió por el poder y el dinero. Es muy antigua esta paradoja y la podemos encontrar en los albores de la división social del trabajo cuando los acumuladores, propietarios iniciales y terratenientes renuncian a la sensibilidad, al amor para decidirse por la acumulación, la guerra y la esclavitud. Cuando se cuenta que Jesús El Cristo increpa a los mercaderes a que renuncien a sus posesiones y lo sigan, se refiere a que les está abriendo las puertas a la recuperación de la sensibilidad y el amor perdidos: «no se puede servir a dos amos.»— les dijo. Welles nos muestra el proceso a través del cual Kane pierde la dignidad y se hace un individuo decente para la sociedad moderna, prefiere dejarnos la descripción de esos desgarramientos a nuestra propia conciencia: recordemos que las primeras imágenes del filme son el Charly de niño que es arrancado del hogar, para ser educado entre banqueros y su madre como fiera defensora del patriarcado consuma esta venta. Toda su rebeldía fue canalizada hacia el interés por el dinero.


PELICULA EL CIUDADANO KANE
Muere Charles Foster Kane podrido en dinero, sumido en una ruina moral espantosa y descreído de toda buena voluntad humana, de allí que busque el único o último recuerdo que alcanza a robar a la infancia. Welles nos plantea genialmente Rosebud (además de perdida imagen sensible) como una visión quimérica, una utopía que se nos abalanza sobre los ojos desde unas aparentes ruinas olvidadas para forzarnos a pensar en ella, a atrapar su significado, a volver a ellas cuando sospechemos que nos lleva el demonio de la arrogancia burguesa. 

Cuando Orson Welles recibió un premio Oscar honorifico en 1971, seguramente buscó entre las miradas de quienes le aplaudieron (con cerrado rigor formal) a ese Rosebud perdido y desde su cinismo proverbial echó un vistazo a ese Kane que gobierna el mundo y aún lo maldice hasta la eternidad.

Nuestro agradecimiento al semanario Las Verdades de Miguel por la publicación de este artículo en el año 2012

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