Dedicado al escritor venezolano Aníbal Nazoa quien dijo:
"Si quieres seguir la pista de los pueblos, sigue su pista de baile"
Cuando
cruzábamos nuestra infancia queríamos ser autónomos y los adultos
lo impedían. Al nacer, anhelábamos explorar el mundo a nuestro
antojo y nos amenazaban si queríamos ponerlo en práctica. Nos
asaltaban con toda clase de imposiciones y amenazas, tanto, que hasta
“lo infantil” era decretado (y desacreditado) por los adultos.
Por
ejemplo, nuestro mejor juguete siempre ha sido el que hacemos desde
nuestra propia experiencia. Por lo general, los juguetes que nos
regalaban los adultos no nos gustaban del todo (no pocas veces eran
los que ellos quisieron tener) o nos eran inducidos por la
publicidad. Terminábamos aceptándolos y hasta deseándolos.
Lo
mismo pasaba con las canciones. Apartando unas pocas con las que jugábamos, muchas de las llamadas
infantiles nos hacían quedar
como tontos, además que eran
impuestas por los programas
televisivos. Cumplían
(y tal vez aún cumplen) un efecto neumático sobre nuestro deseo de jugar. No es
verdad que a los niños y a las niñas nos gustan las llamadas
canciones infantiles. La mayoría de esos bailecitos que
hacíamos con esas músicas melosas se nos olvidan con la
adolescencia. Luego de haber vencido la invasión adulta con aquellas
cancioncitas, éstas fueron las que realmente a mí me atraparon. ¡A ver las de ustedes!
10. LA
BANDA BORRACHA
(Rafael Enrique “Wicho” Sánchez. Colombiano)
Interpretada
por el grupo venezolano Super Combo Los Tropicales, esta
canción (especie de porro con fuerte aire de merecumbé) atrapó los
gustos adultos por el año 1965. A los párvulos y párvulas nos
causaba mucha gracia el pensar que los músicos de la banda musical
que interpretaba la canción que estábamos bailando, desafinaban
porque se encontraban pasados de trago. Lo máximo del bochinche
llegaba, cuando el mismo director de la banda se reconocía en el
estado etílico de sus músicos. El tema fue estrenado para el fin de
año, con indudables intenciones de promover las bebidas alcohólicas.
Es imposible ocultar que es una pieza de anécdota genial y
sabrosísima para bailarla.
9. LA
VACA VIEJA
(Clímaco Sarmiento. Colombiano)
Este
porro fue adaptado a la guaracha por Billo Frómeta para su Orquesta
y causó estragos en las salas de baile durante varios carnavales
consecutivos. Interpretada con exaltación y brillo por el genial
Cheo García, llegó a las escuelas de primaria donde era cita
obligada en los actos culturales. Muchos aprendimos a bailar con sus
fraseos cadenciosos. La gracia de su anécdota estaba en que refería
a la vejez de un animal tan relacionado con la actividad educativa
como la Vaca, a la que se le invitaba a gozar, bailar y hasta beber
whiskey. En mi caso, fue la primera canción que bailé en mi vida
(con cinco años de edad) con una niña llamada Beatriz Pereira quien
me adiestró en cómo debía acompasarme. Si no bailaba no comía
torta.
8. LLORANDO
EN LA CAPILLA / CRYING IN THE CHAPEL
(Artie Glenn. Estadounidense)
El autor dedicó esta balada a su hijo y el grupo
argentino Los Cinco Latinos realizó una magistral adaptación
para su excepcional coro y su voz estrella Estela Raval. De tema
trillado en la música, esta canción ahogaba nuestros corazones que
eran sacudidos por la pérdida del amor, justo en el momento en se
iba a realizar una boda. Esa mezcla de la ruptura llorosa con la
referencia religiosa y el casamiento nos colocaba en el mismo borde
de la incertidumbre. Nuestros primeros amores imaginarios sucumbieron
de seguro cuando Estela Raval cantaba: “Que Dios sabrá por qué te
perdí”. Todo un clásico. Llegada la adolescencia disfrutamos la
versión que hizo Elvis Presley.
7. ADORO
(Armando Manzanero. Mexicano)
En
la niñez tratamos de que todo sea ideal y esta canción nos dibuja a
la chica ideal de nuestra niñez: de más edad que nosotros. Todas
las imberbes vecinas que nos miraban o estudiaban con nosotros eran
lejanos especímenes dignos de microscopio al lado de aquella que ya
se pintaba las uñas, los labios y el pelo, se sacaba las cejas,
usaba sombra y rimmel sobre los ojos, minifalda, botas tipo Twiggy,
perfume de chica Bond, estaba en el liceo y caminaba como adoraba
Armando Manzanero en su canción. El contexto romántico de esta
melodía es sencillamente extraordinario: la calle y el fondo musical
embrujante que lo adereza, colocaba a cualquier niño en un serio
aprieto sentimental.
6. EL
ULTIMO BESO / LAST KISS
(Wayne Cochran.
