martes, 13 de junio de 2017

PISTAS PARA COMPRENDER EL FENÓMENO DE UNA FISCAL



El adequismo aún enquistado en la política venezolana impide comprender algunos fenómenos que ocurren. Mirar con óptica adeca a la sociedad venezolana y a su política no es nada extraño; más bien sería natural que los venezolanos y venezolanas miremos con ojos betancourianos lo que sucede, ya que los adecos han influenciado a la sociedad venezolana desde la muerte del general Gómez en 1936 hasta hoy.

Sin esculcar mucho la mirada adeca de la política, diremos que echar mano de ese ojo supone quedarse en lo superficial para no complicarse mucho ideológicamente y sacar partido lo más pronto posible de la situación y avanzar. A un adeco le gusta avanzar sin preguntarse mucho por las formas. Así actúan: pragmáticos, veloces, equilibristas, efectistas, manipuladores, clientelistas, maniobreros, dramatizadores, apocalípticos y sobre todo faranduleros. Quedarse en esta mirada sería lo común, aunque es lo peor que le puede pasar a un político de nueva raigambre, impidiéndole mirar el porvenir con posibilidades de transformación revolucionaria.

Para comprender la realidad política actual que nos ocupa con urgencia de segundo a segundo, hay que desmarcarse de cualquier postura adeca y ponerse a estudiar, a investigar, porque si algo tienen los imposibles adecos de hoy es que sus ancestros abandonaron la investigación política seria y el estudio fecundo desde épocas inmemoriales.

PARA COMPRENDER A LA FISCAL

Si algo tiene de revolución lo que hoy sucede en Venezuela (entre muchas cosas) es que sus distintas dimensiones se han presentado de manera inédita y requieren (de igual forma) inéditas miradas e investigaciones. Cada día que pasa sucede algo diferente, novedoso, inusitado que nos asombra y nos encandila (en vez de ensombrecernos) por lo que es importante sacarle la costura provechosa para el análisis y continuar echando raíces transformadoras.

Cuando la Fiscal Ortega Díaz irrumpe para fijar una posición distanciada de la enunciada por los factores que dirigen a la Revolución Bolivariana, la primera reacción de no pocos políticos fue adeca: la acusación apocalíptica sin análisis. El dedo acusador se apuntó sobre ella para vituperarla. Se le mira como un blanco al que hay que lanzarle respuestas y no interrogantes para desentrañar la madeja en donde está metida. Es como si fuese ella quien estuviese preguntando (lógica adeca) cuando es al contrario; se debe ante todo reconocer que la Fiscal está enviando respuestas (acertadas o no). Lo útil sería, en principio, hacerse preguntas en torno a su conducta de los últimos tiempos y luego darse algunas respuestas posibles, siempre mediante un análisis.

¿Por qué las respuestas conductuales de la Fiscal son puramente institucionales, leguleyas, jurídicas? ¿Por qué la Fiscal no hace un solo planteamiento político de fondo? ¿Por qué en las posturas de la Fiscal no hay un solo análisis de la sociedad venezolana actual? ¿Qué piensa la Fiscal acerca del Socialismo del Siglo XXI ya que, como sabemos, viene de las izquierdas? ¿Por qué sus cuestionamientos no salen del estrecho margen que le confiere su investidura como figura del Ministerio Público? ¿Por qué la Fiscal, dada su alta posición en el Ministerio Público no cuestiona al chavismo o al Movimiento Popular o a las comunas o a la política alimentaria o a las misiones socialistas o a la relación vanguardia-masa o a la lucha de clases, cuando podría hacerlo? Su rechazo a las medidas del Ejecutivo y del Poder Moral son leguleyas, estatutarias. No asoma ningún análisis paradigmático.

Cualquiera podría decir que estas dimensiones no son de su competencia; pues responderíamos que todo lo que sucede en la sociedad venezolana de hoy le compete al Ministerio Público y el que la posición de la Fiscal esté distanciada de lo que sucede en el tuétano de la política venezolana y la sociedad en general llama la atención; y el que ella sólo se refiera únicamente a lo jurídico, leguleyo e institucional expresa la intencionalidad que le acompaña.

