domingo, 2 de julio de 2017

BOLERO, CULTURA Y VICTORIA POPULAR


A Venezuela la identifica ese género musical llamado Bolero y la une a todos los pueblos de Latinoamérica y sobre todo del Caribe. Como baile es pionero en el mundo del fraseo corporal en pareja, desinhibido y muy próximo hasta la intimidad. Como música significa una mezcla de vigor, placer, sensualidad, cadencia, versatilidad que aporta vínculos con otros  géneros como el fabuloso jazz y ritmos caribes como el danzón, el mambo, el chachachá, el son, la guaracha, la charanga, el merecumbé, la ranchera mexicana, sureños como el tango, la milonga, los pasillos; ritmos españoles como el pasodoble, el cantejondo y propiamente venezolanos como el valse, el pasaje, el cañonero, el bambuco, la malagueña.

Más que en la composición musical (que es bueno dejarla a expertos, estudiosos e investigadores) lo más atractivo del Bolero está en su historia, su contenido literario y en la posibilidad de ser bailado. Estas tres dimensiones se encuentran conversadas con permanente vitalidad en las reuniones mundanas y comunitarias donde alcanza notoriedad, grandeza, memoria y leyenda. Es aquí, entre la gente, en boca y práctica dancística del pueblo, donde el Bolero se transforma en un lenguaje social poderosamente integrado con lo popular. Su origen arrabalero, tugurioso, clandestino viaja hacia su destino universal, festivo, callejero que lleva entre rituales que se fueron imponiendo con la fuerza cultural sólo posible en la necesidad expresiva de una poética del cuerpo y el definitivo triunfo del amor humano.

DE ORIGEN TORMENTOSO

Gobernada por las clases dominantes, la cultura de los pueblos es vigilada y asediada para castigarle todo signo de sensualidad posible con la hipocresía propia de la explotación. Los ojos sensores de cuantos se adoctrinan como agentes del prejuicio y la moralidad, sobre todo las iglesias (católicas), han desatado su pernicioso odio hacia lo sensible, sensual y amoroso. Su mirilla telescópica siempre estuvo colocada sobre la cabeza del baile. Todos los beatos religiosos desde la llamada Edad Media occidental hasta hoy han tenido sus cintas métricas morales dispuestas a medir los movimientos y distancias que el baile despliega. El objetivo principal de estos cancerberos no es otro que perseguir, asediar y asesinar el amor.

Entre todos los géneros musicales que se transformaron en ritmos bailables, el Bolero fue uno de los más perseguidos. Como su conformación musical se inició de un ritmo lento, cadencioso, llamativo, ligado a una literatura sencilla de significado poderosamente amoroso, de inmediato comenzó a ser aceptado por el pueblo y por ende a ser prohibido por las clases dominantes que lo encerraron en su redil de obscenidad. En épocas pretéritas del siglo XIX y XX era ilícito bailar Bolero en fiestas familiares, ni en las pistas de baile, pues no se consideraba un acto socialmente decente. De allí que su nacimiento se da en el mortecino aire de los antros, donde las andanzas licenciosas se imponen, en el apretado vaivén de los tugurios en los que se expresa el baile hacia la necesidad de una juntura obligada por la circunstancia y el devenir transitorio, o en el bar (llamado de malamuerte) donde la bebida alcohólica es la mediadora de relaciones basada en la expresión dominante del patriarcado que se impone implantando la figura masculina como regente de una violencia demacrada y la figura femenina subordinada a las órdenes y placeres del macho. No poca de la literatura que encarna el bolero en sus ritmos y géneros conexos proyectan una imagen de la mujer dominada, subordinada, esclava y por ende deplorable. Significa que el origen del Bolero es en esencia machista.

Desde el inicio su baile se tiene que practicar en la oscuridad (por obra de la censura), tal y como lo reza uno cantado por el boricua Tito Rodríguez. A media luz (como su primo el tango) el baile del Bolero se oculta del ojo prejuicioso, de la mirada maliciosa, de la vigilancia dogmática para darse el permiso de redescubrir a los seres humanos (en este caso, la pareja) en la posibilidad de una danza íntima, capaz de aproximar los cuerpos para el susurro, la confesión romántica, la declaración amorosa, el compromiso filial, el encuentro de una clave sensual infinita. Por esto fue condenado y perseguido, por ser vía para el encuentro social con el amor, para la materialización que sólo el pueblo puede producir. Porque siendo posible de ser bailado por las clases dominantes como añoranza del amor, sólo como pueblo se puede experimentar la humana posibilidad sensual del bolero como permanencia.

LA MUJER LE DA LA VUELTA

Toda realidad es paradójica decía el filósofo alemán Karl Marx porque suele producir su propia contradicción. Esto nos permite explicar el por qué, teniendo el bolero origen machista al proyectar una imagen dominada, subordinada y sumisa de la mujer, tenga en ella misma sus más elevadas manifestaciones. Hay muchas mujeres boleristas.



