Haber
participado en las luchas sociales de Venezuela
con un camarada como William Mantilla es haber aprendido que la muerte
no existe porque luchar colectiva y comunitariamente desde la dimensión
política en favor de las clases populares que somos significa espantar la
noción de muerte creada por los grupos hegemónicos con el turbio objetivo de
que los hombres y mujeres del pueblo que somos doblen la cerviz y mueran pronto
sin haber luchado por la vida.
APRENDIMOS
LA CLAVE DEL 27-F
Seguramente
aprendió temprano en su pequeña patria, la parroquia La Vega, acerca de la
importancia política de la discreción; es por esto que de sus inicios en la
lucha conocen sus camaradas más cercanos que seguramente dan
testimonio de su acerada formación permanente, tenaz y solidaria que
posteriormente le conocimos. Sin embargo encontramos al camarada William
conformando aquel estupendo colectivo de luchadores y luchadoras sociales que
se llamó LOS FACTORES DE LA YAGURA que se organizó un mes después de acaecidos
los sucesos del 27 de febrero de 1989. Allí confluyeron organizaciones sindicales,
sociales, religiosas, gremiales, estudiantiles, culturales y partidos políticos de todas las
tendencias de la izquierda que, como sucedió en toda Venezuela, estaban
dispuestos a continuar capitalizando el legado histórico de años de lucha de
todo el pueblo organizado y percibían que los días de la Cuarta República
estaban contados.
Una
organización laboral resalta en esta estupenda historia y sería limitante no
reconocer la huella labrada por los compañeros y compañeras del Sindicato de
Telares Los Andes SINTEXCONF en cuya sede todos los jueves, durante ocho años
se reunieron esta pléyade de militantes de la revolución venezolana que contó
con la participación constante y activa del camarada William Mantilla. Salvo
alguna actividad que por esos días, este valioso camarada tuviera asignada,
todos y cada uno de aquellos jueves de cada uno de esos ocho años, William
estuvo presente sin que mediara ninguna dádiva o interés parcial o sectario o
jugosa dieta parlamentaria; sólo el profundo amor que tuvo por su pueblo, su
alto y evidente aprendizaje político y el logro en el porvenir de una
revolución para su pueblo lo mantuvo ahí con todos y todas, incólume,
sonriente, cariñoso, afable, vehemente, profundamente terco con sus ideas (como
el pueblo), tendiente siempre a la unidad de los revolucionarios y al
fortalecimiento de lo que fue su eterno sueño: una organización de
revolucionarios; fue promotor del diálogo permanente en favor de coronar los
aprendizajes y pugnaz defensor del consenso para enraizar los proyectos en las
bases sociales y caminar juntos y juntas.
DIBUJO
EN EL TIEMPO
Sólo
la poca actividad lectoescritural de nuestros camaradas de entonces, impide
que aquellas hazañas que se fueron tejiendo para lograr lo que hoy tenemos como
proceso bolivariano sean conocidas, valoradas y promovidas con permanencia para
el conocimiento y el aprendizaje: sobre todo de las juventudes. Luego de la
derrota político militar de los años 60, el movimiento popular venezolano
inició un extraordinario proceso de auto regeneración y de resistencia, como
pocos en el mundo. En toda Venezuela se levantó una fuerza social telúrica, terca
y vehemente (al margen de los partidos tradicionales) que durante las cuatro décadas
de ignominia puntofijista, en el esfuerzo de millares de compañeros y
compañeras a la vanguardia, no descansó hasta enrumbar revolucionariamente la
realidad. Uno de aquellos compañeros de la vanguardia que formó parte de esta
larga batalla fue William Mantilla. La victoria electoral del comandante Hugo
Chavez en 1998 fue el producto de esta larga resistencia.
A
mediados de los años 90 del siglo XX, había en la sociedad venezolana una
rémora política que obstaculizaba las luchas revolucionarias de las clases
populares debido a su carácter manipulador e impositivo de los esfuerzos de la
clase obrera; ésta era la Marcha de la CTV del Primero de Mayo. En ese
entonces, en el seno de Los Factores de La Yaguara se inicia un debate
extraordinario entre dos formas de mirar ese obstáculo. Una forma era la de los
compañeros y compañeras del PCV que pensaban se debía marchar junto a la CTV,
dada la (aparente) debilidad del Movimiento Popular y la otra forma era la del
resto de compañeros y compañeras que
opinaban que se debía conformar una Marcha Alternativa (tal vez, en el inicio,
incipiente) que fuese conformando un espacio clasista en la calle que mirara
hacia el porvenir. Previo al 1° de Mayo de 1994, en uno de aquellos jueves de
leyenda, se dio un debate acerca de aquel dilema. Eran la antigua visión estalinista
de que “No estaban dadas las condiciones” frente a la visión gramsciana de “construir
espacios autónomos de lucha”.
Lamentablemente
el Movimiento Popular no ha contado con esfuerzos de sistematización que le den
la talla a sus impresionantes esfuerzos porque aquel debate fue de una altura
política que se pierde de vista y mereció ser registrado para el conocimiento
de las generaciones actuales. Quienes protagonizaron aquel intercambio
histórico fueron autores y testigos de una de los momentos estelares del
devenir político venezolano. Eran dos posiciones políticamente versadas y bien
argumentadas que se trenzaron en un debate respetuoso, firme, digno,
poderosamente dialéctico, tenaz y sobre todo fraternal que se perfiló hasta
la madrugada. El dilema que giraba en el ambiente era: ¿Marchamos con la CTV o marchamos
autónomos? Justo cuando el debate estaba en un álgido punto de inflexión (que
dijera un pana del barrio: “Ni palante ni pa tras”), tomó la palabra el
compañero William Mantilla y se lanzó una estupenda exposición apoyado en la
autonomía del Movimiento Popular. Además de haber sido una pieza oratoria
magistral, significó una pormenorización de acertadas pertinencias políticas de
marchar abriendo un espacio original del pueblo. Aquella exposición, que se
llevó el consenso, decidió del debate. Huelga decir que la Marcha Alternativa del
Primero de Mayo terminó sepultando a la CTV.
