sábado, 19 de septiembre de 2020

"DIEZ DIAS QUE ESTREMECIERON AL MUNDO". REVISITA AL OCTUBRE RUSO VIVIDO Y ESCRITO POR JOHN REED

 


A Agustín Domínguez. Militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Operador de Radio Rumbos quien, en los años 60 del siglo XX, leyó a todo el país un manifiesto de su organización para denunciar la represión política sufrida por el pueblo. In memoriam.


Y comprendí de pronto que el devoto pueblo ruso no necesitaba ya sacerdotes que le ayudasen a impetrar el reino de los cielos. Este pueblo estaba construyendo en la Tierra un reino tan esplendoroso, como no lo hay en ningún cielo, un reino por el cual es una dicha morir…

 JOHN REED


¿Cuántos libros volvemos a leer? ¿Qué volumen editado nos lleva a retornar a sus páginas por distintas motivaciones? Quienes tienen al acto de leer como actividad permanente, cada tanto vuelven a ciertos libros, en físico o desde la memoria, para dimensionar y fortalecer textos escritos o discursos orales o vínculos a redes del pensamiento. Esta consulta es contingente, llevada por una coyuntura transitoria cuyo objetivo es dinamizar y soñar otros escritos posibles. Es una visita templada, de pasión reposada en la experiencia; firme, aunque flexible frente a nuevas visiones, ordenada por un plan donde otros libros están naciendo hacia el infinito. Entonces estos libros ya leídos son como amigos intelectuales, integrados a la enorme babel de diálogos humanos prestos a seguir siendo mediadores del conocimiento y del aprendizaje, ahora también desde las redes informáticas.

Hablamos de volver a leer un libro a profundidad que significa volver a vivirlo página a página (no revivirlo, porque no está muerto, los libros suelen tener cierta inmortalidad), aunque se trata de leerlo con una pasión diferente, tejiendo manos abiertas a los cambios y al tiempo. Hay otras tensiones, otros fantasmas no vistos antes, recuerdos renovados, memorias actualizadas, los mismos duendes transformadores a la espera de un intelecto y un corazón que siendo los mismos ya no lo son. Y esta experiencia tiene la suprema finalidad de la transmisión o herencia o referente de las juventudes, a quienes corresponde visualizarse en una corriente histórica a lo porvenir. Dimensiones como ésta gravitaron alrededor de la revisita realizada al libro Diez Días que Estremecieron al Mundo del periodista estadounidense John Reed.

 

SIEMPRE UN PRELUDIO TRAGICO

Las Revoluciones son una constante en la humanidad. Con el correr del tiempo las hay de variado tipo.  Las más influyentes son las conspiradas por los pueblos en los escenarios sociales para transformarlos y hacer de la política un arte filosófico y organizativo. A estas revoluciones le han dedicado su vida hombres y mujeres, cuya motivación central se encuentra en complejos móviles emocionales, pasionales, gobernados por la subjetividad, sin prescindir jamás de la bandera teórica, del pensamiento lúcido, de los métodos estudiados. La Revolución emblemática de la humanidad, constituida desde las bases reales de una sociedad para su transformación radical es la Revolución Rusa de 1917, también llamada Revolución de Octubre o Revolución Bolchevique.


Una conjunción de calendarios y fechas ha aclarado diversas posiciones en cuanto al mes de los acontecimientos iniciales de tan importante suceso. Desde fuera de Rusia se visualizó en el mes de Octubre (calendario viejo), mientras adentro transcurrió en el mes de Noviembre (calendario nuevo) con una diferencia de 13 días; hasta en este detalle está marcado su espíritu transformador desde lo que se estaba derrumbando, hasta lo que se estaba construyendo en la aurora de las luchas. En las apasionadas líneas de John Reed caminan las dos fechas con permanencia para orientar al investigador-investigadora. Con esta diferencia vemos cómo aquel movimiento se hizo visible ante los ojos del mundo de una manera aparentemente sorpresiva, teniendo profundas razones histórica que se fueron encontrando en la medida en que la transformación se materializó.


