lunes, 21 de mayo de 2018

LA ETERNA PREGUNTA POLÍTICA DEL ¿QUÉ HACER? LUEGO DE UN 20 DE MAYO DE ANTOLOGÍA


Definitivamente y sin jactancia, en Venezuela pareciera estarse jugando el destino democrático de la humanidad y varias reflexiones nos asisten. En la realidad de la patria de Bolívar gravitan un conjunto de tensiones sociales de carácter dialéctico, de poéticas estupendas y elevadas por las circunstancias que las originan. También pareciera peligroso jugar a quien acierta el vaticinio y cae en el lugar común del “resultado esperado”, conducta que asiste desde el primer momento al sector opositor y a sus mentores mediáticos. ¡Muy grave para ellos! Nada más alejado de la verdad el hecho de que este resultado era el esperado, porque detrás de sus indicadores aparentes se encuentran las claves de una política para el porvenir del pueblo venezolano y de los pueblos del mundo.


Lo primero que salta a la vista como innegable es la acción de sufragio de venezolanos y venezolanas que apostaron a decidir desde su deliberación ciudadana. Un cuadro de ocho millones y más de votantes sufragó para valerse del Poder Electoral y así expresar su decisión. Uno de los grandes valores que tiene esta acción es que se produce en medio de una sostenida y criminal guerra económica cuyos efectos tienden a ser difíciles para la mayoría de la población; aunado a las amenazas internas y externas de todo tipo contra los poderes legítimos de la Venezuela democrática, con énfasis en su Poder Electoral.


El que la decisión de reelegir al Presidente Maduro cuente con el apoyo redondeado de cerca de seis millones de partidarios es también un resultado asombroso, dada la abominable campaña de descrédito a la cual ha sido sometida la imagen personal y prestigio político suyo y de sus compañeros por parte de las maquinarias de guerra no convencional, apostadas en diversos lugares del norte capitalista, controlados por el imperio gringo y no pocos gobiernos europeos que incide internamente. Conservar con tal solidez numérica y cualitativa esa decisión a favor y a pesar del criminal bloqueo económico y financiero a que ha estado sometida toda Venezuela y que cuenta con el apoyo incondicional de las clases burguesas del patio y de sus cipayos políticos regionales, es un logro que sólo una mente obtusa puede subestimar; además de contar el Presidente electo con un partido como el PSUV, cuya militancia se movilizó en medio de amenazas de todo tipo que suponen una valentía política fuera de serie, como ratificación definitiva de que la paz política lograda desde el julio de 2017 no es ningún cuento de camino. Y tampoco es para desestimar el hecho de que existe un espacio donde los partidos que participan en el Gran Polo Patriótico se incluyen con un activismo permanente de apoyo consciente y crítico a la gestión del Presidente Maduro como muestra de unidad y consenso. Sólo la brutalidad y soberbia imperial pueden subestimar este cuadro favorable a su continuidad presidencial.


Insoslayable es el papel de la Fuerza Armada Bolivariana en el posicionamiento y legitimación cada vez más creciente del Poder Electoral en Venezuela, en todo el Poder Moral bolivariano y en el destino de la democracia y la paz en favor del pueblo que somos. Probable es que a los militares venezolanos de todas las fuerzas aún les vengan momentos cruciales que prueben su vocación cívica y democrática, sin embargo, el protagonismo de todos los contingentes ha sido históricamente apegado al pueblo que les enorgullece en los últimos quince años. Mientras en otros pueblos del Abya Yala el ruido de sables es una constante de amenazas internas a la seguridad de los procesos democráticos, en Venezuela, por el contrario, el alto mando militar y sus fuerzas subalternas han cumplido constitucionalmente y su participación protagónica ha sido la que el comandante Chávez les pronosticó a través de la unión cívico militar. La soberana y digna posición del Presidente Maduro frente a los arrogantes y desafiantes factores imperiales ha sido apoyada sin restricciones por una Fuerza Armada fortalecida como el pueblo que es. Del respeto a la decisión del pueblo venezolano este 20 de mayo, el alto mando militar se ha hecho portavoz con una dignidad de pueblo.
 
