sábado, 3 de junio de 2017

DECIR OCTUBRE Y TIEMBLAN LAS OLIGARQUÍAS: UN SIGLO DE LA GRAN HAZAÑA OBRERO CAMPESINA RUSA


La burguesía permanecía al acecho, esperando su hora
-¡que era evidente no podía estar lejos!-.
Nadie pensaba que los bolcheviques pudiesen
 permanecer en el poder más de tres días
 -con excepción de Lenin, de Trotzki,
de los obreros de Petrogrado
 y de los simples soldados...
John Reed


Las hegemonías dominantes del capitalismo traidoras a través de las acciones de la burguesía, subestiman a la clase trabajadora no sólo por traicionarla, sino por tramar ardides, engaños y masacres para frenar sus luchas y sus victorias. Los enfrentamientos entre la clase trabajadora y la burguesía están llenos de batallas increíbles en las cuales flujos y reflujos desencadenan dinámicas propias de la lucha de clases.

La historia inclina la balanza visible y oficial hacia las clases dominantes, sin embargo, no escritas, no sistematizadas, muy poco publicadas en los medios formales de la sociedad, están ocultas infinidad de hazañas y victorias importantes que dimensionaron trabajadores y trabajadoras en la calle y en las fábricas desde sus consignas y gritos libertarios.

SERGEI M. EISENSTEIN 
Aunque este ocultamiento ha continuado —la perversidad ideológica de los medios imperiales no descansa— hubo un hecho histórico desplegado por las luchas obreras y campesinas de la Rusia de inicios del siglo XX que las inmortalizó ante el mundo: se trata de la estupenda revolución bolchevique ocurrida a partir del mes de octubre de 1917. Un cineasta de posición sideral como lo fue Sergei M. Eisenstein (1889-1948) plasmó en varias de sus realizaciones pasajes de este proceso histórico, aunque fue junto a la codirección de Grigori Aleksandrov en el filme Octubre (1927), donde elevaron ese momento a un instante imperecedero.

JOHN REED
Para evocar lo sucedido en ese mes glorioso de la lucha de los pueblos, tomaron el libro-crónica: Los Diez Días que Conmovieron al Mundo del periodista estadounidense John Reed (1887-1920). Hoy reyes y reinas de las hegemonías neoliberales se miran en su debacle definitiva y recuerdan (sin querer queriendo) las calles de Moscú y Petrogrado que pedían la cabeza del ignominioso Zar y de todos los monarcas de Europa: aún les afloja los intestinos este recuerdo.

La lucha de clases muestra el horizonte

Hoy gente se auto engaña al escamotear o esconder la lucha de clases de su análisis. Lo hacen, entre muchas razones, por intereses inconfesables, por ignorancia histórica, por genuflexión paradigmática, o por mantener una curul o un puesto institucional. En cada estupendo fotograma del filme Octubre, la lucha de clases protagoniza inmortal los acontecimientos. Allí están los descamisados, las invisibilizadas, los explotados, las burladas por los poderes hegemonicos, con la historia en sus manos, las consignas en su conciencia anhelante de libertad, el pecho enarbolado en gritos cual millones de banderas libertarias. Nos evoca Reed el momento:

«El instituto Smolny, cuartel general del Tsík y del Soviet de Petrogrado, se halla a muchas millas del centro, en un extremo de la ciudad, a la orilla del ancho Neva. Tomé un tranvía atestado de viajeros, que serpenteaba, gimiendo, por las calles enlodadas y mal pavimentadas. Al final del trayecto se alzaban las graciosas cúpulas azuladas y engastadas de oro mate del convento Smolny, tan agradables a la vista, y a su lado, la gran fachada con aire de cuartel del instituto Smolny, de doscientos metros de longitud y tres pisos de altura, y encima de la entrada un enorme e insolente blasón imperial esculpido en piedra.

