“…
el
lenguaje convencional propio de la era de la comunicación, ese
lenguaje lleno de clichés y de frases hechas, ese lenguaje oído a
diario y que ya no dice nada, ese lenguaje no nos deja ver ni hablar,
porque nos lo da todo visto y nombrado. El lenguaje de nuestro mundo
es palabrería, cháchara insustancial, una especie de rejilla
convencional y falsa que nos impide ver, que nos impide expresarnos y
que nos impide la comunicación”.
Jorge
Larrosa
Una
de las zonas de dominio de los poderes imperiales sobre los pueblos
es el lenguaje. Desde distintas posiciones en los medios y con
diversas estrategias, los agentes imperiales, a través de sus
laboratorios de guerra constante imponen el lenguaje del
sometimiento. Fue así desde las antiguas Grecia y Roma poderosas,
pasando por los reyes medievales hasta la modernidad que aún estira
su voz manipuladora para hacerla llegar con poder a nuestro momento.
En
Venezuela, el modelo bipartidista impuesto por la IV República,
ensartado por la cultura adeca, fue aderezado entre variopintos
modelos de dominio del lenguaje, con el fin de que el pueblo se
comiera los engaños y las trampas. En los quinquenios de siete
presidentes durante 40 años podemos hallar todo un derroche de
refranes, diretes, ditirambos, esloganes, dichos de todo tipo,
pronunciados por presidentes y militantes, con el objetivo de
mediatizar el accionar político del pueblo y banalizar su sentido de
participación y decisión.
Esta
cultura, sin lugar a dudas adeca, es muy efectiva en colocar sus
dichos y refranes de dominio en la sutileza donde se dinamiza el
lenguaje popular. Como hijastros de la oligarquía, estos
socialdemócratas tarifados, obedecen con sus manipulaciones a los
amos del dinero con modos que les son favorables a sus intereses.
Como antaño la oligarquía imperante en Venezuela colocó a la
masturbación el nombre de una de nuestras más destacadas heroínas
libertarias del Abya Yala para desprestigiarla, hoy ha continuado una
historia sátrapa, en el invento macabro de banalizar la política y
derrotar al pueblo en cualquier intento revolucionario.
En
medio de la turbulencia de un estupendo proceso político local y
mundial que vivimos y que tiene a la incansable ofensiva imperial
sobre sus acciones, el pueblo venezolano percibe cómo se le ataca
desde el lenguaje con significados en su propia cotidianidad
para debilitar sus trincheras de resistencia y sus sentidos de la
política. Desde escenarios gerenciales oligarcas y católicos, se ha
pretendido imponer el concepto “país”
con el objeto de desaparecer del imaginario popular el
significado de patria, que
se ha fortalecido en los últimos veinte años, hasta el punto de que
en opiniones opositoras, se
utiliza la expresión chavista: tenemos patria
a manera de burla, mientras
hablan de “situación país”, “crisis
país” para fortalecer su
ideología golpeada en los últimos 20 años.
Es contradictoria esta
colocación oligarca
ya que el
imperio que dicen defender y los apoya, no tiene al
“concepto país” en su agenda neocolonizadora.
Igual
insistencia hacen los
opositores en los medios y
redes con la palabra “ciudadano”, de la cual pretenden
apropiarse para enfrentar el poder que tiene la metáfora pueblo
en la revolución
bolivariana. En
las llamadas redes sociales se
ha visto a personeros
de la oposición arengando a partidarios para que se hagan llamar
“ciudadanos” en lugar de pueblo.
Sabido es que la metáfora
poder popular es un
influyente concepto de
nuestra filosofía política
que se ha dinamizado en los
escenarios sociales
donde
está siendo atacada
con verbalizaciones
que pretenden confundir al
pueblo en sus
trincheras de resistencia. También
es de destacar el
nefasto trabajo que vienen haciendo los llamados bachaqueros
como difusores del lenguaje dominante
a
través del comercio irregular
que practican con acceso directo a la gente. Cuando
a estas
personas se
les pregunta el precio de lo que venden responden “por hoy”, para
colocarse del lado de la hiperinflación y así confrontar la
metáfora por ahora
que
fortalece nuestro legado
chavista.
En
los últimos días, sobre todo en
las instituciones del Estado, está
sonando en boca de los
trabajadores
y
trabajadoras una
expresión que da cuenta de
la influencia desalentadora y pesimista que los agentes de la
oposición están
transmitiendo al pueblo en aprovechamiento de la dureza del bloqueo
económico imperial de
carácter genocida.
Cuando se les pregunta por la situación del
pueblo responden:
Bien, pero sin
resultados;
incluso
partidarios
del chavismo están siendo influenciados por esta especie.
Caracterizado
por
la
ambigüedad, este
dicho es muestra de cómo se nos quiere hacer ver que haga lo que
haga el gobierno no
tendrán
éxito
sus medidas; se
quiere tocar
la fibra de la resistencia política del
pueblo que somos en
la dimensión subjetiva de la esperanza.
Nos
preguntamos ¿Hay un contra lenguaje revolucionario que enfrente la
ofensiva reaccionaria de los agentes oligarcas? Pudiera
decirse que sí, ya que hay medios
y voceros que tienden
a responder desde
la política
gubernamental y la revolución bolivariana. Este lenguaje tiende a
ser orgánico y a responder a las expectativas de un aparato
partidista e
institucional. Sin embargo, gravitan
tres
preguntas en el ambiente político
de la revolución, a saber: ¿Cómo
es la calidad política y educativa de ese lenguaje? ¿Qué
incidencia tiene ese lenguaje en las
catacumbas del
pueblo
de las que habló
el
Comandante Hugo Chávez, más
allá de los clichés y las frases hechas?
El
imperio y la oligarquía cipaya están
claros con
su estrategia y
parecen
estar jugando al refrán del cántaro
al agua. Y
nosotros y
nosotras, desde el pueblo que somos,
desde la
trinchera de lucha donde
la
educación política en el
lenguaje es fundamental ¿A
qué jugamos?
Y esa pobresa del lenguaje se observa mucho en ciertos "dirigentes" locales y nacionales de la Revolución Bolivariana. Es un problema de naturaleza cultural, para no entrar en detalles.
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