dedicado al centenario de la gran revolución bolchevique y
a las revoluciones que hoy se abren paso...
En el principio del universo fue el Gran Gusano Blanco. Siempre baboso como hoy, acaparaba la luz y los colores. Era inmensamente blanco, tanto, que no daba posibilidad de la sombra. Iluminaba para gobernar y hacer creer que era lo único; que era único.
De la babosidad flatulente del Gran Gusano Blanco, salían gusanos enanos que acaparaban la atención de la infinitud. Gobernaban cada formación diferente creada por el universo y la esclavizaban. Con una risa estruendosa, el Gran Gusano Blanco expandía su baba, para imponer un dominio omnipotente a través de sus gusanos enanos.
Si el universo enviaba ecos de esperanza, de inmediato los gusanos enanos actuaban y exterminaban estos ecos. Si el universo lanzaba rayos de solidaridad, los gusanos enanos inventaban una mazmorra para encarcelar esos rayos condenados a ver morir su potencia. Si el universo soplaba alientos de alegría colectiva, los gusanos enanos buscaban estos alientos y los aplastaban con sus pequeñas babas para luego enterrarlos en sepulturas secretas.
El Gran Gusano Blanco se revolcaba plácido por todo el universo al creerse perfectamente blanco.
Era confiado el poder del Gran Gusano Blanco hasta que un día observó que apareció una mancha en su cuerpo baboso. Su primera reacción se pareció al terror pero calmó inmediatamente. Pensó (¡Pensaba el Gran Gusano Blanco!): “Un ser tan poderoso como yo no puede sentir terror”. Luego de pensar salió de su boca pestilente una sonora carcajada que impregnó de miedo a todo el universo.
Quiso dormir el Gran Gusano Blanco pero la preocupación por aquella mancha que crecía en su cuerpo le impedía inventar el sueño. Le perturbaba que no tenía forma aquella mancha y el color era “su contrario”. En aquel despertar eterno que no podía impedir, que le molestaba, vio como la mancha crecía en su cuerpo hasta convertirse en una especie de vello. Fue creciendo y tornose de color rojo.
El Gran Gusano Blanco desesperó y fue a hablar con Dios quien se encontraba durmiendo en sus cielos. No recibió respuesta. Aquella cosa que invadía el cuerpo baboso del Gran Gusano Blanco se transformó en un manojo de pétalos de color rojo sostenidos por un tallo verde lleno de puntiagudos aguijones. Su desespero era tal que el Gran Gusano Blanco dio saltos por el universo hasta despertar al mismisimo Dios. El Ser Supremo lo miró con ojos adormilados y le dijo entre bostezos: “Cálmate, no es más que una Flor Roja”. Dios continuó durmiendo.
Con aquella Flor Roja el universo conoció la belleza. La Flor era poseedora de una savia roja que corría por su tallo y sus pétalos y alimentaba una población de peces rojos que nadaban a placer y se comían a los gusanos enanos. La Flor Roja creció tanto dentro del cuerpo del Gran Gusano Blanco que éste comenzó a enfermar y a partirse por la mitad al emanar aquellos bellos pétalos rojos al llamado del universo. Los gusanos enanos vieron afectada su tarea de corrupción en la medida que el Gran Gusano Blanco veía cerca su final.
Cuando ya estaba en su último suspiro y los gusanos enanos también sucumbían, el Gran Gusano Blanco decidió invadir el cuerpo de la Flor Roja al ordenar a sus gusanos enanos sumergirse en su savia roja: ¡Era inteligente el Gran Gusano Blanco! Los peces rojos creyeron que era un suicidio y se apresuraron a comerse aquellas babosidades pero los gusanos enanos tenían una extraordinaria capacidad de imitación que los transformó en peces rojos por fuera pero continuaron siendo gusanos blancos por dentro. Los peces rojos, afectados por un espejismo, se sorprendieron al ver que se comerían a una especie de nuevos hermanos y se abstuvieron.
El Gran Gusano Blanco logró recuperarse del malestar cuando algunos de sus gusanos enanos (ahora peces rojos) nadaban a placer en la savia de la Flor Roja y reproducían secretamente más gusanos enanos que comenzaron a comerse a los peces rojos, incluso, la afectación fue tan grande que hubo genuinos peces rojos que se transformaron paulatinamente en gusanos enanos. La Flor Roja también comenzó a enfermar aunque el Gran Gusano Blanco estaba sentenciado con una metástasis terminal.
Del confín del universo llegó el luminoso Pájaro de Fuego de los Pueblos para alimentarse de los pistilos de la Flor Roja y así polinizar al universo. Flores Rojas nacieron del polen repartido por el Pájaro de Fuego de los Pueblos que se extendió hasta el infinito para ayudar a la Flor Roja originaria a destruir al baboso Gran Gusano Blanco. Cada Flor Roja nueva llevaba en su savia roja un excelente y numeroso cardumen de peces rojos y también tenía gusanos enanos contaminados por la baba del Gran Gusano Blanco. No pocas veces los gusanos enanos transmutaban en falsos peces rojos para enfermar a la Flor Roja. Hay Flores Rojas en el universo que tienen en su savia tal cantidad de peces rojos falsos, que parecen sanas, rozagantes y en realidad no lo están: llevan dentro una peligrosa enfermedad.
En su tránsito moribundo, el Gran Gusano Blanco clamó por la ayuda de Dios y éste cada tanto abría uno de sus ojos, sonreía, balbuceaba una conseja inentiligible y continúa durmiendo (y hasta roncando) en la eternidad.
Mientras el Gran Gusano Blanco moría inexorablemente debido al trabajo de las Flores Rojas, en las savias rojas había una lucha entre los peces rojos que ya casi no se comen gusanos enanos, porque se han transmutado en falsos peces rojos. Ya hay Flores Rojas que han muerto convertidas en muchos gusanos enanos.
Hay el peligro de que se forme un gran ejército universal de gusanos enanos que enfermen y maten a todas las Flores Rojas. Luego acabarían con el Pájaro de Fuego de los Pueblos. Este sería el fin del universo.
Muerto el Gran Gusano Blanco, muertas las Flores Rojas, muerto el Pájaro de Fuego de los Pueblos, el universo sería un gran nido de gusanos enanos.
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