CARLOS MARX

Las clases dominantes han tenido como norma y práctica la subestimación de los pueblos y en la situación del pueblo ruso este aspecto cobra el signo de un indicador importante en las agendas de los opulentos. Estaba considerado el más atrasado y esquilmado de la tierra, por lo tanto, el menos capaz de acelerar revolución alguna; máxime cuando el propio Carlos Marx auguró que las primeras revoluciones socialistas ocurrirían en países industrializados como Alemania e Inglaterra pues planteaba que allí estaba más preparado políticamente el proletariado para organizar la vanguardia revolucionaria. ¡Se peló Marx! el pueblo ruso tumbó sus pronósticos; y como dijo el propio filósofo de Tréveris: Toda realidad es paradójica. Luego de este triunfo se comenzó a hablar en materia política revolucionaria acerca de tomar en cuenta al eslabón más débil.


DINASTIA ROMANOV

Poblando una considerable extensión de territorio entre Europa y Asia, era gobernado el pueblo ruso por una clase monárquica minoritaria denominada los Zares (la dinastía Romanov) que habían extendido por siglos su dominio a través de un régimen feudal con muestras de agotamiento al iniciar el siglo XX, debido al desarrollo de significativos bastiones burgueses, grupos emprendedores de una visible y cada vez más influyente industria, sostenida por la explotación, igual inhumana, de una clase obrera laboriosa y cada vez más numerosa. Y adherida a la tierra con el látigo de fieros y avariciosos terratenientes se hallaba la mayoría de la población rusa: los campesinos y campesinas. Los hombres y mujeres de las fábricas y del campo constituían las clases explotadas. Éstas se encontraban, en su gran mayoría, en condición de analfabetismo y sumergidos en una inmensa pobreza (sin remedio tangible) que beneficiaba a los zares y a unas capas medias igual de reaccionarias de donde, paradójicamente, surgieron quienes abonarían los huertos de la revolución.

 

UNA INFLUENCIA MULTIDIMENSIONAL

PIOR ILICH TCHAIKOUSKY GRAN MUSICO

Como contradicción, en medio de la realidad de unas clases explotadas mayoritarias, se desarrolló desde las capas medias un movimiento cultural muy respetado por el pueblo, vigilado por la policía zarista y estimado allende sus fronteras. Eran escritores y otros artistas (donde resaltaban el ballet, la música, la pintura y el teatro) exponentes beneficiosos del devenir humano, cronistas de las tragedias bélicas, indagadores profundos del espíritu del pueblo, tejedores de vínculos cotidianos. Los novelistas y cuentistas rusos son aún de reconocida influencia y vigencia en el universo de las letras de Europa y otros continentes. Sus balletistas han recorrido el mundo desde entonces. Sus pintores han sido visión obligada de aprendices prometedores. Sus músicos, poderosos truenos melódicos al oído del mundo. Este manantial que nunca cesó, se constituyó en la más importante reserva moral revolucionaria del pueblo ruso.


Desde la constitución del estupendo fantasma comunista, un sector importante y lúcido de los intelectuales rusos se sumó a la teorización del socialismo, al estudio de las teorías de Marx, Engels y otros pensadores y al fortalecimiento de los movimientos internacionales surgidos de los diferentes congresos y encuentros habidos en toda Europa. Este importante correaje de experiencias políticas internacionales fue conformando lo que tal vez significa, el más creativo y hermoso sueño de revolucionarios y revolucionarias: el internacionalismo proletario. La influencia de esta dimensión política dentro de aquella Rusia subestimada por siglos, amenazada constantemente por un aparato represivo criminal, significó el germen más importante, de incesante crecimiento, en esa desconocida tierra.


La terquedad organizativa también fue una dimensión fundamental en la cualificación política del pueblo ruso. Con distintas visiones y experiencias, animados por la pasión social, apegados a las consejas socialistas fundamentales, impulsados por una metódica de ensayo y error para llegar al pueblo, la izquierda jamás cesó en su ímpetu de organizarse para desarrollar una política revolucionaria transformadora. Amenazados siempre por el aparato represivo zarista, sus dirigentes y militantes hicieron de la perseverancia y la tenacidad los valores de impulso de la acción política. Clandestinos, valientes, arrojados, detenidos, desterrados, mártires pero siempre dispuestos, nacieron y se forjaron en este fractal de militantes, quienes visualizarían la primera revolución socialista de nuestra Pacha Mama.

