miércoles, 17 de abril de 2019

JFK



El mundo se estremeció el 22 de noviembre de 1963 debido al asesinato del presidente John F. Kennedy. Gentes en las calles no daban crédito a tan sorpresivo suceso. Personas incluso fuera de Estados Unidos (EEUU) mostraban tristeza y hasta lágrimas de pesar. A pocas horas del magnicidio, ya se difundía en los medios mundiales el nombre de un único asesino: Lee Harvey Oswald. Cuando Kennedy es asesinado en Dallas, Texas, gozaba de enorme popularidad entre la ciudadanía estadounidense y fuera de ese país se le consideraba un Presidente que tomaba en cuenta a la población pobre y al pueblo afroamericano. En el imaginario mundial, Kennedy era un mandatario que parecía dar un viraje significativo frente a las políticas que ese país promovía en sus relaciones con el mundo, de allí su buena imagen.

OLIVER STONE
Recordemos tiempos en que EEUU se fortalecían como potencia mundial. Se promovía en todos los países su american way of life y su “alianza para el progreso” era la alternativa frente a las guerrillas locales; todo esto en medio de tres vitales escenarios de confrontación, tales fueron: la llamada Guerra Fría, la invasión al Vietnam y la Revolución Cubana dentro del avance del comunismo y en medio de la continuidad macarthista (fascista) que promovía un anticomunismo feroz. Las tensiones libradas por esta coyuntura produjeron graves contradicciones dentro de una potencia entonces en proceso de afirmación hegemónica y es bastante probable que las mismas hayan dado al traste con la política de quienes intentaron librar un camino que se desvió del rumbo hegemónico tradicional ultraderechista. John F. Kennedy estuvo en el centro de esa tangente fallida y Oliver Stone revive con significativa visualidad estos sucesos imborrables en su filme JFK (1991). 

DILEMA ENTRE GUERRA Y PAZ 

La guerra es el sentido factual de toda potencia hegemónica. Ningún Estado que pretenda colocarse dominando a otros, puede prescindir del estamento bélico y la agresión por todos los medios. La paz para ensanchar el dominio de una potencia sobre otros territorios, no sólo es un contrasentido sino un mecanismo de manipulación y muchas veces de chantaje. Para una potencia hegemónica la paz es un sainete. Es por esta razón que al igual que otras potencias de la historia, los EEUU buscan y encuentran la racionalidad de su hegemonía en la instrumentalización de la guerra desde todo planteamiento, así sea el más tibio. De allí la inicial e integral coherencia del filme de Stone, cuando muestra al general Eisenhower (al despedirse de su periodo presidencial) advirtiendo acerca del riesgo de dejar el rumbo de ese Estado en la enorme estructura militar creada en los EEUU. Precisamente quien sucede a este militar en la presidencia fue JFK.

Dentro de la llamada Guerra Fría se enfrentaban las ideologías comunista y capitalista y una contradicción para la nueva potencia imperial capitalista en pleno desarrollo (EEUU) era el hecho de quedar abanderada con el emblema de la paz del mundo, luego de finalizada la llamada segunda guerra mundial. Era una contradicción de la que habían de librarse lo más pronto posible. Aunque todos los gobiernos de EEUU de la postguerra firmaron tratados en nombre de la paz e hicieron lo contrario en lo geopolitico, siempre hubo pretextos que desembocaban en la lucha contra el fantasma comunista. Sin embargo, para comienzos de la década de los años 60 del siglo XX el círculo imperial se iba cerrando y la gran potencia debía decidir entre promover la guerra con el maquillaje de un discurso pacifista o ir a fondo con una práctica imperial extrema que dejara atrás románticas remembranzas. Stone nos muestra en su filme, ese paso trascendente que desembocó en varias crisis y factuales contradicciones conducentes al fascismo actual. 

