miércoles, 7 de noviembre de 2018

WILLIAM MANTILLA: “SIEMPRE AQUÍ”





Haber participado en las luchas sociales de Venezuela  con un camarada como William Mantilla es haber aprendido que la muerte no existe porque luchar colectiva y comunitariamente desde la dimensión política en favor de las clases populares que somos significa espantar la noción de muerte creada por los grupos hegemónicos con el turbio objetivo de que los hombres y mujeres del pueblo que somos doblen la cerviz y mueran pronto sin haber luchado por la vida.

APRENDIMOS LA CLAVE DEL 27-F

Seguramente aprendió temprano en su pequeña patria, la parroquia La Vega, acerca de la importancia política de la discreción; es por esto que de sus inicios en la lucha conocen sus camaradas más cercanos que seguramente dan testimonio de su acerada formación permanente, tenaz y solidaria que posteriormente le conocimos. Sin embargo encontramos al camarada William conformando aquel estupendo colectivo de luchadores y luchadoras sociales que se llamó LOS FACTORES DE LA YAGURA que se organizó un mes después de acaecidos los sucesos del 27 de febrero de 1989. Allí confluyeron organizaciones sindicales, sociales, religiosas, gremiales, estudiantiles, culturales y partidos políticos de todas las tendencias de la izquierda que, como sucedió en toda Venezuela, estaban dispuestos a continuar capitalizando el legado histórico de años de lucha de todo el pueblo organizado y percibían que los días de la Cuarta República estaban contados.

Una organización laboral resalta en esta estupenda historia y sería limitante no reconocer la huella labrada por los compañeros y compañeras del Sindicato de Telares Los Andes SINTEXCONF en cuya sede todos los jueves, durante ocho años se reunieron esta pléyade de militantes de la revolución venezolana que contó con la participación constante y activa del camarada William Mantilla. Salvo alguna actividad que por esos días, este valioso camarada tuviera asignada, todos y cada uno de aquellos jueves de cada uno de esos ocho años, William estuvo presente sin que mediara ninguna dádiva o interés parcial o sectario o jugosa dieta parlamentaria; sólo el profundo amor que tuvo por su pueblo, su alto y evidente aprendizaje político y el logro en el porvenir de una revolución para su pueblo lo mantuvo ahí con todos y todas, incólume, sonriente, cariñoso, afable, vehemente, profundamente terco con sus ideas (como el pueblo), tendiente siempre a la unidad de los revolucionarios y al fortalecimiento de lo que fue su eterno sueño: una organización de revolucionarios; fue promotor del diálogo permanente en favor de coronar los aprendizajes y pugnaz defensor del consenso para enraizar los proyectos en las bases sociales y caminar juntos y juntas.

DIBUJO EN EL TIEMPO

Sólo la poca actividad lectoescritural de nuestros camaradas de entonces, impide que aquellas hazañas que se fueron tejiendo para lograr lo que hoy tenemos como proceso bolivariano sean conocidas, valoradas y promovidas con permanencia para el conocimiento y el aprendizaje: sobre todo de las juventudes. Luego de la derrota político militar de los años 60, el movimiento popular venezolano inició un extraordinario proceso de auto regeneración y de resistencia, como pocos en el mundo. En toda Venezuela se levantó una fuerza social telúrica, terca y vehemente (al margen de los partidos tradicionales) que durante las cuatro décadas de ignominia puntofijista, en el esfuerzo de millares de compañeros y compañeras a la vanguardia, no descansó hasta enrumbar revolucionariamente la realidad. Uno de aquellos compañeros de la vanguardia que formó parte de esta larga batalla fue William Mantilla. La victoria electoral del comandante Hugo Chavez en 1998 fue el producto de esta larga resistencia.

A mediados de los años 90 del siglo XX, había en la sociedad venezolana una rémora política que obstaculizaba las luchas revolucionarias de las clases populares debido a su carácter manipulador e impositivo de los esfuerzos de la clase obrera; ésta era la Marcha de la CTV del Primero de Mayo. En ese entonces, en el seno de Los Factores de La Yaguara se inicia un debate extraordinario entre dos formas de mirar ese obstáculo. Una forma era la de los compañeros y compañeras del PCV que pensaban se debía marchar junto a la CTV, dada la (aparente) debilidad del Movimiento Popular y la otra forma era la del resto de compañeros y compañeras  que opinaban que se debía conformar una Marcha Alternativa (tal vez, en el inicio, incipiente) que fuese conformando un espacio clasista en la calle que mirara hacia el porvenir. Previo al 1° de Mayo de 1994, en uno de aquellos jueves de leyenda, se dio un debate acerca de aquel dilema. Eran la antigua visión estalinista de que “No estaban dadas las condiciones” frente a la visión gramsciana de “construir espacios autónomos de lucha”.

Lamentablemente el Movimiento Popular no ha contado con esfuerzos de sistematización que le den la talla a sus impresionantes esfuerzos porque aquel debate fue de una altura política que se pierde de vista y mereció ser registrado para el conocimiento de las generaciones actuales. Quienes protagonizaron aquel intercambio histórico fueron autores y testigos de una de los momentos estelares del devenir político venezolano. Eran dos posiciones políticamente versadas y bien argumentadas que se trenzaron en un debate respetuoso, firme, digno, poderosamente dialéctico, tenaz y sobre todo fraternal que se perfiló hasta la madrugada. El dilema que giraba en el ambiente era: ¿Marchamos con la CTV o marchamos autónomos? Justo cuando el debate estaba en un álgido punto de inflexión (que dijera un pana del barrio: “Ni palante ni pa tras”), tomó la palabra el compañero William Mantilla y se lanzó una estupenda exposición apoyado en la autonomía del Movimiento Popular. Además de haber sido una pieza oratoria magistral, significó una pormenorización de acertadas pertinencias políticas de marchar abriendo un espacio original del pueblo. Aquella exposición, que se llevó el consenso, decidió del debate. Huelga decir que la Marcha Alternativa del Primero de Mayo terminó sepultando a la CTV.

