miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA DOCENCIA INSTIGADORA


Todas y todos desde que llegamos del cosmos a la barriga de la madre somos potenciales educadores y educadoras. Los procesos de aprendizaje que se despliegan en ese nicho vivencial son inimaginables y maravillosos; desde ese justo momento nos graduamos de educadores y educadoras. Aprendemos de nuestra madre las señales trascendentes del vivir y nuestra madre aprende de nosotros y nosotras la infinita memoria del universo del que alguna vez llegó. Es certero el maestro brasileño Paulo Freire cuando dice que “nadie educa a nadie, nadie se educa solo, nos educamos en comunión mediatizados por el mundo”. Cualquiera educa pero no todos educamos intencionadamente y para eso están los espacios reconocidos como educativos, en los cuales existen despliegues metodológicos para dinamizar el aprendizaje. En estos espacios educativos gravita la educación formal y en ésta se implica la docencia. Esto quiere decir que todos podemos ser educadores y educadoras en distintos contextos pero no todos ni todas somos docentes porque la docencia supone un acompañamiento de intencionalidad delimitada a procesos formales de la educación.

La docencia debe ser educativa pero no toda docencia despliega las bondades y maravillas de la educación; por el contrario, la influencia histórica que la pedagogía ejerce sobre la docencia hace que el ejercicio docente tenga fuertes tendencias autoritarias debido al origen irremediablemente patriarcal de toda la pedagogía. Encerrados en un currículo rígido, políticamente impositivo, reproductor de los modelos de poder y dominio, los y las docentes ejercen su profesión desde la instigación. El estado pedagógico que les impone ejercer la represión en todos los sentidos de su ejercicio, hace que se vean en un teatro de guerra, en un estado bélico, en donde los alumnos y alumnas son un enemigo potencial.

En el libro El Valor de Educar, el filósofo español Fernando Savater, relata la experiencia de M. Steiner en su primer día de escuela, cuando el maestro los recibe en el patio y les espeta con rigor: “Caballeros, a partir de este momento, o ustedes o yo”. Toda la docencia del siglo XX, sobre todo muy influenciada por la masificación educativa que nos dejó la llamada postguerra, fue formada con esta fuerte noción de belicismo. Cada docente fue instruido en que está en un campo minado y cada uno de sus alumnos y alumnas son minas por desactivar. Cada mina desactivada es un individuo gravemente lesionado en su criterio y creatividad, dispuesto a reproducir el modelo (represivo) de dominación: pobres de los que no se dejen desactivar. Los sistemas y subsistemas escolares son inmensos campos de batalla en donde se procura que el docente gane la guerra de dominación y los niños, niñas y adolescentes pierdan la posibilidad de incidir sin docilidad, con espíritu crítico, mente abierta y plena creatividad.

Siguiendo a Clausewitz, la guerra planteada en la educación formal es política; esto lo saben los docentes, mas los y las estudiantes lo desconocen. Una de las armas esenciales del docente para ganar esta guerra política (siempre pedagógica) es la instigación. Las y los docentes practican la instigación con un sentido bélico-político que resulta ser monstruoso, letal, dañino en la formación de los niños, niñas y adolescentes. En todos los niveles educativos de las llamadas escuelas inicial, primaria y secundaria en sus distintas variantes, las y los docentes utilizan la instigación para dominar-domar-amansar-docilizar-castrar. Siendo el centro del ejercicio educativo, del conocimiento y del aprendizaje, las y los docentes utilizan la instigación en sus relaciones con todos los sujetos del proceso en contra de cada alumno o alumna. Entre los aliados del docente se encuentran la familia (padres, madres, representantes o responsables), autoridades educativas internas y externas, sociedad en general.

Es común ver a las docentes de la educación inicial o los y las docentes de primaria en las puertas de sus ambientes de clase o en la reunión trimestral, instigando sus versiones del proceso educativo con los padres o las madres en contra de los alumnos. Por lo general, la instigación tiene varias pautas que cumplir, a saber; 1º Se hace a espaldas de los estudiantes; 2º La razón que asiste al docente es indiscutible e incuestionable; 3º (En algunas ocasiones venturosas que les permiten prepararse) Algún estudiante ha recibido una amenaza previa de la instigación; 4º La instigación siempre es de finalidad represiva; 5º El objetivo inmediato es enemistar al padre o madre con el alumno o alumna; 6º El propósito final es que se evidencie un cambio de conducta en el alumno; 7º La instigación exonera de responsabilidad (bélica y por tanto pedagógica) al docente y traslada el escenario de guerra a la relación padre-madre-hijo-hija.

Ejercicio ratificador de esta situación es pararse en el portón de salida de una escuela y escuchare las (no pocas) reprimendas de madres y padres en contra de sus hijos (algunas con violencia física) trasladando las amenazas del aula al nicho familiar. Las amenazas paterno-maternales van desde “quitarles” el televisor o los juegos de video (favor que les hacen), hasta la eliminación de paseos, salidas recreativas, encuentros con amigos, compras de ropas favoritas o souveires y otras prebendas. Causa risa escuchar, a viva voz, a docentes diciendo  padres y madres: “¡Quítale el televisor!”, como si esto fuese la solución mágica para los problemas educativos. Cosa grave es que esta instigación se realice en presencia del estudiante y delante de todo el mundo.

CASO

Parado en una casa cultural, en donde funciona un preescolar, en una especie de patio, observo que un adulto con su hijo de la mano escucha el supuesto mal rendimiento de boca de la maestra. Quienes estamos alrededor escuchamos al igual que el niño, quien está cabizbajo. Luego el padre lleva a su hijo y sin mediar preguntas, indagaciones o cualquier otra situación de diálogo, amenaza al niño con quitarle lo que más quiere. A mi alrededor y habían siete parejas de madre-padre-hijo en la misma situación.

¿INSTIGACION PARA SIEMPRE?


La instigación docente va horadando con graves efectos el alma estudiantil y ciudadana. La situación empeora en la educación secundaria donde a los docentes se les cree infalibles. Los resentimientos que deja esta actitud pedagógica afecta a los estudiantes en sus procesos lectoescriturales, su amor hacia los procesos de conocimiento, aprendizajes e investigación. Por fortuna, no toda la educación es así, ni toda la docencia, pero hacen falta transformaciones urgentes.

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