sábado, 23 de febrero de 2019

NUESTROS DIABLOS CONTRA “SARITA SARITA”




«Siempre hemos creado nuestros propios sustos.
A quien quiera asustarnos desde afuera
le sacaremos nuestros diablos».
O. R. P.


Quién haya ido a la escuela primaria o al liceo con regularidad, ha sabido de ciertos mitos que llegan en boca y susurros de cualquiera, para convertirse en ejercicio colectivo, a espaldas de la actividad diaria. ¿Quién alguna vez no vio en manos de compañeros y compañeras de clase la tabla de “La Ouija” o “La Botella del Demonio” o “La Cadena de los Espíritus” pasar de mano en mano y de rincón en rincón, para conformar improvisados círculos esotéricos buscando el escalofrío, el susto o la pesadilla nocturna? ¿Cuántos y cuántas, luego de una sesión secreta, no llegaron al siguiente día echando un cuento de que vieron una sombra extraña en la puerta de la casa o escucharon susurros entre los trastos sucios u oyeron pasos del baño a la habitación?


Además de todas las perversidades siglo XX, habidas en las puertas de las escuelas para pervertir el alma de nuestros niños, niñas y adolescentes, como en un “libre mercado” que los puede conducir a la muerte social, cada tanto profanan el portón (por donde debería pasar la más hermosa educación) un sinfín de mitos creados por agentes del pensamiento hegemónico, para infundir alienaciones diversas a nuestra infancia y adolescencia y enlodar el delicado espacio de su espiritualidad, con fantasmas que nada tienen qué ver con nuestra identidad e historia.

En vacaciones escolares, nuestros chamos y chamas se están yendo a sus casas con un nuevo mito escondido en sus morrales (que ya gravita en el Internet) inventado desde el más turbio pensamiento, para invocar un fantasma llamado “Sara Sarita”, supuesto espíritu de una niña “hija del demonio”. Todos y todas conocemos los simples vericuetos utilizados para invocarla, lo que desconoce no poca gente adulta es que estos juegos perversos asfixian el espíritu de nuestra infancia con la falsedad. Hay una larga fila de textualidades, escritas que insultan la letra y el audiovisual y sólo persiguen destruir el alma infantil, promover imágenes falsas a niños y niñas, además de dejar sus delicadas dimensiones espirituales gravemente lesionadas con la superstición. No podemos dejar de analizar desde el cine esta realidad, porque (con su inmenso poder) el lente fotogramático igual pone su grano de arena para incentivar fantasmas. Caminaremos desde lo más interesante a lo más perverso para indagar el origen de “Sarita Sarita”. 

LA QUE MANEJABA LOS ELEMENTOS 

El cine contribuyó a destrancar cerrojos del dogma religioso con películas de diversa factura y desde Hollywood no podemos ningunear al escritor Stephen King, convertido en pequeña industria de escribir novelas para aterrorizar a nuestra infancia con asociación del cine. El primer filme que toma una novela de King con severo talante artístico es para nosotros, sin lugar a dudas, Carrie (1976) de Brian De Palma. Trata de una joven (Sissy Spacek) con el secreto poder de movilizar los elementos esenciales (aire, fuego, tierra, agua) para vengarse de sus compañeras de escuela por haber sido discriminada, acosada y culpada. Hoy conocemos la extraordinaria estética desplegada por De Palma en sus filmes y en éste lo demuestra, al producir tensiones argumentales que llevan a la protagonista al más hondo rencor. El crecimiento del odio de Carrie es directamente proporcional al dominio progresivo del fuego; elevada metáfora visual que puede impresionar mucho. 