MAFIAS Y PRESIDENCIA: DUO IMPRESCINDIBLE 

Ya no es ningún secreto que a EEUU la gobiernan mafias de diversa índole. Desde inmemoriales épocas, allí se fueron conformando grupos de poder alrededor del imperio capitalista donde se naturalizaron y se conformaron lógicas a través de las cuales ese Estado aparente, tangencia una sociedad oculta en donde esos poderes negocian con los destinos del mundo. Hasta la llegada de JFK esta realidad era apenas un torbellino interno. La llamada guerra de Corea pone de manifiesto este apetito internacional; pero son la revolución cubana y el proceso vietnamita los que agudizan fieramente estas contradicciones. En 1962 ocurre la crisis de los cohetes rusos en territorio cubano que obliga a negociar a EEUU (capitalista) con la URSS (comunista) con el agravante de un mundo al borde de otra guerra (esta vez nuclear). En vista del fracaso de la invasión a Playa Girón (Cuba), JFK decide intervenir y eliminar los campamentos contrarrevolucionarios y sustituir a los sempiternos jefes de la CIA (Alan y Foster Dulles): ése fue el comienzo de su perdición. El otro factor crucial fue una acción a favor de la salida del ejército de EEUU del territorio vietnamita. Con esta medida, Kennedy se colocaba en decidido enfrentamiento con todas las compañías multimillonarias que vivían de proveer material de guerra: aquí se puso la soga al cuello. Esta crisis en el estamento más reaccionario del mundo, aceleró el proceso de colocar al resto de las mafias (italiana, sionista, batistera, KKK, Pentágono, etc…) en contra del popular Presidente al que una vez apoyaron. 

MEMORIAS DE UN ESTADO FORAJIDO 

Algo de admirar en la hegemonía yanqui es su sobresaliente capacidad de prevención. La más rancia ultraderecha previó los convulsos sucesos que vendrían con la aceleración de las luchas por los derechos civiles, el sentimiento antibélico y la toma de conciencia ciudadana por la paz que posteriormente se manifestaron en los años 60 en suelo estadounidense. Supo esa derecha macarthista anticipar la crisis terminal del american way of life y de la alianza para el progreso al lanzarse en un magnicidio que produjo un golpe de Estado. Un gobierno como el de Kennedy que develaba tal contradicción interna, hubiese sido catalizador de una revolución progresista dentro de los EEUU con ritmo social imparable (triunfante) y hoy esta página, junto al filme de Stone, hubiesen sido innecesarios; además, el dilema de JFK no hubiese sido preservarse o morir sino renunciar o pasarse al campo revolucionario. La historia hoy es que fue vilmente asesinado. 

Lo magistral del filme es haber hecho de una ficción una situación tan real que al final parece un documental. Cuando el fiscal Jim Garrison (Kevin Costner) se aleja junto a su esposa e hijo en la última escena, luego de finalizado el juicio de la ficción, nos parece haber sido parte del juicio real, junto a todo el proceso judicial y personal de los protagonistas reales, los cuales transcurrieron ante los ojos de un mundo, víctima del engaño más abominable tramado por poder alguno. Cuando vemos el video original de Zapruder que testimonió la masacre, ridiculizado luego en el animado «Los Simpsom»; cuando recordamos la calle Elm donde se cometió el magnicidio, luego satanizada en la saga «Pesadilla en la Calle del Infierno» (Craven, 1984), nos damos cuenta que tras la muerte de JFK han gravitado los factores de poder más perversos del planeta, creando una realidad y un solo asesino: Oswald (Gary Olman) y ocultando la verdad (una conspiración mafioso—militar). Oliver Stone parece decirnos con su filme que desde aquel 22 de noviembre de 1963, donde varios francotiradores dispararon sobre JFK, su esposa, el vicepresidente y su chofer; en ese país llamado EEUU, la ultraderecha patentó su estatus de «estado forajido» y ese poder delincuencial impuesto, oprime hasta hoy a todos los pueblos del mundo, en nombre de una libertad bañada en sangre.

NUESTRO AGRADECIMIENTO AL SEMANARIO LAS VERDADES DE MIGUEL POR LA PUBLICACIÓN DE ESTE ARTÍCULO EN EL AÑO 2013


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