La posición de la Fiscal, aunque supone una visión política, sin lugar a dudas, es de origen y consecuencia personal (así la acompañe un grupo). La superficialidad de la que hace gala, en donde no aporta ningún elemento de fondo político a una reflexión que contribuya a un debate fecundo, no sólo para contribuir a solucionar la crisis, sino para transformar, la separa de todo objetivo social para mirar una sociedad en el porvenir. No es una mera táctica de la Fiscal, pues las alianzas que debe tener su posición, no apuntan a hacer ninguna contribución pertinente. Su visión es sectaria, obcecada, básica, sin la menor lucidez política. La Fiscal, en materia política, parece una funcionaria traída de algún otro planeta del Sistema Solar.

AQUELLA IZQUIERDA QUE FENECIÓ

La Fiscal Ortega Díaz tiene pertenencia histórica a aquella izquierda que vio sus mejores días en el siglo XX pero que ya tiene muy poco qué decir como referente de una política para el siglo XXI. Se trata de una persona formada durante su juventud en los partidos de la izquierda vanguardista que le permitieron, además de una formación académica, bañarse con el prestigio y el riesgo que significaba hacer política desde ese lado de Venezuela y el mundo, frente a la feroz represión puntofijista.

Vivió la Fiscal en su juventud ese olor romántico de verse “luchando por el pueblo” que la sostuvo como a muchas y muchos en ciertas trincheras que enfrentaron en su momento a la IV República, mas luego de que la situación política apretó con la represión adeca y los intereses profesionales cobraron fuerza, su posición frente al mundo cambió, cuestión que no es nada reprochable; toda persona tiene pleno derecho a prepararse en cualquier campo de la vida para objetivos personales y colectivos, sociales o privados.

Luego vinieron los títulos y el palmarés profesionales que fueron conformando a la abogada que hoy se nos muestra con la fuerza de una burguesa. Quien está de Fiscal General de la República Bolivariana de Venezuela en este momento es una funcionaria que defiende las posiciones e intereses de la burguesía. Y esta es la realidad de muchas y muchos que discurrieron entre las izquierdas (del mundo, inclusive, de allí su crisis irreversible) arremangando sueños, esperanzas, luchas y cuando vino el momento de definir, optaron por la posición acomodaticia del cargo privado o público institucional o de ONG que les da caché, prestigio, buena paga, tranquilidad.

La superficialidad de criterios de la Fiscal nos dice que no responde a su preparación histórico-política; nos dice que su posición se ha incomodado (ha perdido “confort”) ante un proceso sociopolítico que en Venezuela se ha radicalizado. Y no hay situación más terrible para un burgués converso que una posición política de la cual toma partido se radicalice, tome raíz social a fondo, tienda a entreverarse cada vez más y torne a transformar la realidad y a favorecer intereses que tal vez en épocas pasadas le hicieron tomar partido pero ahora ya no. Es por esto que la Fiscal quisiera salir de este gobierno.

Evidentemente esta situación de extrema confrontación social, en donde el fantasma de la lucha de clases asoma en el horizonte con sus señas claras, debe tener muy preocupada a la Fiscal; quien es posible tenga revuelto el pasado izquierdista, con el buen burgués, la conciencia chavista inconveniente, la institucionalidad que se estremece, los ojos del pueblo que la miran, la reacción que saca su látigo, el imperio que asecha.

ERA FACIL SER CHAVISTA

El periodista Earle Herrera recién escribió un artículo titulado “Socialismo en la Chiquita”, cuya genialidad en el análisis político es innegable. Diserta allí acerca de las condiciones que se vivieron en el país a partir de 1999 cuando subió el dólar como la espuma hacia el potro de los 100 dólares, teníamos un Presidente Chávez sano, planteando la “revolución pacífica” que a través de su hombro certero nos llevó hacia los triunfos electorales que ya vivimos. En este contexto, donde hasta una encuestadora que apareció por allí nos colocó como “el país más feliz del mundo”, era fácil defender el socialismo, era cómodo decirse socialista.

Hoy la situación es diferente. Con Chávez en posición de referente espiritual, atacados por una guerra económica frontal, un barril de petróleo que no llega a los 50 dólares, la socioproductividad agónica y los demás males de la crisis provocada por los agentes del capitalismo interno y externo, quienes llevan a la práctica en este instante un plan terrorista evidente que sufrimos día a día como ciudadanos y ciudadanas, amén de las fallas propias de la gestión Presidencial (de Chávez y la actual), tenemos entonces que ser socialista, ya no es tan sencillo y feliz como antes. No es fácil ni cómodo ser socialista en una esquina de cualquier ciudad de Venezuela hoy. Por lo menos a la Fiscal Ortega Díaz pudiera no serle nada fácil ser socialista en los actuales momentos.