METÓDICA DE UN LIBRO INSURGENTE 

Quizás sean las visiones escritas en este libro de John Reed, la crónica jamás realizada en la historia de los movimientos revolucionarios. Detener en sus páginas los inicios de una revolución de la envergadura política demostrada es un impresionante logro. Una de sus magias es mostrar a su autor adentro, como testigo y participante, logrando a su vez hacer con la misma pasión al lector-lectora expedicionarios de un momento histórico. Como todo libro genial, trascendente, ofrece varias posibilidades de lectura, quizás la más importante es como militante de las ideas y transformaciones del hecho político concreto. Saber cómo fueron los sucesos desde el lugar de los dirigentes que se hicieron vanguardia es sumamente fructífero.


Tuvo que ser lineal la narración. Hay algunas traslaciones del tiempo, con la brevedad ameritada, por la necesidad de referenciar la coherencia o no de las actitudes, o para mostrar cambios en los acontecimientos o para señalar algunos parangones que la cotidianidad misma constituía. Sin embargo, un lector-lectora de profunda mirada política se dará cuenta que la narrativa visualiza la dinamización de muchos tiempos habidos en la acción de los protagonistas cuyo asombro se une a las tensiones, asambleas, discusiones, logros, tragedias y victorias. Fueron tiempos míticos desatados que la narrativa de Reed logró dibujar para conocimiento de la humanidad. Esa linealidad va desde que Reed se incorpora –no sin riesgo- en la ciudad de San Petersburgo a la corresponsalía periodística y obtiene el primer salvo conducto, hasta la toma del Kremlin en la ciudad de Moscú que selló la caída de todo el andamiaje de las clases dominantes y abrió el camino a las fuerzas de la revolución. Este trayecto hace darnos cuenta de la complejidad habida en la movilización de un proceso politizado de manera original y el por qué se hizo radicalmente revolucionario.


EL GATOPARDO SIN BOTAS 

En la subestimación ya referida de las clases dominantes hacia los pueblos se encuentra el hecho de promover que son incapaces de materializar transformaciones, de llevar a cabo políticas a su favor, de cristalizar triunfos que desplacen la opresión. Merced a esta falsedad, cuando los pueblos se atreven a promover o sumarse a rebeliones con fines transformadores, tienen el viejo truco de manipular las acciones y tergiversar los objetivos y así adueñarse de la situación. Incluso, llegan a promover aparentes rebeliones para cambiar, no cambiando nada, fenómeno denominado gatopardismo


El libro de Reed nos demuestra que este fenómeno se suscitó en Rusia con un plan preconcebido al pie de la letra por las clases dominantes. Cuando los zares y sus sectores aliados palparon la crisis del régimen, urdieron su estrategia con cambios superficiales en nombre de la revolución y la democracia, cuyo objetivo era dejar a los mismos sectores tradicionales y reaccionarios en el poder y desplazar a las clases oprimidas, frustrando sus demandas. Hasta el último instante estas clases hicieron lo posible por mantenerse en el poder, pero les fue inútil; vieron cómo se les derrumbaron siglos de ignominia frente sus ojos.


ALEXANDER KERENSKY
Es por esto que sucede un primer movimiento a la caída de la monarquía zarista, con marcado carácter burgués, liderado por Alexander Kerensky, quien era un dirigente socialista que termina siendo ese alfil ideal al servicio del continuismo del Zar y los grupos explotadores. Con maestría, John Reed sigue los pasos demagógicos de este palaciego, dejando claro en su testimonio todos los vínculos que se movieron en torno a un gatopardo a la carta y cómo los dirigentes de los partidos socialistas radicales seguían el camino de esta trampa. ¿Por qué sucedió esto? Por el mentiroso argumento burgués de que el pueblo no estaba preparado para la revolución. Mas hubo alguien convencido de lo contrario y lideró una vanguardia revolucionaria que acabó haciéndose del poder. 


LENIN: LA UTOPIA EN UNA MENTE LUCIDA 

LENIN
Vive Reed con sus lectores-lectoras el intenso clima de agitación de un país en efervescencia revolucionaria. En principio los partidos aliados al pensamiento e intereses burgueses toman la delantera y establecen los diferentes escenarios de diálogo para controlar la situación e impedir la participación del pueblo. A todas éstas, el partido bolchevique que se encontraba en minoría se preparaba a participar en dos escenarios: el formado por los espacios formales de la burguesía con apariencia de nuevos y, paralelamente, en los escenarios de la calle, en la fábrica donde venían trabajando sus militantes desde hace décadas, en los que la expectativa del obrero bullía, y en la tierra que aguardaba por la incorporación del campesino-campesina. El cerebro de esta táctica fue el dirigente Vladimir Ilich Ulianov políticamente conocido como Lenin.