Las organizaciones revolucionarias de los soldados y de los obreros se habían instalado en este instituto, famoso pensionado para señoritas nobles en el antiguo régimen, patrocinado por la zarina. Tiene más de un centenar de amplias piezas, blancas y desnudas. En las puertas, unos rótulos de esmalte indicaban todavía a los visitantes la «cuarta clase» o la «sala de profesores». Pero otras inscripciones, trazadas precipitadamente, testimoniaban la nueva actividad que reinaba en el establecimiento: «Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado», «Tsik», «Oficina de Asuntos Extranjeros», «Unión de soldados socialistas», «Comités de fábrica». «Comité Central del Ejército». Otras piezas estaban ocupadas por las oficinas centrales o servían para las reuniones de los partidos políticos.»

Al mando de la vanguardia revolucionaria, el pueblo tomaba los sitios, otrora palacetes de la divina oligarquía. Antes de instalarse en Moscú, el soviet se dimensionó rizomático en cada escenario donde la revolución explotaba, sobre todo en Petrogrado.

Lenin

Entre las muchas habilidades reconocidas a Eisenstein en el cine está el montaje, utilizado en sus filmes para producir distintas emocionalidades en la audiencia. Fue un maestro de colocar secuencia de escenas creadas para mostrarnos un resultado emotivo. Es clásica la escena del filme El Acorazado Potemkin (1925), donde un coche infantil rueda escaleras abajo, en medio de la situación de represión habida con la rebelión. Quizás la escena de más alta factura habida en el filme Octubre, sea el homenaje al gran líder de la revolución bolchevique y del comunismo mundial: ¡Ulianov! El maravilloso genio de la política que supo ver —como pocos— el mundo que se aproximaba, el auge del imperialismo y la posibilidad real de instaurar una experiencia socialista para un pueblo. Nadie como Lenin para estimar, dimensionar y enaltecer a la categoría pueblo. La magia del gran Eisenstein nos coloca en un momento de cúspide emocional inolvidable en el filme: el Lenin que nos describió Reed…      

«Eran las ocho y cuarenta exactamente cuando una tempestad de aclamaciones anunció la entrada del Buró, con Lenin, el gran Lenin. Era hombre de baja estatura, fornido, la gran cabeza redonda y calva hundida en los hombros, ojos pequeños, nariz roma, boca grande, faz generosa, el mentón pesado. Estaba completamente afeitado, pero ya su barba, tan conocida antaño, y que ahora sería eterna, comenzaba a erizar sus facciones. Su chaqueta estaba raída, los pantalones eran demasiado largos para él. Aunque no se prestaba mucho, físicamente, para ser el ídolo de las multitudes, fue querido y venerado como pocos jefes en el curso de la historia. Un extraño jefe popular, que lo era solamente por la potencia del espíritu. Sin brillo, sin humor, intransigente y frío, sin ninguna particularidad pintoresca, pero con el poder de explicar ideas profundas en términos sencillos, de analizar concretamente las situaciones, y dueño de la mayor audacia intelectual.»

La fabulosa ficción desaparece y emerge entre las multitudes (y las audiencias) anhelantes del líder revolucionario la estampa del Lenin (Vasili Nikandrov) sabio, sencillo, lacerante con las clases explotadoras, implacable con los enemigos de la revolución.

Siembra de vientos neoliberales

GUAYASAMIN
La cosecha de tempestades que hoy recibe el capitalismo requiere de análisis político en visión emergente. Mirar el filme Octubre a la luz del tiempo nos trae una evocación de luchas que se vuelve actual cuando el capitalismo vive una crisis definitiva. Moralmente quebradas, las oligarquías ya no tienen nada qué decir al mundo más que la palabra muerte. Las oligarquías quieren morirse con el mundo entero. La revolución bolchevique conserva pistas que debemos resignificar para terminar de tumbar la cabeza a un imperio que hace rato (evocando a Hans Cristian Andersen) va desnudo de humanidad.
    

Fuente: Libro: REED, JHON. Los Diez Días que Conmovieron al Mundo. Marxists Internet Archive, 2004-2005.


AGRADECEMOS AL SEMANARIO LAS VERDADES DE MIGUEL POR LA PUBLICACIÓN DE ESTE TRABAJO EN EL AÑO 2012

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