sábado, 9 de febrero de 2019

LAS DIEZ MEJORES PELÍCULAS DEL CINE VENEZOLANO




Todo venezolano o venezolana debe procurar ver el cine que hacen sus cineastas. Por muy precarios que sean algunos intentos, siempre hay algo de lo que somos escrito en el sentido de sus guiones. Este asomo que hoy hacemos de nuestro cine, viene a provocar dos desafíos; el primero es a los agentes de Hollywood, quienes se creen los únicos con derecho a enunciar lo mejor que hacen (y que además nos quieren hacer ver que es lo mejor del mundo); el segundo a ustedes lectores, quienes ya deben estar sacando cuenta de sus películas favoritas por algunas que no están en este listado. Vamos, ¿Por qué no elaboran ustedes su propia lista?

Décimo Lugar: LA CIUDAD QUE NOS VE (Jesús Enrique Guedez 1966)



Es la ciudad de la década de los años 60 del siglo XX, intervenida por los desarrollismos que trajeron las moles de concreto, impusieron las luces de neón, reventaron las aceras con centros comerciales, arrinconaron la esencia rural para producir contrastes; donde continuaban naciendo barrios en los cerros. Guedez nos invita a ser mirados por una ciudad que cuida el Guaraira Repano, lugar de gobiernos y el gran gobernado. Con la magia de un niño, Caracas nos ve desde su lente para filmar nuestra épica urbana.

Noveno Lugar: LA EMPRESA PERDONA UN MOMENTO DE LOCURA (Mauricio Walerstein 1978)



Tanto trabajá y no tengo na’...” reza una canción bailable y puede ser la resignación del trabajador alienado. Busca la suerte en los juegos de azar porque es explotado por un sistema industrial donde gana apenas para mantener a su familia. No pocas veces el explotado explota dentro de la empresa y la onda expansiva afecta a sus allegados. Por un día trastoca la producción, sin embargo, siempre hay salidas para esas maneras de rebelión; tratamientos que aligeran la carga, normalizan, afectando la dignidad.

Octavo Lugar: DISPAREN A MATAR (Carlos Azpúrua 1990)



La década de los años 80 del siglo XX se nos bosquejan como de enconada lucha contra la desesperanza. Los gobiernos de la Cuarta República imponen la pena de muerte en las calles a través de una policía brutal que aplica la redada, la prisión y no pocas veces el disparo en ley de fuga. Ante la represión, sólo las madres se atreven a tocar las puertas de las redacciones reporteriles tratando de ser escuchadas ante la mentira que teje su madeja de impunidad. Los esfuerzos las lleva a la organización del llanto.

Septimo Lugar: DE CÓMO ANITA CAMACHO QUISO LEVANTARSE A MARINO MÉNDEZ (Alfredo Anzola 1986)



¿Qué muchacha venida del campo, buenota, ingenua, ambiciosa, sirvienta de una casa burguesa no pensó alguna vez empatarse con un tipo con plata para que la sacara de abajo? Anita escogió a un comerciante con frutería, oriundo de las Islas Canarias, para darse ciertos gustos que le eran negados por haber nacido en una familia sin bienes de fortuna. Otro enamorado la procura en buena lid; trata de poner ante sus ojos, no sólo la autenticidad de su amor, sino la dignidad de ser pueblo siendo mujer. Es la mejor comedia del cine venezolano.

Sexto Lugar: AMANECIÓ DE GOLPE (Carlos Azpúrua 1998)



La Cuarta República nació traicionando al pueblo venezolano, por esto enfrentó férreas resistencias durante 40 años. Una de estas manifestaciones fue la insurrección militar del 4 de febrero de 1992. Se trata de un filme de alto juego de sentidos que destaca el desarrollo del levantamiento, en medio de situaciones de la cotidianidad que expresan la Venezuela que anhelaba transformaciones que ya no podían esperar más. Actuaciones excelentes en donde destaca un Héctor Mayerston de supremo histrionismo.

Quinto Lugar. CANCIÓN MANSA PARA UN PUEBLO BRAVO (Jean Carlo Carrer 1976)



La tentación capitalista provocó el éxodo de gentes de los pueblos del campo hacia las ciudades capitales. Muchos lugareños vivieron el desarraigo empujados por la pobreza y la marginalidad buscando mejorar su existencia. En la situación de Venezuela la explotación del petróleo sirvió de catapulta para que esta migración se incentivara a niveles inimaginables. Durante los 40 años de la Cuarta República muchos de los que llegaron jamás regresaron. Quedarse en la ciudad les significó una terrible tragedia.

Cuarto Lugar: EL PEZ QUE FUMA (Román Chalbaud 1977)



La sociedad venezolana vista como un burdel a través del lente de las relaciones de poder. La mujer afrontando el proyecto económico y los hombres a su alrededor explotando sus bienes mientras ella luce, domina, ordena pero desconoce, ignora, vive y goza el día. Se despliega el arte como una pared marginal que apenas cambia sólo con la muerte. Se cruzan las creencias mientras la melancolía y las penas de la vida es sólo contenta con la embriaguez en penumbras. Escapar de vez en cuando para regresar parece la consigna.

Tercer Lugar: ARAYA (Margot Benacerraf 1958)



Es el brillo de la gran salina. Es el sol descubriendo una belleza que no se puede narrar si no se observa, que no se puede comprender si no se sueña, que no se puede soñar si no se vive. Tal vez la genialidad es ser un documental que no es del todo documental. La directora logra con grandeza que todo cuanto se documenta parece haber sido puesto por la naturaleza allí; como si el guión fuese escrito sobre una circunstancia que ya estaba prevista y las personas en su cotidianidad fueran actores. Te hace sentir como si fueses de sal.

Segundo Lugar: 27 DE FEBRERO DE LA CONCERTACIÓN AL DESCONCIERTO 1989 (Lilian Blaser y Lucía Lamanna 1989)



Documentar el agotamiento de un modelo político, la caída de una forma de ver las relaciones sociales y las mediaciones de clase es monumental en este filme. Además de ser una crónica, es la sistematización de un derrumbe bipartidista concertado a la carta de poderes foráneos, la desestructuración de un plan que imperó durante 40 años, la caída del telón de un gran sainete enmudecido por una calle tomada por el pueblo; el extraordinario protagonista de la imagen; la pintura más acabada de una rebelión.

Primer Lugar: PAÍS PORTÁTIL (Iván Feo y Antonio Llerandi 1978)



La pluma de Adriano González León inspira la historia de varias Venezuela a través de los tiempos en que las rebeliones armadas se presentaron para poner y quitar caudillos o presidentes o gobernantes. Tantas épocas como países surgieron de aquel tropel de caballos y hombres armados que amarraban las bridas en los horcones de los palacios del poder. La valentía cabalgando al lado de la temeridad de la ligereza de la traición. Sin tiempo que invertir en la reflexión, los caminos estaban regados de pólvora con la que encandilaron los ojos del porvenir.

1 comentario:

  1. De acuerdo. Yo agregaría "MANOA", una película en la que actúan Víctor Cuicas, Diego Silva y Asdrubal Meléndez. Y también "Diles que no me maten".

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