lunes, 7 de agosto de 2017

GUAYABA LATIN JAZZ EN EL METRO DE CARACAS POR LA PAZ CONSTITUYENTE




Este escrito está dedicado a la memoria del Comandante Chávez
y al pueblo que somos.

El mes de Julio de 2017 será recordado en la Venezuela democrática y bolivariana como el tránsito más duro de todos cuantos hayamos vivido a inicios del siglo XXI. El primero de Mayo, muy acertadamente, el presidente de la República Nicolás Maduro Moros había decretado un proceso constituyente como alternativa ciudadana de diálogo, ante la escalada de violencia desarrollada por los factores opositores fascistas: detuvo una guerra civil esta oportuna decisión. La mayoría de la ciudadanía apta para votar, con un acatamiento sin precedentes, en medio de un silencio social conmovedor en resistencia y paciencia, se aprestaba a participar el día 30 de julio en la elección de quienes se postularon como constituyentistas. Resistimos las amenazas y los embates más violentos venidos del ala terrorista de la oposición que buscaba atemorizarnos, siempre con la intensión de sacar al Presidente Maduro del gobierno. 
 
El Metro de Caracas tuvo por igual, durante este mes, la continuidad y recrudecimiento de la situación más irregular jamás vista en su servicio. Actos de sabotaje se sufrieron, ataques venidos de las bandas terroristas minoritarias de la oposición y el cierre casi permanente de algunas estaciones. Montarse en el carril fundamental del transporte caraqueño, por primera vez desde su fundación en 1983, causaba angustia constante.

ORQUESTA DE TITO RODRIGUEZ
Ese día me aproximaba a la estación Bellas Artes, con la misma incertidumbre de las últimas semanas, cuando escucho que salía desde adentro, el sonido característico de eso que conocemos como “salsa”. Sonaban entonces los acordes musicales, muy bien ejecutados, de la legendaria pieza del músico boricua Tito Rodríguez llamada “Mamagüela”. Sólo melómanos y bailadores sabemos lo que significa esta obra maestra para quienes vivimos en el Caribe y amamos sus expresiones musicales. Cuando escuchamos Mamagüela, lo primero que se nos ocurre es buscar pareja para “mover el esqueleto” (como lo decían las abuelas en los años 60 del siglo XX) y recordamos los consejos armónicos del mismo Tito cuando nos dice en otra pieza: “Llévala pa’l rincón y apriétala / Buen amigo ten presente / y apréndelo sin temor / si es buena la bailadora / apriétala en el rincón”. Me dejé llevar por aquel sonido abrasador y decidí detenerme por unos instantes que se hicieron un buen rato.

De principio no se veía el grupo musical. El usual buen número de personas que siempre se deja llamar por esta música que nos identifica, protegía culturalmente aquella fiesta. A los músicos los tenían rodeados. Con sólo mirar a los participantes de esta velada, inmediatamente notamos la clave musical ejecutada, en el chasquido de los dedos, en la punta del zapato que sube y baja, en las caderas que rotan suavemente, en las cabezas que se mueven desde el cuello. Mujeres y hombres estaban a punto de bailar. Emulando a la orquesta de Tito, con Mamagüela en plana sala, a este grupo le sonaban dos instrumentos de viento que le son característicos: el saxofón de Eliécer Navas y la trompeta de Hoosman Ramírez quien evocaba al “Mr. Trompeta” Rubén Chaparro, venezolano que se hizo leyenda con la orquesta del boricua Ricky Ray y su ritmo Jala Jala
 
Quienes hemos escuchado (y bailado) una y mil veces Mamagüela, sabemos también que es un toque de diana cultural; un llamado al baile y al bailador; el anuncio más sublime a rendir culto al Caribe nuestro, ligado a sangre y fuego con la intransigencia indígena del grito de “¡Ana Karine Rote!” lleno de flautas y maracas; con nuestros negros africanos rebelados en quilombos y en rochelas pobladas de tambores permanentes; con nuestra España venida al Amáraka originaria, inyectada del cantejondo árabe y también de hambrunas, rebeliones y el rasguear añorante de las cuerdas de una guitarra. El líder Simón Gelder, vacunando el ritmo con la clave en la campana y la rotación maravillosa de ese cuero llamado bongó, integraba (intuitivamente) toda esta historia antigua para volverla guía percusiva de las notas y del posible baile.

El final de la pieza Mamagüela es siempre apoteósico: así lo planeó el maestro Tito. Como nadie la bailó en esta oportunidad, el disfrute de este final fue distanciado por la admiración y el aplauso, cuestión que es muy válida. Quienes la hemos bailado, terminamos desbocando el disfrute en sudores, respiraciones compulsivas de gozo, jolgorios orgullosos de ser latinoamericanos. 
 