ISKRA: LA CHISPA DE LA REVOLUCIÓN
Surgido de los sectores medios y acomodados de la sociedad, Lenin se dedicó a estudiar e interpretar a fondo la filosofía de Carlos Marx con rigor y propuso, entre otros lineamientos, la constitución de la organización de la clase proletaria. Hubo dos acciones que prepararon las condiciones para este asalto revolucionario del pueblo ruso: una avanzada de educación política hacia las clases oprimidas, basada en una propaganda educativa permanente y tenaz que llegaba a los colectivos obreros y campesinos; y la segunda fue la creación de los Soviet (consejos) por sectores que fueron estableciéndose con firmeza en la medida en que la crisis se aproximaba y el zarismo se derrumbaba. 


Sorprendentes son las descripciones de Reed acerca de la disputa por los espacios informativos entre los distintos periódicos y otros órganos divulgativos de las diferentes facciones en pugna. ¿Cómo fue posible este fenómeno en un pueblo acusado de analfabeta? Porque el pueblo ruso se fue alfabetizando en la medida en que su proceso político se fortalecía. Quizás tenga algún otro parangón en la historia de la política, pero la alfabetización del pueblo ruso se desplegó muy a la par de su educación política y esto le dio una significativa práctica lectora de la realidad. 


A través de la descripción de Reed, no es difícil imaginar los escenarios de lectura compartida de impresos y libros políticos que fueron llegando a los escenarios de los y las explotados. En la medida en que la lucha se hizo más intensa, anuncios, proclamas y panfletos llegaron a las paredes de las calles. Mientras los ricos invertían un dineral en propaganda para tergiversar y manipular, los bolcheviques hicieron un esfuerzo heroico para llevar al pueblo la verdad. Lenin fue el creador e inspirador de esta estupenda avanzada formativa y comunicativa.


DE COMO SE DIMENSIONÓ LA ESTRATEGIA PARA LA PAZ 

Otro de los logros de la política proyectada por Lenin fue su estrategia para lograr la Paz en los frentes de la llamada Primera Guerra Mundial. Con meticulosidad, Reed describe la situación en que se hallaba un sujeto esencial de la revolución: los soldados. Eran el proletariado en armas, pero las apuntaban contra sus propios camaradas de otros países en los frentes de guerra, defendiendo sin conciencia los intereses de las burguesías y el imperialismo y disparando contra el pueblo (que eran ellos mismos pero desarmados) a la orden despótica del antiguo orden. La concepción leninista de la incorporación de los soldados en el proceso insurgente, como voceros activos de la necesidad de la paz y como defensores de la revolución en plena construcción, es ejemplarizante. 


Hasta el frente de guerra llegaron los bolcheviques con la propuesta de conformar el Soviet de los soldados y hasta ese traumado sitio llegó John Reed para ser testigo de excepción de un acto democratizador que humanamente no está desprovisto de ternura. La anécdota de cómo los oficiales estaban en la obligación de instrumentar las órdenes emanadas del soviet de soldados es de incomparable belleza política. Los oficiales sólo mandaban en las acciones militares concretas debido a su experiencia y rango y los soldados gobernaban en la asamblea donde se estudiaban las situaciones y se tomaban las decisiones. ¡Extraordinario! Los soldados, a quienes se les mantuvo chantajeados con la trampa burguesa de la neutralidad, fueron clave en la insurrección y en la guerra civil que aniquiló la contrarevolución de la extrema derecha.

LAS ASAMBLEAS: EL LUGAR DONDE LAS UTOPÍAS SE DINAMIZABAN 


Todo el libro de Reed es fascinante. Aunque la descripción de las asambleas cobra la forma de una pintura narrativa difícil de igualar. Desde el inicio de la crisis política, las clases dominantes iniciaron una campaña por el desprestigio de la asamblea ¿Por qué? La respuesta es sencilla, a saber: porque allí participaba el variopinto pueblo. Respondiendo a esta importante táctica leninista, los bolcheviques hicieron de las asambleas un ambiente verdaderamente democrático, en las cuales participaban las organizaciones y partidos de la derecha y la izquierda y otros sectores afines y también protagonizaba el pueblo a viva voz, en sus propios códigos de lenguaje y utilizando el tiempo que cada uno consideraba pertinente.