Cuando el periodista Earle Herrera utiliza el coloquial “la chiquita” (muy popular en épocas pasadas) apela a un recurso del lenguaje popular cargado de sabiduría. En “la chiquita” es donde hay que demostrar nuestros valores porque cuando la situación se estrecha (se pone “chiquita”) tenemos encima todos los desafíos posibles. Nos hace recordar con su artículo al Libertador Simón Bolívar quien precisamente en “la chiquita” se creció y ganó las batallas más increíbles. Nuestra primera independencia fue realizada por un pueblo que se movió en “la chiquita” y allí supo demostrar su grandeza y la de sus líderes.

¿Sabrá la Fiscal que el momento de luchar por el socialismo que ella soñó en una época pudiera ser éste? Tal vez una de las fallas del proceso político que vivimos desde 1999 fue no poner a prueba y desafíos a muchos de los funcionarios y funcionarias que contrató o promovió. No bastó la dura prueba de abril del año 2002 para someter a consideración la pertinencia política de quienes ocuparían estos cargos. Hubo caretas burguesas que se cayeron pero otras quedaron y nuevas entraron. Hizo falta una ética de la política que nos hiciera conscientes de las restricciones que vendrían, de los altos desafíos que aún nos esperan como Patria; pero este tipo de anticipaciones sabias parecieran no estar en la cultura política venezolana. Somos un pueblo aluvional, de último momento, levantisco, de genialidad relámpago, itinerante; el más salido de la tierra.

Sin izquierdas, con los referentes históricos de la guerra de independencia en los bolsillos, con el comandante Chávez aún llorado en el corazón, con un gobierno que transita el momento más difícil de gobernar que haya atravesado cualquier país, tenemos el deber militante de desaburguesar (y por ende, desadequizar) a un proceso como el nuestro para hacerlo popular; para hacerlo (a como dé lugar) verdadera y totalmente popular.

EL MITO DE NARCISO VIVE

Narciso se enamora de la obra que hace de su espejo, de su imagen. Se enamora de sí mismo. Con miedo a las transformaciones, Narciso quiere preservarse, no quiere cambiar, quiere ser eternamente sin ser él mismo pues teme no ser amado por nadie más, por esto se ama sin remedio. Al no transformarse se destruye a sí mismo al desconocer el tiempo que le arrasará cuando pretenda ir tras su figura perdida. No transformarse fue la perdición de Narciso. Querer ser siempre el mismo fue su final.

El mito narcisista parece acompañar a la izquierda y a todo el accionar político durante su historia, sobre todo cuando han accedido a los cargos públicos (los adecos son expertos en esto). Terminan enamorados de los cargos y de las instituciones, cuando en realidad el objetivo y deber revolucionario es que los mismos se deben fortalecer sólo para que den paso a otros espacios sociales revolucionarios (nunca vistos ni en sueños) que transformarán la sociedad o que serán el resultado de su transformación.

Hoy en Venezuela estamos de pie frente a este desafío. Ese pueblo que somos y que (desde la humilde sabiduría) dio una lección al sacarnos con el voto (¿o salvarnos?) de ese antro de representatividad llamado “Asamblea Nacional” (remedo del Congreso Nacional de la IV República) ahora nos reclama mayor participación para continuar creyendo en la Revolución que sigue en marcha. Quienes estamos en las instituciones, sabemos que trabajamos en su fortalecimiento para transformarlas en otra cosa totalmente diferente a lo que han sido siempre; proceso paciente, paulatino, indetenible. Si la Constituyente propuesta por el Presidente Maduro, desde el ejecutivo, sirve como vía para continuar la demolición histórica y progresiva del sistema de dominación que nos ha explotado siempre, sus perspectivas son extraordinarias. Lo contrario sería enamorarse del monstruo creado o el “más de lo mismo” que terminará frustrando las luchas del pueblo.

La Fiscal Ortega Díaz se mueve en este escenario que se radicaliza cada vez más y en donde la amenaza fascista dice mucho de lo que estamos produciendo como política desde el pueblo. Su visión burguesa (aplaudida desde ya por la canalla terrorista) le ha distanciado de una posibilidad de legislar nunca vista antes en el mundo, la cual ya estamos inventando y se materializará en la medida en que derrotemos al enemigo de clases y enfrentemos con audacia y sabiduría al imperio. Si la Fiscal comprendiera que la burguesía, hace rato, ya quemó sus últimos cartuchos como clase, pudiera dar el paso de retorno a su pueblo que ya no está dispuesto a esperar por nadie ni volver atrás.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.