El bolero más versionado en el mundo lleva por título "Bésame Mucho" y fue compuesto por la mexicana Consuelo Velasquez. Otra mexicana de nombre María Grever es considerada una de las más grandes compositoras del género, teniendo en su haber piezas como "Júrame" y "Pequeña" entre otras. Y del canto hay todo un firmamento de estrellas tales como las cubanas Guadalupe Victoria Yoli Raimond "La Lupe", Olga Guillot, Olga Choren, Blanca Rosa Gil, Celia Cruz, mexicanas como María Luisa Landín, Sonia López, venezolanas como Estelita del Llano.

Mujeres éstas que terminan reivindicando con su canto a un ser femenino que fue vilipendiado en mucha de su literatura al vincularlo al arrabal, el bar, el servicio, la limosna espiritual y que por el contrario tuvo en sus voces lo mejor de la expresión bolerista. Estas mujeres hicieron del bolero machista el puente cultural para la transformación de la mujer en protagonista de su propio canto.

PIRELA


Con justicia, el recordado cantante venezolano Felipe Pirela es deplorado en la República de Cuba por haber interpretado una lamentable e indigna canción (compuesta por Billo Frómeta) en contra de la Revolución. Esta grave falla política le significa a su memoria, un distanciamiento irremediable de uno de los países, de una de las culturas, de uno de los pueblos esenciales del Bolero.


Sin embargo, pese aquel grave error político, Felipe Pirela es nuestro, es venezolano y es nuestra obligación reivindicar la dimensión trascendente de su obra bolerística y por ende humana. Nos toca perdonarlo.

Es importante decir que debido a la condición inicial clandestina del Bolero en sociedad, su desarrollo en la protección de su música era dificultosa. Desde el dueto o trío para el son y la guaracha hasta la orquesta clásica de salón o de rumba, pasando por los combos y las populares y queridas sonoras, el bolero era un ritmo accesorio, eventual, debido a la persecución por la moral en turno y sólo se promovían ritmos corporalmente sueltos y muy ligeros en su literatura. En no pocas fiestas de la sociedad burguesa, las orquestas contratadas debían pedir permiso para interpretar algún Bolero y la mayoría de las veces se ejecutaban a petición de los anfitriones. Cuando en una gran fiesta se tocaba un Bolero para ser bailado, era noticia de la página de sociales como un atrevimiento.

Por esta razón en las orquestas, sonoras, combos, hubo muchos rumberos que incluyeron piezas del Bolero para variar sus interpretaciones, aunque no era el fuerte. Agrupación musical cubana de mucha popularidad en el Caribe fue La Sonora Matancera como cantera de cantantes de varios países que podríamos catalogar de rumberos, merecumberos, guaracheros, charangueros. Sin embargo, estos cantantes incluyeron en sus repertorios piezas significativas del Bolero, pero a ninguno podemos darle el título de bolerista. Cuando alguno de aquellos cantantes declinaron con sus rumbas, terminaron refugiando sus carreras artísticas en el Bolero como es el caso de los boricuas Daniel Santos y Tito Rodriguez. Es por esto que el primero en América que mereció el título de bolerista (y tal vez el único) fue el cantante zuliano Felipe Pirela.

En sus inicios con la orquesta de Billo Frómeta y luego a fuerza de su empeño discográfico, Pirela se fue haciendo el máximo cultor del Bolero en América, desplegándolo desde todos sus nexos con otros ritmos; bolero-cha, bolero-mambo, bolero-son, bolero-ranchero, etc. Ningún cantante tuvo la voz ni el fraseo inconfundible e imprescindible para el Bolero de Felipe Pirela, es por esto que no tuvo imitadores. El inmortal boricua Hector La Voe realizó algunas piezas en homenaje a Pirela con la Orquesta de Willie Colón y el esfuerzo no pasó de ser una buena intensión.

Otro de los grandes logros de Felipe Pirela estriba en que con el cultivo de su voz contribuye a que el Bolero salga del bar, de la rocola, del tugurio oloroso a cigarro y licor para establecerse en la calle, en la pista de baile y en la fiesta familiar abiertamente. Gana entonces el Bolero con Pirela, la trascendencia como ritmo de los pueblos de Latinoamérica.

Hubo notorios cantantes que lograron significación cultural con sus interpretaciones del género Bolero que podríamos tildarlos de boleristas, a saber: los cubanos Orlando Contreras y Roberto Ledesma, el chileno Lucho Gatica, por ejemplo, quienes contribuyeron a juntar cuerpos para la condescendencia, la familiaridad o el amor, pero ninguno lo tomó como profesión de fe para su contribución cultural como el Pirela nuestro.

Y más allá del mes de Julio, cuando una pareja necesita de intimidad para trascender las fronteras de su propia experiencia, echa mano de cualquier composición de Chico Novarro, Armando Manzanero, Benito de Jesús, César Portillo de la Luz, María Grever, Isolina Carrillo cantada por cualquier Felipe Pirela del mundo, que alguna vez se detuvo en una esquina de nuestras vidas, para conmover nuestro corazón de pueblo.

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