No nos va a deparar una catástrofe irremediable. Al contrario, pienso
precisamente que este caos está haciendo mucho por esa toma de conciencia, es
decir, está golpeando, sacudiendo a todos los venezolanos en una forma dura,
pero también precisa para que se abran los ojos y las conciencias.
César Rengifo
A Yorlando Conde
Aprendimos a respetar a los comunistas y las
comunistas desde la conciencia política: los perseguía la policía quienes aún
no terminan de ganarse el respeto de las sociedades. En cambio, sabíamos de que
las casas de los comunistas eran allanadas, sus familiares maltratados,
humillados, chantajeados, sus vidas perseguidas, encarceladas, desaparecidas, aniquiladas.
Satanizados por los poderes hegemónicos del mundo, causantes de los males
contra los cuales se hicieron conscientes y en lucha. Leer cosas interesantes también
ha sido siempre leer a los comunistas: Marx, Engels, Lenin, Trostky, Rosa
Luxemburgo, Gramsci, Neruda, Mao, Fusik, Eremburg, Eluard, Guillén, Fidel, Fernández
Retamar, Mariátegui, El Chino Valera Mora, Ligia Rojas, una larga, infinita lista
de corazones inteligentes editados en panfletos subterráneos, en los libros, no
pocas épocas, proscritos, clandestinos.
Además, ser comunista ha estado siempre
vinculado al arte porque es un arte ser comunista, ya que se trata de quienes
se preocupan por la vida humana; accionan en favor de quienes más necesitan, no
es extraño que durante el siglo XX se haya relacionado a Jesús El Cristo -uno
de los artistas espirituales de la humanidad- con el comunismo, ante todo desde
lo sucedido en Medellín y Puebla con los cristianos de base y el importante empujón
dado por revoluciones como la ocurrida en Nicaragua (1979). El arte y el
comunismo han llegado a ser inherentes. De allí que no es extraño que un gran artista
como el venezolano César Rengifo haya estado muy vinculado con las ideas y
militancia comunistas, con las intenciones de ayudar a quienes lo necesitan, de
dar el ejemplo cuando se trata de transformar en acción lo que se dice por el
bien del prójimo, de contribuir con la transformación de la sociedad.
De origen humilde, César supo asimilar y
aprender de la familia que le dio sostén luego de su orfandad, un conjunto de
valores importantes que lo aproximaron a la política. Como hombre del pueblo, obtuvo
de su pueblo venezolano el ejemplo de ser humano que demostró en los diversos
escenarios vivenciados con la pasión política como dinamizante socializador. El
tránsito de luchas de su Patria durante el siglo XX por salir de las dictaduras
y crear conciencia de la necesidad de vivir en un estado de libertades, un
espacio donde cultivar la democracia, fue vivido por César con intensidad y
militancia para el estudio constante de su ser como artista y su actividad
investigativa como político. En sus obras de arte tanto en la pintura, como en
la dramaturgia, el periodismo, la producción televisiva, la poesía, encontramos
al pueblo en praxis viva, porque así vivía en César como amanecer, ese pueblo
que movía sus manos para el color, su imaginación para los personajes
teatrales, su alma para las formas infinitas de sus murales grandiosos.
Como hombre del pueblo y comunista, César
sostuvo un valor fundamental en esa dialéctica permanente entre sencillez y
militancia: solidaridad. Así como en su familia, en las comunidades populares y
en los espacios políticos, practicó siempre la atención a la persona
necesitada, al camarada perseguido. No sólo en la diligencia oportuna, además
en la honra concreta con el emolumento para paliar cualquier situación apremiante
o atender periódicamente toda circunstancia por grave que fuese. Esos afortunados
amigos y amigas que contaron en muchas oportunidades con ese militante de la
vida, ese guerrero del pueblo, dan cuenta de un motivo sutil llegado a sus manos
cuando el aporte debía ser material: un sobrecito.
Un instrumento del pueblo para dar dignidad a
los momentos duros de la militancia en los cuales se hace necesario sostener al
mundo con la fuerza de la ética del pueblo aprendida también revolucionariamente
en la política. Una cobertura cuya delicadeza estaba dedicada a elevar lo que,
por motivos imperiosos del deber, se mantenía menoscabada, herida, perseguida,
angustiada. Un arma de lucha alejado de todo dogma o limosna caritativa o
lastimera, más bien cercano, sanador, fortalecedor del ánimo, de la entereza, del
tesón, la perseverancia, la terquedad propia del pueblo que jamás se rinde. Un detalle
importante hasta por lo necesario de ser mantenido en silencio, en el recato de
quien desea que sus apuntalamientos se mantengan más en lo moral, en lo
espiritual que en cualquier alabanza superficial que menoscabe el agradecimiento
llevado en el corazón como un tesoro. ¿Y cuál tesoro más valioso que el de la
amistad? Mantener ese vínculo supremo hacedor de maravillas, dimensionador de fuerzas
que cuando alcanzan la política se hacen invencibles. Esa fuerza llevaba el
sobrecito de César: libertaria, agradecida, solidaria y sobre todo del pueblo,
de ese pueblo que por mandato del cantor venezolano Alí Primera, debe recibir
su obra como pertenencia imperecedera.
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ResponderEliminarCiudadano ejemplar. En Mérida le dedicaron una sala de teatro en la ULA, pero debe sentirse incómodo por su vecino en el Rectorado.
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