Paulatinamente fueron entrando en esos escenarios los obreros, sindicalistas, soldados, hasta la llegada de los campesinos. Es literariamente loable la manera cómo Reed describe físicamente a quienes siempre habían sido marginados de las más importantes decisiones de la sociedad. En sus ropas de diario que se suponen escasas, sus sudores del momento revolucionario, sus voces de catacumba revelada estaba la revolución. En las descripciones de la asamblea quedan patente las composiciones de clases y los intereses de quienes pugnaban por el poder. Esta composición nunca vista, la práctica de amplitud donde se discutían los asuntos sin los ocultamientos burgueses y el más chorreante miedo, fueron los perversos argumentos de los agentes monárquicos para desprestigiar las asambleas, donde la revolución se hacía cada vez más fuerte.


Fue en estos estupendos escenarios asamblearios, donde los bolcheviques plantearon la organización del Congreso de los Soviets de toda Rusia, como una fórmula para anticiparse a la Asamblea Constituyente (lugar donde los bolcheviques estarían en minoría) y que era aupada por los reaccionarios como un escenario parlamentario, conveniente para manipular la voz del pueblo, tomar las decisiones de manera parcial y entronizar el continuismo. La materialización de aquel histórico espacio político de las clases oprimidas fue una de las demostraciones del genio político de Lenin, ya que su preparación, posible entre las fuertes tensiones sociales de la hora, fue planteada con puntualidad asombrosa y el inicio, antecediendo a la Constituyente, dio tiempo para resolver la incorporación de los campesinos y soldados que venían de lugares distantes, de entablar negociaciones con el poderoso sindicato ferroviario cuya directiva estaba encerrada en una posición neutral que favorecía a las clases poderosas, pero su aprobación era importante para trasladar a quienes venían a fortalecer el Congreso. Esta táctica de magistral paciencia política eterniza, no solo a Lenin, sino a esa organización legendaria del pueblo ruso llamada partido bolchevique.


LOS BOLCHEVIQUES: DE UNA MINORIA POLÍTICA LUCIDA A UNA VANGUARDIA TRIUNFANTE 

Los imperios y las clases dominantes jamás se chupan el dedo. Los zares y sus secuaces siempre supieron del peligro que significaba para sus intereses la militancia bolchevique por sus planteamientos radicales. Recordemos que el espionaje policial zarista fue famoso por su efectividad ya que se montó sobre los pasos de todos los militantes revolucionarios dentro y fuera de Rusia, siendo los bolcheviques su más vigilada presa. Los gobiernos promovieron la guerra imperial en Europa, mas sus policías siempre mantuvieron acuerdos para la persecución de los militantes revolucionarios.


Con toda la perversidad, desde el inicio de la crisis social, los agentes de los partidos aliados a Kerensky se fueron contra los militantes bolcheviques con el fin de desprestigiar y satanizar sus planteamientos y acciones. En las primeras reuniones no asamblearias, donde los grupos de la burguesía orquestaban sus empeños por perpetuarse, las instigaciones estaban en las voces más ácidas y pasaron rápidamente al coro de los partidos de la izquierda. Esta matriz no tardó mucho en colocarse en el diario interés de la gente, transformándose en una encarnizada disociación. Los llamados burgueses iban desde las burdas mentiras hasta el linchamiento público, pasando por la delación tarifada. La intención era ilegalizarlos y retirarlos del escenario político, aunque no sabían los kerenkystas que la política de los bolcheviques se aceró en todos esos años precisamente en la clandestinidad. Si algo sabían era el arte de la compartimentación y para nada les era un impedimento para sus objetivos el sentirse en minoría, ocultos o perseguidos.


La experiencia le había aprendido a Lenin que la película de la realidad social da vueltas como el planeta tierra y en aquel escenario convulso, supo ver que la crisis política y el ahogo en el frente de guerra se profundizaría porque era irreversible y aquellos partidos con variados intereses comenzarían a contradecir sus acciones en el escenario de la discusión por no tener proyecto, aislándose del pueblo. Además, aquella izquierda incluida como apéndice, no sabía colocarse como protagonista y necesitaría de una posición más radical que no se atrevían a asumir por falta de brújula política y ante esta sensible ausencia estaban los bolcheviques para ocupar ese espacio.