Los cantantes del grupo, que también hacen de mediadores culturales en la veleda, nos agradecieron todo y nos recordaron que el grupo se llama: “Guayaba Latin Jazz”. Entre cada pieza, Juan Pérez y Alejandro Moreno no sólo cantaban sino que animaban a la audiencia con llamados al disfrute y a proteger, escuchar, disfrutar y promover el talento venezolano. Llamado que aplaudimos con respeto.

El director musical y pianista Anderson Maita, levantando la mano para señalar el comienzo de la siguiente pieza, provoca el un-dos-tres en la irrupción que nos saca de la espera. Evoca a Eddy Palmieri o al Pappo Luca o a Larry Harlow. Se siente la presencia eterna del bigotón Fideas Danilo Escalona quien acuñó el término Salsa con su programa radial de todos los mediodía en los años 60 del siglo XX. En cada calle, donde se despliegue cualquier sencillo tambor, acompañado de un Tres y una maracas, hasta la presencia de un grupo como Guayaba Latin Jazz o una Orquesta caribe como aquella monumental de Tito Rodríguez, siempre será “La Hora de la Salsa, el Ritmo y el Bembé” que inmortalizó a Fideas. 
 
El timbalero de Guayaba, Luis Urbina, se abre paso en un “solo” que hace de otra de las piezas un vibrante armonizar de su talante. Igual ocurre con Franklin Peña cuando dibuja con sus manos danzantes la presencia de la tumbadora para recordarnos que a esa África negra pertenecemos y la llevamos en la sangre. Y allí se escuchan los ecos del bigotón fraseando ese ritmo latente en quienes miran, se admiran y disfrutan. 
 
En el Son cubano están las raíces de toda esta fusión, y en la genialidad del guaguancó escrito por el cieguito cubano Arsenio Rodríguez está la consagración que tuvo a la ciudad de Nueva York como cuna, pero debemos decir que lo que llamamos SALSA tiene su origen en Venezuela. En la llamada Babel de Hierro le dieron la posibilidad comercial, pero en esta Venezuela afrocaribeña la hicimos CULTURA.

MARIA CALLAS
La influencia musical integrada para cualquier agrupación, la proporciona el instrumento llamado Bajo. Todas las culturas musicales han fabricado instrumentos para consagrar su importancia. Toda clase de cajas de resonancias hechas de madera o metal para reproducir el sonido grave, han hecho de los artesanos populares de la música (luthieres) un dechado de genialidad, hasta llegar al gigantón llamado Contrabajo que se gravó con tinta indeleble en la historia profesional del sonero venezolano Oscar De León. Sin el bajo las corales chillan, los orfeones pegarían alaridos, las orquestas se oirían asaltadas por ruido y vacías de su asiento fundamental. La base que amalgama a todos los instrumentos del Jazz es el Bajo. El instrumento que permite al Jazz juguetear con la improvisación de todo el Universo es el Bajo, quien se mantiene firme, con el sonido en la tierra, mientras los demás instrumentos danzan por el cielo como quieren. En Guayaba Latin Jazz la tarea esencial de sonar este instrumento la tiene Premmlin Villamizar y no es nada casual que preste su sapiencia al arreglo de todas las piezas que escuchamos.

No es de extrañar que lo escuchado esta tarde sea lo que conocemos cariñosamente como un “ventetú”. En las últimas tres décadas, Venezuela se ha transformado en un potencial musical difícil de igualar por otra cultura; era algo esperado. Que se reúnan los músicos de cualquier género, de los tantos habidos en esta tierra de sinfonías, para cumplir con compromisos culturales itinerantes, es lo más común y digno que existe en el terreno cultural. La reunión presenciada esta tarde, (tal y como la cantara Cheo Feliciano con la Orquesta de Joe Cuba: “A las seis es la cita / no te olvides de ir”…) fue de antología ciudadana y nos permitió desde la Coordinación de Cultura del Metro de Caracas, incorporarnos a la Salsa del Pueblo que nos trajo Guayaba Latin Jazz, en pleno proceso constituyente que terminaríamos ganado el domingo 30 con más de ocho millones de votos por encima de cualquier amenaza. Frente a la apoteosis de aplausos, los cantantes Juan y Alejandro pidieron parejas de baile para sus últimas canciones, que no se sucedieron, no por falta de ganas, sino por ese respeto sagrado que profesamos por las instalaciones del Metro. Sólo los terroristas se han atrevido a irrespetar y maltratar a este recinto que transporta a nuestra buena ciudadanía.

Con estos espacios culturales también contribuimos a derrotar la detestable guerra a que nos quieren obligar los fascistas y que este pueblo no desea. Los pueblos anhelamos siempre el diálogo de Paz y en nuestra Salsa musical está una de las mejores palabras que podemos incorporar para fortalecer el acto de vivir en democracia, porque no hay nada más democrático en este mundo, que bailarse la calle a ritmo de Salsa.

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