domingo, 18 de febrero de 2018

“¡ME LOS RASPO A TODOS!”


Sólo una cosa no hay: Es el olvido”


Jorge Luis Borges


El Comandante Hugo Chávez supo aprovechar el poderoso estado tecnológico del mundo en el siglo XXI, para quedarse en el imaginario de la gente, en todo sitio hasta donde llegó su influjo; y el mundo de este siglo decisivo para la humanidad, también se entregó, mientras pudo, a los encantos de un personaje inédito que salió de las catacumbas del pueblo venezolano. Cuando era Presidente, una tarde Chávez, en su querido y admirado programa televisivo, quizás cansado ya de que le llegaran las innumerables quejas de la gente frente a las ineficiencias y venalidades de funcionarios de su gobierno, que gozaban a costa de su prestigio, configuró una feroz autocrítica que finalizó señalando con su mirada y palabras a los partidarios que lo veían atónitos. El Comandante finalizó su dramático llamado amenazando: “¡Me los raspo a todos!”; en clara alusión a que sacaría del cargo a los responsables. Esto le costó no pocas acusaciones de los reaccionarios que editaron esta última frase, para señalar los acostumbrados lugares comunes. Sin embargo, muchos pensamos expectantes: “Al fin Chávez va a sancionar a alguien de su tren ejecutivo”. No fue así. No tuvo el tiempo. Continuaron los enroques y salidas silenciosas.
Hoy que el Presidente Nicolás Maduro anuncia que “se robaron un millón de bolsas del Clap” entramos inevitablemente, por obligada conciencia ciudadana, en un asombrado estupor. Mil preguntas debemos tener quienes somos sus partidarios. Entonces resuena en nuestra mente el recuerdo de aquella frase del Presidente Chávez: “¡Me los raspo a todos!” y nuevamente un sentimiento de consternación nos asalta. Frente a la terrible guerra que estamos viviendo, tan denunciada por el mismo Presidente Maduro, que suceda algo tan monstruoso debe ser revisado imperativamente hasta la última consecuencia. No es posible que se hayan robado la comida del pueblo y “no se raspe a nadie”. Que hayan hurtado esa cantidad inmensa de comida del pueblo y no caiga ninguna cabeza ejecutiva llama la atención, preocupa y debe ocuparnos comunitariamente. Que haya robos del erario, de los bienes colectivos, es ya cosa ordinaria en la historia de los pueblos y de los países; extraordinario es que haya un gobierno que busque el castigo de los culpables y lo haga cumplir. “¿Quiénes fueron? ¡Los quiero presos!”- dirían algunas señoras de Catia, de El Cují, de El Saladillo, de Venezuela, que son las que están enfrentando directamente la guerra económica. “Que actúe el Fiscal, como mínimo”- dirían.

Y no nos vengan a decir que la culpa es de “los bachaqueros”: eso huele a “tongo”, a “chímpiti-chámpata”; huele “Songo le dio a borondongo...”; huele a que siempre culpan al pueblo de los golpes que otros le dan. Esto es cuento viejo, como decía el poeta español León Felipe: “Y sé todos los cuentos”. A ese ejército de miserables vendedores ambulantes que llaman “bachaqueros”, los organiza alguien o algunos, los amamantan, les dan el ejemplo con la discrecionalidad, la ventaja, el privilegio, la burocracia, la mano oculta. Sabemos del oligarca que comanda la pandilla mayor de millonarios que se están enriqueciendo con la especulación de capitales y esta Red de traficantes de alimentos; los amos de la guerra interna y externa que pertenecen a la burguesía los sabemos pero, ¿Y los cachorros que se aprovechan de su proximidad a los cargos públicos? ¿Los sabemos? Y más allá, ¿Quién organiza las mafias que median descaradamente los productos del CLAP? Esa noticia del Presidente ya la sabíamos o sospechábamos, porque como parafraseaba en la Biblia el mismo Comandante Chávez: “El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga”; porque si hay pueblo que ve es éste, y en estos momentos más. ¡Carajo!

Cuando evoquemos al Libertador, pensemos que él tomó las más duras medidas contra quienes robaban los bienes del pueblo, sobre todo en tiempos de guerra. Y no decimos esa frase gastada: “ya es hora”, no; siempre ha sido y será la hora de tomar medidas, de dar el Golpe de Timón, de castigar a quienes se aprovechan de los cargos públicos para hacer lo que siempre ha pasado. El Nazareno decía: “Quien mucho me nombra no está conmigo”; hay que actuar contra los sinvergüenzas. Castigo a los responsables de estos desmanes y ya está. Y rectificar de una vez por todas porque nos terminará castigando el porvenir.





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