DE TODO EL PODER PARA LOS SOVIET A LA INSURRECCION POPULAR 

La narrativa de John Reed se hace particularmente intensa y pasional cuando describe los pormenores de Congreso de los Soviet de toda Rusia. Desde los saboteos y manipulaciones informativas de la derecha hasta la organización creada en el mismo momento, la llegada de los delegados de todo el país, el establecimiento del orden del día, los derechos de palabras, las propuestas, los testimonios, las discusiones interminables son detallados por Reed con suprema sensibilidad y sentido político. Mientras el Congreso se constituía y fortalecía, la derecha organizó reuniones para crear ambientes paralelos y llevarse el quorum. Fue inútil porque el Congreso, desde la constitución del pueblo organizado, fue demostrando su razón de ser y su cada vez más influyente carácter revolucionario.


Una vez más Lenin demuestra su pertinencia y habilidad como líder. Nunca fue en el Congreso ese político manipulador distante ni aquel controlador de las decisiones con disfraz de democrático. Reed lo describe en armonía con los acontecimientos, siendo sus intervenciones puntuales y magistrales, amén de que ya se había ganado el respeto como el más coherente de los líderes presentes. Es histórico el momento en que los bolcheviques proponen el proyecto de Todo el Poder para los Soviet que causó variados sentimientos en las organizaciones participantes. Estas organizaciones, en su mayoría, volvieron a plantear el malvado argumento de la falta de preparación de las masas para dirigir una revolución y que las condiciones sociales y políticas no estaban dadas. La magistral intervención de Lenin giró en torno a demostrar el valor histórico de la participación del pueblo como garante de su propia madurez y de las evidentes condiciones para llevar a cabo una transformación profunda de la sociedad rusa.


Otro momento espeluznante fue cuando los bolcheviques plantean la necesidad de la insurrección popular para enfrentar la arremetida reaccionaria del régimen zarista. Entonces la bancada opositora vino con el argumento de la incoherencia de la visión leninista de la Paz que suponían contradictoria con el planteamiento de la insurrección. Reed se agiganta en su escrito al desplegar en breves y sentidas líneas cómo Lenin describe la oportunidad histórica y política de los explotados ante unas clases que no se dejarían quitar el poder pacíficamente y, por el contrario, volverían a masacrar al pueblo en el momento que consideraran conveniente y además, acertádamente dijo que la paz en el frente de guerra dependía de la victoria de la insurrección del pueblo. 


Luego elabora Lenin un hermoso planteamiento acerca de los vínculos de la insurrección del pueblo ruso con la insurrección de los proletarios de los demás países de Europa que se daría en cadena. Sin que Reed lo dijera, este fue el momento en que los delegados se situaron en la real dimensión de los que estaban discutiendo. Sintieron el inmenso sentido histórico que para el resto de pueblos significaba lo que ellos estaban luchando y seguramente ardió en sus miradas y corazones esa emocionalidad que se enardece cuando un pueblo sabe que sus acciones contribuirán con la liberación de otros pueblos. Tanto el proyecto como la insurrección quedaron sellados.


LA GUERRA CIVIL Y LA TOMA DE LA PLAZA ROJA 

Reed vive los riesgos de la confrontación civil cuando el pueblo se lanza a la calle a luchar por su gran reivindicación y los grupos burgueses se quitan la careta, dándole plena razón a Lenin. La burguesía atenazó tres acciones para frenar la insurrección popular, primero, atizar la desinformación tratando de reprimir a los periódicos de mensaje revolucionario y propagando alarmas de tragedias sociales inexistentes; segundo, tejiendo infundios y mentiras acerca de la participación de los soldados para atraerlos a su causa con su falsa neutralidad y tercero, la avanzada armada de grupos reaccionarios como los cadetes, quienes no dudaron en disparar contra el pueblo.


La descripción de los vaivenes habidos entre quienes ejercieron la corresponsalía en aquellos aciagos acontecimientos estuvo colmada de todo el arte escritural del que Reed fue capaz. Asumiendo el mismo riesgo militante elabora lo que puede ser un guión cinematográfico de la marcha hacia el Kremlin, en la ciudad de Moscú. Allí la burguesía se aprestaba a formar el gobierno buscando frustrar la avanzada de los Soviet. Estos acontecimientos demuestran lo clave que fue la incorporación político organizativa de los soldados, quienes abandonaron la neutralidad para ponerse al lado del pueblo. 