UN
LEGADO DE LEGADOS
Esa
práctica (trabajada como una praxis permanente) permitió aprender junto a
William un ejercicio político no dogmático (que permitiera el libre ejercicio
del pensamiento político de la revolución), no sectario (que posibilitara
dialogar con los diferentes y llegar a consensos), dialogante (que no agotara,
ni robara, ni secuestrara la palabra, más bien que la democratizara para que dialogara
con el pueblo que somos), escuchador (que permitiera aprender de los otros y
las otras desde su dignidad), coherente (que la palabra expresada se ratificara
en la práctica constante), lector de la realidad (que las discusiones
permitieran soñar pero aterrizando en lo concreto de las luchas), comunicador
(promotor de toda clase de posibilidades de hacer llegar el pensamiento y las
propuestas revolucionarias al pueblo, desde el periodiquito hasta la proyección
de la película de cine), contrahegemónica (que nos hiciera cada vez más conscientes
del enemigo de clase y su posición en el contexto de las luchas) popular (que
todo, absolutamente todo lo soñado, discutido, pensado y practicado tuviera
fuerte nexo, vínculo o integración real con los intereses de las clases
populares). En William Mantilla encontramos siempre al maestro de lección a
flor de práctica, al condiscípulo de la experiencia política, al militante
indoblegable y abnegado, al orador insigne, claro, preciso, lacerante, directo,
y por sobre todas las cosas al amigo, a ese hombre solidario del pueblo que
encontramos en la parada del yip para subir al barrio y te paga el pasaje con
la misma austeridad que tiene para hacer la “vaca” y editar el volante de la
marcha política.
Dos
cualidades invalorables comportan el por ahora de este homenaje escrito a
William, a saber: una es la conciencia que siempre tuvo de
la importancia de la cultura como propuesta activa y protagónica en la acción
política. A diferencia de muchos compañeros y compañeras de la militancia de
entonces que tuvieron un concepto utilitario, accesorio, de entretenimiento y
por ende burgués de la participación cultural en la política, siempre consideró
que las expresiones culturales y artísticas del pueblo eran esenciales,
trascendentes y protagonistas de las luchas del pueblo y aquí hace
concomitancia con la segunda cualidad, a saber: William Mantilla fue un
promotor y difusor del pensamiento y obra del padre cantor Alí Primera. Con sus
innegables dotes de escritor y de la mano del insigne periodista Nelson Luis
Martínez, un artículo escrito suyo fue cita obligada cada aniversario del Padre
Cantor en el Suplemento Cultural del diario Últimas Noticias y en algunas
oportunidades que le brindaron como columnista, amén de escribir sobre este
tema en periódicos alternativos. Mucho antes de que el canto de Alí Primera fuese
utilizado como cliché vacío por algunos saltimbanquis de la política, William supo,
valoró y difundió su importancia para lo porvenir. No pocas veces se ha soñado
con publicar esos valiosos textos. Si algún militante de la revolución ha sido
consciente de la importancia de la expresión cultural y artística para la labor
revolucionaria en favor de las luchas del pueblo, este fue William Mantilla.
VENCEDOR
DE UN PUEBLO VENCEDOR
En
esos momento de movilización que han tenido nuestras luchas recientes, damos
cuenta de una oportunidad en que el Presidente Nicolás Maduro ganó la calle
frente al Balcón del Pueblo luego de su discurso al cierre de una marcha
multitudinaria y se encontró de frente con el camarada William Mantilla (ambos
coincidieron muchas veces en varios espacios de luchas pretéritas) y entre palabras
sentidas que el primer mandatario venezolano dedicó a William (en una especie
de inusitado homenaje) se le escapó la sencilla frase: “William, siempre aquí”.
Seguramente en medio de la emoción, el Presidente hilvanó su sentido discurso
en honra al camarada, en la siempre traviesa creación de sentidos discursivos
que componen la subjetividad, pero atinó al pronunciar esta frase que siempre nos decíamos desde el afecto cuando llegábamos a aquellas actividades que
fueron conformando lo que hoy luchamos como revolución bolivariana y
encontrábamos a este inolvidable Camarada que, con su sola presencia nos hacía
sentir que el sueño que teníamos entre manos ya lo estábamos realizando:
William siempre aquí.
Al
pueblo venezolano, desde las luchas originarias e independentistas lo signa el vencer. Somos un pueblo vencedor. Como
un ejemplo podemos citar que un venezolano metió mano al estandarte de Santiago
de León en Ayacucho, para bajarlo del cielo de la ignominia y así poner de
rodillas a un todo un imperio: Antonio José de Sucre. Este momento supremo del
vencer, estuvo tejido a miles de momentos anteriores donde este pueblo
venezolano fue venciendo a cada instante. Extrapolando: este momento del vencer
en pleno siglo XXI, que nos llama a seguir venciendo, está integrado a
victorias constantes que fueron labrando este camino. El camarada William
Mantilla es una victoria que supone una terrible derrota de la cual nuestro enemigo de clase jamás se podrá recuperar.
Significado de vida.
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