EL JUEGO QUE RETUMBA Y OTRAS VISUALIDADES

Son despliegue de muchos efectos por computadora, hoy harto comunes en las películas hollywoodenses dedicadas a la infancia y el manejo presente-pasado-futuro muy destacado desde la saga Volver al Futuro (Zameckis, 1985), Joe Johnston dirigió la película Jumanji (1995), que tiene la virtud de haber colocado como protagonista central al tablero de un juego misterioso y con vida propia. Es difícil no haber visto en salas (o comprado el «quemado» de) esta alucinante especulación del tema espiritual, en donde se demoniza la selvática ancestralidad africana, se aterroriza con sus animales y se magnifica al despreciable safari con que las oligarquías del mundo han extinguido flora y fauna de los cinco continentes. Destacamos de un argumento coherente con el psicoanálisis, cuando el niño Alan Parrish (Adam Hann Byrd) ha discutido con su padre (Jonathan Hyde) y luego se le aparece en el sueño-juego, en señal de castigo, como el cazador selvático que busca convertir a Alan adulto (Robin Williams) en pieza de safari.

Otra secuencia es la manera cómo el personaje afroamericano Carl Bentley (David Alan Grier) obrero de la fábrica del señor Parrish, sufre las consecuencias de un accidente provocado por Alan-niño y pasa a ser policía en el sueño-juego, pero en el final feliz de la película se convertirá en el encargado del taller, por haber inventado el zapato deportivo. Como safari real, Hollywood nos plantea que al mundo lo salva “siempre” el industrialismo capitalista y los afroamericanos, serán eternos sirvientes-encargados (de cuidar las fortunas oligarcas) o serán policías que es lo mismo. Esto lo establece una Ouija llamada Jumanji.

El cineasta español Alex de la Iglesia logró un resultado significativo al dirigir el filme de 77 minutos La Habitación del Niño (2006), incluida en la serie «Historias para no Dormir», centrado en el terror a la imagen infantil. El espantoso recorrido a través de una casa donde la habitación de un bebé es contexto del acoso terrorífico, es aderezado con el machismo del padre (Javier Gutiérrez) quien busca enfrentar su paranoia y la protección de la madre (Leonor Waitling), asesinada en un «probable» futuro por su marido. La utilización desesperada del medio audiovisual como argumento para mirar la realidad fantasmal es de genial terror, así como la inclusión de la paradoja de Schrodinger de la física cuántica, para imaginar el origen monstruoso.

Todo el desecho audiovisual producido, donde se utiliza la imagen de la infancia para producir terror y alienaciones, lo podemos resumir en la película Caso 39 (Alvart, 2009) que bien puede ser el argumento que nos trae del Norte a “Sara Sarita”. En menos de un trazo, se trata de la niña Lili (Jodelle Ferland): evocadora de Lilith, la serpiente bíblica que provoca la condena de Adán y Eva. Compadecida por la trabajadora social (Reneé Zellweger) Lili martiriza a su protectora y a la audiencia, hasta que decimos:«¡Por fin se acabó!». 

EN VENEZUELA HAY DIABLOS DE MIL COLORES 

El desconocimiento, la imposición de la mentalidad burguesa y la débil promoción y apoyo, han hecho que mucha de nuestra gente no reconozca con identidad y pertenencia las manifestaciones de nuestra tradición Corpus Cristi, en donde se celebran extraordinarias muestras de estética artística, a través de los Diablos Dazantes que toman las calles y desatan un ritual rítmico y melódico de dimensión votiva maravilloso; tradición que data de varios siglos, cultivada en pueblos de San Francisco de Yare, Chuao, Cata, Cuyagua, Ocumare de la Costa, Turiamo, Patanemo, San Rafael de Orituco y San Millán. La belleza, calidad y sentido popular de esta expresión tiene la fuerza humanista del «conjuro cultural», imprescindible para combatir esta avalancha de “infra culturas chimbas” que nos viene con sus “majunches” demonios del Norte (Halloween). El diablo malo es el capitalismo. ¿Qué esperan los realizadores venezolanos para incluir en sus propuestas cinematográficas esta benigna fuerza cultural nuestra? ¿Que se los lleve el diablo del Norte en cuerpo y alma?



Post scriptum: Ha sido deliberada la ausencia que de seguro habrán notado lectoras y lectores de esta página, del filme de terror más trascendente de todos los tiempos. Será homenajeado la próxima semana.

Nuestro agradecimiento al Semanario Las Verdades de Miguel por la publicación del presente artículo en el año 2011

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