LA REVOLUCION SOCIALISTA ESTA VIVA 

Camino de San Petersburgo a Moscú se enfrentaron a los reaccionarios. Cayeron no pocos bajo el fuego de los reaccionarios, pero salieron victoriosos. Enterraron a sus muertos en la Plaza Roja con el canto doloroso de los himnos de lucha. Tomaron el Kremlin e impusieron su legendaria consigna como proyecto presente: Todo el poder para los Soviets. Con los bolcheviques a la cabeza y el liderazgo de Lenin, formaron un gobierno. La burguesía les auguraba poco tiempo en el poder: ¡Cuando no! Obreros y campesinos pisaron un recinto que por siglos estuvo reservado a la realeza y sus sequitos. El mundo entero se enteró de aquella epopeya popular. Cuando John Reed nos obliga a cerrar las páginas de su extraordinario libro, el pueblo ruso y sus dirigentes tenían mucho por hacer para consolidar su revolución y mantenerse en el gobierno. Dos objetivos históricos que asumieron con solidaridad los proletarios en todo el mundo. El sueño apenas comenzaba.


Aunque los hechos políticos y organizativos narrados son irrepetibles, muchos de sus métodos aún están vigentes y son emulables, así como las incidencias sociales aún son análogas a sucesos actuales. La composición de clases ha cambiado en la Pacha Mama, pero las clases sociales no han desaparecido ni tampoco la lucha de clases. La Unión Soviética que fue obligada por el imperialismo a librar una Guerra Patria y a lanzarse sobre el ejército alemán y derrotarlo, ya no existe. Hoy estamos en la era de las tecnologías de la información, sin embargo, el imperialismo continúa existiendo, aunque en una fase crítica. El socialismo continúa viviendo en el seno de los pueblos. Batallas decisivas aún quedan por librar a las actuales organizaciones revolucionarias hacia lo porvenir, sobre todo si desean defender la libertad amenazada por un imperialismo capitalista que busca retroceder a la esclavitud para salvarse. El libro que acabamos de leer es cita obligada para las juventudes políticas como aprendizaje moralizador de este urgente objetivo. 


EL AUTOR 


JOHN REED
Nacido en Portland, Estados Unidos, John Reed fue hijo de un obrero metalúrgico que siempre resistió y enfrentó las agresiones de los patrones; esto significó su gran ejemplo a seguir. Estuvo en la Universidad de Harvard y comenzó a ejercer periodismo desde muy joven. Cubrió los sucesos de la Revolución Mexicana donde conoció al general Pancho Villa, antes de participar en la Revolución Bolchevique. No fue un espectador lejano en la Rusia levantada. Hizo largas colas para comprar el pan, leyó las noticias luego de disputarse el periódico a empujones, trepó a los tranvías en marcha llenos de gente, caminó la ciudad de San Petersburgo amenazada por las disociaciones burguesas, habló con la gente del cotidiano, fue a funciones teatrales, durmió en el suelo como los obreros, estuvo a punto de ser fusilado por error, comió la comida colectiva de los soldados y escribió este libro como herencia a todos los revolucionarios y revolucionarias. Murió en el cumplimiento de su deber, mientras la Rusia Soviética enfrentaba el acoso de los gobiernos europeos. Fue enterrado en Moscú, en los muros del Kremlin, junto a otros mártires de la Revolución. Honor y Gloria.



3 comentarios:

  1. Conmovedora relectura del libro del camarada John Reed. Todavía el mundo espera más días que lo estremezcan, más asaltos al cielo, más puertas al Reino de la Libertad. Sólo la persecución del espejismo revela de lo que somos capaces. Todo el mundo es el eslabón más débil. A romperlo se ha dicho. Luis Britto

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  2. Lúcida orientación para que la juventud lectora descubra la presencia revolucionaria de este socialista estadunidense que apoyó la gran Revolución Bolchevique (liderada por Lenen) y contactó a Pancho Villa y Emiliano Zapata para respaldar la Revolución Mexicana. Si hubiese vivido más tiempo también habría participado en la posterior Revolución Cubana y la Revolución Sandinista, y qui´zá hu8biese ido a Vietnam a combatir al genocida imperio norteamericano. Un revolucionario digno de estudio.

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  3. No es para defender a Marx, no lo necesita. Pero Marx estuvo estudiando a Rusia, porque veía en puerta una posible revolución, para ello aprendió el idioma ruso,para leer de las fuentes directamente. Marx no se quedó en en prólogo de la Contribución dela Crítica de la Economía Política, ni en el prólogo del Tomo I de El Capital. Engels también asumió la misma actitud.Pensaron que la revolución se estaba mudando de la Europa de Occidente para la Europa de Oriente

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