Estadounidense)
Es
asombrosamente fiel al original la versión que hace el grupo venezolano Los
007 de este tema al que relacionaron en teleradios (debido al
nombre del grupo) con el archiheroe inglés James Bond, el
cual gozaba de la moda cinematográfica. Dos encantos tiene esta
balada sesentona: uno radica en el sonido de la batería que le daba
un toque moderno, y el dos es que colocaba al automóvil como
escenario y personaje de la anécdota junto a una pareja de amantes
que tomaron la noche para transitar por una carretera, lo que le daba
una tónica juvenil de velocidad y desenfreno. La seducción está en
la tragedia causada por la actitud irresponsable del protagonista,
quien obvia las precauciones del manejo. Al final la responsabilidad
de todo el desastre recae sobre Dios, cuando la chica moribunda
exonera a su amado y acusa al Supremo de ser el causante. Aún en los
vagones del Metro de Caracas se escuchan músicos de calle cantarla
sobre el rasgueo de un cuatro y
uno recuerda aquellas tristezas forzadas
por el melodrama.
5. ALELUYA
(Luis Eduardo Aute. Español)
Es
la típica canción que daba la sensación de que se querían decir
cosas que estaba ocultas, detrás de todas aquellas frases
encadenadas como símbolos. Cantada por el venezolano Cherry Navarro,
erigía un monumento casi religioso a través de un órganillo que
viajaba en la melodía como un monje templario, atacando nuestras
débiles creencias que se sometían a pensar que, si se decía
“Aleluya” en el coro, era porque estaba Dios también involucrado
en aquella letanía metafórica. Esta cadena de sucesos vivenciales
profundos, alejaban al protagonista de su amada. Una década después,
el cantor italo-argentino Jean Franco Pagliaro compuso una canción
de tema análogo (casi un calco) llamada Las Cosas que me Alejan
de Ti, para la voz del venezolano Héctor Cabrera con la cual
ganó un Festival. La letra decía cosas que Luis Eduardo Aute no
pudo decir en su composición, ya que su país era gobernado por el
dictador Francisco Franco. Cantar las cosas de esa manera, al pueblo argentino costó 30.000 personas desaparecidas por dictadores
genocidas.
4. CON
(Charles Asnavour. Francés)
Otra
de las canciones para la novia ideal: mayor que nosotros y además,
aparecía en la televisión o en el cine. Como niños no podemos
relacionar esta anécdota más que con un tipo que está pintando un
cuadro con sus ojos, esperando en una parada de autobús o un café a
una mujer que sólo está en sus sueños. Además, se encuentran
reunidos en esta subjetividad femenina la mayoría de los aromas de
los años sesenta del siglo XX. Hay un aire de libertad en la canción
que a los niños nos hizo sentir esos sentimientos contradictorios de
que asistíamos a un acontecimiento epocal amoroso, romántico, único
y que apenas rozábamos. La incomprensión nuestra del tema, era la
misma comprensión desconocida: toda una dialéctica.
3. AMOR
PERDIDO
(Pedro Flores. Borincano)
Letra
directa hacia la pérdida amorosa, con una musicalización genial e
inolvidable hecha para la cantante mexicana María Luisa Landín,
tiene esta canción donde se mezclan el desgarramiento con la
altivez, la dignidad y el orgullo. La metáfora relacionada con el
juego de cartas, hace referencia a los ambientes del cabaret de los
años 50 del siglo XX, con una resolución hacia la fuerza para
soportar la distancia irreparable. En los versos “Ahora soy libre /
quiero a quien me quiera / Que viva el amor” se encierra el secreto
de la ética amorosa que no podía ser del todo incomprensible para
cualquier niño.
2. CUANDO
TU NO ESTÁS
(Manuel Alejandro. Español)
Esta
canción nos obligaba a imaginar a la enamorada porque la pintura no
estaba develada; estaba cubierta por la ausencia. La lírica está en
el contexto, cosa que para un niño es de una riqueza infinita:
hablar con el otoño, bosquejar a la noche, diferenciar el mundo. Es
una letra que nos obliga a la praxis imaginativa porque no bastaba
verse o dinamizar con ideas todos aquellos espacios ideales llenos de
romanticismo a la espera de alguna mujer, sino que había que darle
carne y hueso y nombre; en la canción se llama Laura, pero un
niño no se conformaba o no comprendía esa otredad y busca la
nostalgia con el nombre de alguna vecinita o compañera de colegio
que nos llamaba la atención. Cantada por el afamado Raphael, la canción nos mete muy pronto
en el rollo de la soledad.
1. NO
SÉ QUE PASARÁ
(Mary Trini. Española)
Era
la canción de la advertencia y del temor: ¿Qué pasará si el amor
a la humanidad ya no nos alumbra más? Para un niño se trataba de
una melodía adornada con una dulce incertidumbre que mordía su
tierno corazón. Tratada desde iconos católicos, con anuncios
terribles y hasta reclamos, vuelven a tocarse los mensajes que
ocultan otros más radicales que no se pueden decir. Esta balada se
inscribió en lo que se llamó en España la canción protesta.
Apta para que el alma infantil se enterase de cosas adultas que le
generasen nostalgias y amores por el prójimo. Tiene también el
mérito de que nos aproximó al sentido político con intencionalidad
porque era una canción para adolescentes (con apropiado ruido de
batería) y entonces nos pasaba de cerca. Sin decir cómo ocuparnos
del mundo, esta canción nos dejaba preocupaciones.
Canciones previas al torrente de temas que luego constituyeron el nuevo canto latinoamerivcano.
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