Poco más de dos millones de electores que muestran su desacuerdo con la gestión del Presidente venezolano se atrevieron a abrir un espacio novedoso al utilizar con legítimo ejercicio deliberante su Poder Electoral para disentir en buena lid ciudadana con variado criterio, apoyando dos opciones emergentes. Tampoco es nada desestimable el dimensionamiento de este inusitado espacio, que toma cause al margen de la oposición tradicional, casada con la violencia, el terrorismo, la destrucción, el golpismo, el intervencionismo externo y cuya decisión de no participar en estos comicios los coloca al borde de un nuevo suicidio político. Echados por sí mismos al silencioso cesto de basura politiquera, conocedores de su impopularidad casi definitiva en el seno del pueblo, están en un peligroso juego (declarando la erosión política del gobierno) de desgastar a la democracia venezolana, al diálogo y a la paz. Quienes añoran y anhelan una “oposición democrática” pudieran estar viendo en esos dos millones de votos, su germen de crecimiento futuro, siempre y cuando desaparezcan o se debiliten definitivamente los partidos de oposición golpista y cipaya.


La manifestación electoral que debe tener preocupados a todos cuanto creen en la continuidad democrática (sobre todo con el Presidente Maduro en el gobierno) es la abstención evidenciada de forma contundente durante estos comicios. Como todo cese de la participación está cargada de una estupenda incertidumbre que pudiera tener dos bifurcaciones a reconocer sin cegueras, ni ilusiones, ni necedades politiqueras, a saber: se trata de una manifestación genuinamente política y en este momento se debe considerar de esta manera: es imprescindible hacerlo. Si algo ha logrado este proceso bolivariano con Chávez, Maduro y el pueblo a la vanguardia, es la recuperación del acto político como espacio imprescindible para el devenir ciudadano. De ser un pueblo, para el año 1988, herido gravemente en su creencia en lo político, a la vuelta de los diez siguientes años se transformó en el pueblo más politizado de la Pacha Mama y lo dice a las claras la respuesta democrática de este 20 de mayo de 2018. Si algo desean los cipayos de la politiquería interna y la gendarmería imperial es que el pueblo venezolano renuncie al poder político que ahora detenta y a la democracia que fortalece cada día más. Sería un grave error de las fuerzas que apoyan al gobierno que tomen esta abstención de la misma manera a como la tomaría de seguro la oposición cipaya. Hay un sentido político supremo en esta abstención que hoy tiene muchas claves para el porvenir de las luchas mundiales.


El otro factor importante de esta abstención es el tratamiento político que se debe ofrecer a la incertidumbre misma. Uno de los graves problemas de muchos practicantes de la política es que les encanta moverse en el terreno de las certezas pero son incapaces de coordinar en las arenas de la incertidumbre, cuando esto último comprende el verdadero arte. La grandiosa incertidumbre en que esta acción electoral abstencionista ha montado al ejercicio político en Venezuela es similar a estar montado a pelo sobre un brioso caballo, necesitados de colocarle las bridas, la silla, el estribo, sin bajarse ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo hacerlo sin renunciar a la democracia, a los derechos ciudadanos, a la paz, al diálogo? ¿Cómo hacer para reincorporar a esos compañeros y compañeras de viaje revolucionario que ahora están en ese poderoso espacio de disenso? ¿Cómo llamar de nuevo a ese pueblo golpeado y arrecho por una guerra que ve solamente en la ineficiencia del gobierno ante las medidas urgentes? Una ventaja ante esta grandiosa tarea de genuino porvenir pudiera estar en que la oposición violenta ahora mismo estaría pensando en que si hubiera participado ganan las elecciones del 20 de mayo: ¡Craso error!