UN LEGADO DE LEGADOS     

Esa práctica (trabajada como una praxis permanente) permitió aprender junto a William un ejercicio político no dogmático (que permitiera el libre ejercicio del pensamiento político de la revolución), no sectario (que posibilitara dialogar con los diferentes y llegar a consensos), dialogante (que no agotara, ni robara, ni secuestrara la palabra, más bien que la democratizara para que dialogara con el pueblo que somos), escuchador (que permitiera aprender de los otros y las otras desde su dignidad), coherente (que la palabra expresada se ratificara en la práctica constante), lector de la realidad (que las discusiones permitieran soñar pero aterrizando en lo concreto de las luchas), comunicador (promotor de toda clase de posibilidades de hacer llegar el pensamiento y las propuestas revolucionarias al pueblo, desde el periodiquito hasta la proyección de la película de cine), contrahegemónica (que nos hiciera cada vez más conscientes del enemigo de clase y su posición en el contexto de las luchas) popular (que todo, absolutamente todo lo soñado, discutido, pensado y practicado tuviera fuerte nexo, vínculo o integración real con los intereses de las clases populares). En William Mantilla encontramos siempre al maestro de lección a flor de práctica, al condiscípulo de la experiencia política, al militante indoblegable y abnegado, al orador insigne, claro, preciso, lacerante, directo, y por sobre todas las cosas al amigo, a ese hombre solidario del pueblo que encontramos en la parada del yip para subir al barrio y te paga el pasaje con la misma austeridad que tiene para hacer la “vaca” y editar el volante de la marcha política.

Dos cualidades invalorables comportan el por ahora de este homenaje escrito a William, a saber: una es la conciencia que siempre tuvo de la importancia de la cultura como propuesta activa y protagónica en la acción política. A diferencia de muchos compañeros y compañeras de la militancia de entonces que tuvieron un concepto utilitario, accesorio, de entretenimiento y por ende burgués de la participación cultural en la política, siempre consideró que las expresiones culturales y artísticas del pueblo eran esenciales, trascendentes y protagonistas de las luchas del pueblo y aquí hace concomitancia con la segunda cualidad, a saber: William Mantilla fue un promotor y difusor del pensamiento y obra del padre cantor Alí Primera. Con sus innegables dotes de escritor y de la mano del insigne periodista Nelson Luis Martínez, un artículo escrito suyo fue cita obligada cada aniversario del Padre Cantor en el Suplemento Cultural del diario Últimas Noticias y en algunas oportunidades que le brindaron como columnista, amén de escribir sobre este tema en periódicos alternativos. Mucho antes de que el canto de Alí Primera fuese utilizado como cliché vacío por algunos saltimbanquis de la política, William supo, valoró y difundió su importancia para lo porvenir. No pocas veces se ha soñado con publicar esos valiosos textos. Si algún militante de la revolución ha sido consciente de la importancia de la expresión cultural y artística para la labor revolucionaria en favor de las luchas del pueblo, este fue William Mantilla.

VENCEDOR DE UN PUEBLO VENCEDOR  

En esos momento de movilización que han tenido nuestras luchas recientes, damos cuenta de una oportunidad en que el Presidente Nicolás Maduro ganó la calle frente al Balcón del Pueblo luego de su discurso al cierre de una marcha multitudinaria y se encontró de frente con el camarada William Mantilla (ambos coincidieron muchas veces en varios espacios de luchas pretéritas) y entre palabras sentidas que el primer mandatario venezolano dedicó a William (en una especie de inusitado homenaje) se le escapó la sencilla frase: “William, siempre aquí”. Seguramente en medio de la emoción, el Presidente hilvanó su sentido discurso en honra al camarada, en la siempre traviesa creación de sentidos discursivos que componen la subjetividad, pero atinó al pronunciar esta frase que siempre nos decíamos desde el afecto cuando llegábamos a aquellas actividades que fueron conformando lo que hoy luchamos como revolución bolivariana y encontrábamos a este inolvidable Camarada que, con su sola presencia nos hacía sentir que el sueño que teníamos entre manos ya lo estábamos realizando: William siempre aquí.

Al pueblo venezolano, desde las luchas originarias e independentistas lo signa el vencer. Somos un pueblo vencedor. Como un ejemplo podemos citar que un venezolano metió mano al estandarte de Santiago de León en Ayacucho, para bajarlo del cielo de la ignominia y así poner de rodillas a un todo un imperio: Antonio José de Sucre. Este momento supremo del vencer, estuvo tejido a miles de momentos anteriores donde este pueblo venezolano fue venciendo a cada instante. Extrapolando: este momento del vencer en pleno siglo XXI, que nos llama a seguir venciendo, está integrado a victorias constantes que fueron labrando este camino. El camarada William Mantilla es una victoria que supone una terrible derrota de la cual  nuestro enemigo de clase jamás se podrá recuperar. Significado de vida.



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