No
es cualquier nena “La Nena”. Se imagina especial y negada a ser escrita por
cualquiera. Se precia de tener todas las edades: de anciana quiere le sea
descrito el carácter de la experiencia prematura que presiente el mal tiempo o
las desgracias o los embarazos de mujeres tontas; de adulta que le pongan una
sagacidad propia para resolverse por sí misma, para hacer las compras sin que
la roben los dependientes en el peso, tener un romance otoñal con el
ascensorista del edificio, complacer al amante con algún canto (se aprecia en
el canto de moda: no en el “bel canto”) o con esos masajes en la espalda que
llaman a despertar primaveras o simplemente matándole de risa con un chiste; de
adolescente esa vivacidad y rapidez mental casi adivinatorias que permiten
encontrar el trébol de cuatro hojas o cualquier otra capicúa para preconizar
una aventura sobrenatural frente al mar con amigos, guitarras y fogatas
temblorosas; la inocencia amorosa de una niña que llora sólo de ver que un
manjar para resucitar pasiones culinarias se le quema a mamá porque se quedó
hablando con las vecinas cuando ella se lo advirtió mil veces con señas, aunque
prefiere ser la eterna adolescente a la que el mundo no le importa.
Ha
ganado el escape cuando velaba la soledad de muchos y la atrapaban embelesada
viendo sus esfuerzos mentales. La sorprendió y encerró en un trozo de papel
Flaubert; colocó algunos trazados de sus características entre las páginas de
una Biblia (habrase visto), durante la convalecencia de un mal de amores y casi
la atrapa en sus pensamientos para siempre porque la ideó con genialidad.
Sintió temor cuando la iba a incluir en no sé qué idea para un relato algo breve, viéndose cargada del descalabrado
destino con que revestía a sus víctimas literarias. Por fortuna no encontró
aquel volumen religioso, debido a que tenía la costumbre de ocultar cosas
importantes en sitios insignificantes y viceversa, para ganarle batallas al
olvido, aunque siempre terminaba vencido por la improvisación.
En
una de sus borracheras, por un instante, aquel escritor creado por Charles
Bukowski para una de sus historias de bares de malandros, casi la deja maltratada
en las líneas de una vida miserable de Manhattan: sólo eso iba a escribirle a
su trascendencia y tal vez moriría sin destino cierto en esas manos hinchadas
de alcohol. Huyó debido al sueño y el olvido de aquel ser despedazado. Del
susto, por un tiempo rondó ambientes de manglares donde los insectos son
eternos. Luego volvió a las suyas.
Quiere
que le metaforicen todos los vestidos posibles en una vida traviesa pero feliz.
¿Protagonista? No lo sabe aún, no lo trae mucho a sus deseos; a veces le parece
demasiada responsabilidad. ¿Y si le pasa como al Quijote? “Ese viejo no duerme
de tanto acoso referencial”: se cree diciendo en un vuelo de aves; “Hasta los
académicos aún le dedican recuerdo”. Hace resonar el rotundo “No” escondido en
una campana eclesial.
Tampoco
de contrafigura: ésa que tal vez sea la pérfida que busca separar
infructuosamente a los novios favoritos del Liceo o la que transcurre durante una
larga historia intentando envenenar a alguien. ¡Ridículo! Prefiere ser muy bien
descrita, así sea sólo en la hoja de una buena novela, como la muchacha que
observa la tristeza del protagonista que marcha en un tren sin saber que lo
persiguen nostalgias futuras, a lo mejor vestida de blanco, con mirada perdida
o como la que cerró la ventana de su ánimo al mentir a mamá para no ir a la
escuela. También se piensa olvidada aunque inmortal.
Del libro inédito LIMBIC@S: Buscan
contextos para llegar a ser textos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.