jueves, 7 de noviembre de 2019

VENEZUELA SIGUE SIENDO EL OBJETIVO DEL IMPERIO



Nada más extraordinario que la política porque nos permite saber y establecer a favor de quienes estamos y en contra de quienes pugnamos en el escenario social, mientras colocamos en arte a nuestra conciencia. Esta dialéctica se dinamiza a diario frente a nuestros ojos, debido a la velocidad con que los tiempos de la autopista tecnológica aceleran los sentidos. Apenas con fracciones de segundo las políticas en el tinglado de la Pacha Mama cambian, mientras pareciera que todo sigue igual. Esta percepción siempre va a depender del lugar que se ocupe, la información que se tenga, las posibilidades de diálogo comunicativo que se puedan establecer, las proximidades a los espacios de decisión, la mediación cultural que se realice, el indispensable ejercicio memorístico siempre al vuelo y la conciencia que se tenga expandida para aceptar o rechazar lo que armoniza o desarticula la percepción de la realidad; toda esta maravilla está sumergida  en un estado de complejidad inimaginable.

Mientras viajamos en un vagón del Metro de Caracas, nos apodera ese silencio político supremo rico en pensamientos analíticos de cómo el gobierno del chileno Sebastián Piñera, reprime bestialmente a miles de manifestantes en las calles y campos de aquel país, utilizado los mismos métodos, profiriendo similar llamado a la guerra, decretando igual estado de excepción y análogos contingentes de efectivos para disparar contra la población; metódicas que usó el general Pinochet en décadas pasadas en nombre de una dictadura militar que supuestamente iba a salvar a la nación. Hoy mientras vemos llegar a voceros evangélicos prometiendo el juicio final, a personas en acción de mendicidad o a vendedores de barriletes para endulzar el viaje, caemos en cuenta de que nadie habla ya del milagro económico chileno. Ya ninguna persona vocifera a los cuatro vientos en vagones, busetas, esquinas, bodegas las potencialidades de los empleos en Colombia (donde supuestamente pagaban en dólares por 15 horas diarias de trabajo sin descanso), mientras en este instante renuncia el ministro de la defensa Botero, por haber bombardeado un lugar donde murieron 7 niños y el presidente Duque lo despide con el orgullo de que cumplió con el deber de ser cómplice de cientos de asesinatos por encargo de líderes sociales, luego de iniciado el proceso desarme de la guerrilla.

Ya en el vagón, ni el cipayaje más duro pugna de frente contra el presidente Maduro, mientras se ve al presidente brasileño Jair Bolsonaro aplaudiendo el hambre entreguista impuesta al pueblo por su gobierno de corte neoliberal, también dispuesto a caerle encima a toda manifestación que tome las calles, como ya el movimiento popular ha anunciado. Todo el Abya Yala está convulso y sujeto a tensiones diversas. En Bolivia la oligarquía (sospechosa de atentado magnicida) pretende tumbar al presidente Evo Morales, a la par de que en Venezuela se vive una paz que, pese al bloqueo asesino impuesto por el capitalismo mundial, la hace ver como la “Suiza de América”, en comparación a un Ecuador parado a duras penas en la risita de un Lenin Moreno, cuestionado en aceras y calzadas por las organizaciones del pueblo. La conciencia que nos asiste en la patria de Bolívar, luego de probarla en el escenario de tres años continuos de acoso fascista, nos está haciendo ver que el problema va mucho más allá de las contradicciones internas que nos problematizan. Sin embargo, precisamente, un ejercicio atinado de la política debe colocarnos en una posición más profunda que vaya más allá del silencio analítico de un sector del pueblo, cada vez minoritario, que sólo está viendo revueltas desesperanzadoras.

La sospecha de que detrás de estas manifestaciones está el tenebroso guante gringo agitando la cubeta para su guarapo, alza antenas de certeza. Tanto en la aparente debacle de un Piñera que se tambalea riendo como un borracho aconsejado por Washington, hasta en la Nicaragua que se prueba con los mismos obuses usados en Venezuela, las marionetas del Departamento de Estado agitan sus hilos. La misma voz agresiva que amenaza a Cuba con acerar el bloqueo genocida es la misma que sopla las orejas del premier de El Salvador, cuyo origen palestino no se debe tomar como casual, así como tampoco se debe obviar su parecido con el monigote que “autonombró” la Casa Blanca en Venezuela. Y entonces sería bueno preguntarse, cuál es la ganancia del pescador yanky en este río revuelto. No es otra que ligar un rocambol en la situación de  Venezuela porque es aquí donde está en marcha el proyecto político popular transformador que detiene sus apetencias energéticas. Salvo en Cuba y en Bolivia (donde pulsan el porvenir grupos ancestrales) en el resto de patrias del Abya Yala (como Panamá y Haití) parecieran no madurar aún proyectos políticos emancipatorios. En cada manifestación habida en sus calles, falta la palabra que gravite más allá de sacar a un presidente derechista. Los factores de unidad se perciben frágiles y expuestos a las manipulaciones imperiales que son poderosamente seductoras. 

El objetivo de todo este agite donde los agentes imperiales miran, metiendo mano como en un mercado de lleve dos por el precio de uno, es sin lugar a dudas Venezuela. El Chile de hoy no se parece tanto a la Chile del año 70 del siglo XX como se parece la Venezuela actual, porque en su momento, la Unidad Popular encarnó lo que hoy se ha vuelto esperanza en la nación donde el comandante Hugo Chávez se ha hecho presencia poderosamente subjetiva. Así como el Nixon de ayer ladraba la salida del presidente Salvador  Allende, el Trump de hoy rebuzna el acabose del presidente Nicolás Maduro. Distintas las condiciones geopolíticas, hoy el imperio sin ningún tipo de formalidades diplomáticas, parece dispuesto a imponer su ley destructiva de pueblos y en Venezuela de seguro hay un pueblo dispuesto a continuar dando la batalla por su digna memoria de luchas, junto a un Abya Yala creciendo en conciencia.



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