Aportando a algunos deberes hacia un aproximación con esa abstención, pudiéramos decir que el Presidente da en el blanco cuando pronostica insistir en los procesos de diálogo. Nada más sabio. Aunque este diálogo debe tener algunas características: 1° debe ser un dialogo, no sólo hacia los factores de afuera sino (y sobre todo) hacia los factores políticos internos al proceso bolivariano pues hay que procurar fortalecer la unidad erosionada, en base a propuestas de salida a los problemas de manera compartida; 2° debe ser un diálogo que llegue (de manera creativa y metodológica) a los sectores del pueblo que somos (del que pone y quita los votos); un diálogo con las amas de casa, con los empleados públicos, con los obreros, con los campesinos, con las comunas, con los indígenas, con las feministas, con los niños y las niñas, con los jubilados y jubilados, con los profesionales y técnicos y sobre todo, un diálogo con los jóvenes de todos los sectores sociales, quienes se encuentran en una grave encrucijada humana y social, ante una guerra que creen no les pertenecer porque no la merecen y atenta contra su porvenir, para nadie es un secreto que la abstención de este 20 de mayo es abrumadoramente juvenil; 3° debe ser un diálogo que no esté previamente cocinado, más bien un diálogo que surja de la necesidad de escucharse mutuamente, un diálogo que contenga la poética del político-pueblo hacia el pueblo-político y que fortalezca mucho más el ejercicio militante en autonomía participativa; 4° debe ser un diálogo donde resulten acuerdos para la solución de los grandes problemas y el gobierno y sus factores políticos permitan que el pueblo participe en la solución, incida y decida; 5° debe ser un diálogo que no subestime al pueblo, que no le robe su palabra, que respete su código de lenguaje, que discuta la metodología, que pregunte al pueblo en vez de llevar la respuesta cocinada, que permita al gobierno mandar obedeciendo, un diálogo con ternura que reconozca al otro como legítimo; 6° debe ser un diálogo que jamás se parezca al diálogo farsante de los partidos de la oposición violenta y cipaya; 7° debe ser un diálogo que convenza a los sectores que votaron de que ese acto de abstención no significa haberse negado a la política sino por el contrario, de que se trata de una manifestación de genuina deliberancia que busca otros caminos de diálogo y participación que no se están viendo ni comprendiendo.


Parados frente a las amenazas del imperio capitalista y sus agentes para la guerra convencional, los resultados de esta contienda pacífica, cívica y democrática parecen tener como objetivo, mostrar la paradoja de poner en ascuas tanto a quienes participan del proceso bolivariano como a los enemigos de ese pueblo que se manifestó. Aquel ¿qué hacer? que llenó de prestigio al célebre político ruso Lenin a inicios del siglo XX, es la pregunta inagotable que se hacen hoy todos los factores políticos acerca del destino político de Venezuela. ¿Qué hacer más allá del diálogo? Se la preguntan en las covachas del imperio desde su batería de misiles nauseabundos; se la preguntan los cipayos en su genuflexión de moribundez política irremediable; también se la preguntan los militantes que participan activamente en el proceso bolivariano; sin embargo, donde esa pregunta cunde como un susurrante clarín de complejidad política es en ese pueblo que viaja apretado en las busetas, caminando trechos, haciendo colas para el pan o las medicinas; ese pueblo mayoritario de mujeres y hombres que al día siguiente de escuchar los resultados en la voz de la doctora Tibisay Lucena, pudiera estarse sintiendo cada vez más consciente de tener en las manos un inmenso poder político, electoral y democrático al que sólo le falta la incorporación en la plena participación directa en la solución de los problemas. Quienes acompañen a esta vital pregunta con el surgimiento de otras preguntas igual de importantes, y así librarlas sintiéndose pueblo, pudieran estarse aproximando a salidas históricamente extraordinarias.


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