miércoles, 16 de septiembre de 2020

SOLO PARA CARAQUISTAS (III): MI JUEGO INOLVIDABLE

 

A mis nietas

Ghandi, Alanis,

Britny, Fabiola, Bárbara, 

Valentina, Miranda y Eduaryelin.

Algunas tal vez serán guairistas

O tal vez magallaneras

O caraquistas como su abuelo

O prefieran el fútbol, o el cine

O la física cuántica, o la agricultura 

 porque así es la pelota:

redonda,

pero viene en una caja cuadrada.


A Carlos Tovar Bracho

In memoriam

quien nos aprendió

a nombrar el beisbol

a lo venezolano




ESTADIO DE SAN AGUSTIN
Nada como conocer el beisbol cuando se tiene la edad de ustedes. Entonces me acercaba a la puerta del cuarto de mi Papá por las noches, como si fuese el fantasmita Gasparín, para escuchar el ruido de la gente salir de su radio transistor y la voz de los narradores hablando ese lenguaje de discurso venezolano y algunas palabritas inglesas, echando un cuento de gentes lanzándose una pelota, golpeándolas con un madero y corriendo hacia unas almohadillas. La afición del bisabuelo viene de por allá, por el siglo XX, de cuando el Cervecería Caracas era el equipo principal y rival del Magallanes. Él se había venido del pueblo yaracuyano de Urachiche y ancló por los predios de la avenida San Martín en Caracas.


VIDAL LOPEZ EL MAS COMPLETO
Fue varias veces al desaparecido estadio de San Agustín y siempre recordaba como sus jugadores favoritos a Emilio Cueche, al Mono Zuloaga, al lanzador Ramón Monsant con su increíble bola de fuego y, por supuesto, a Vidal López, a quien le decían El Muchachote de Barlovento. La prensa lo cataloga el jugador más completo de todos los tiempos en nuestro beisbol, porque podía ser lanzador, jugar en los jardines y daba muchos cuadrangulares; esos batazos que suceden cuando a la pelota le dan tan duro que se va del estadio y muchos le dicen en inglés: jonrón. Incluso, mi viejo tuvo la suerte de ver al Patón Carrasquel y a Carrasquelito su sobrino, quienes fueron los iniciadores de la camada de grandes jugadores mundiales, porque en esa pradera corta del campo de juego Carrasquelito hizo las mejores jugadas y ahora nuestros peloteros dictan cátedra en todas partes.

EL CHINO EN HOMBROS DE VENEZUELA
El bisabuelo igual vio jugar al gran Martín Dihigo, lanzador cubano, de quien algunos dicen fue el mejor que ha dado la Perla Antillana y el primer mánayer de los Leones del Caracas. Claro, claro, les explico, ya el béisbol se había transformado en deporte profesional, y se llama así, porque a los jugadores les pagan por jugar, como un trabajo remunerado cualquiera, aunque le siguen diciendo “deporte”, pero, es muy importante que sepan, que cuando el béisbol nuestro era solamente amateur, o sea, aficionado, donde la gente juega por jugar no más, como dice el escritor uruguayo Eduardo Galeano, la selección nacional de Venezuela ganó el campeonato mundial en el año 1941 a la selección nacional de Cuba con resultado de 3 carreras por 1 y, para colmo de bienes, los raspamos en su propio país. ¿Que cómo se llamaba el lanzador? Pues Daniel Canónico.

 

LA CASA DE LOS LEONES
El bisabuelo cuenta que en esa época se paralizó el país y la gente se reunió alrededor de los radios para escuchar el juego, como si formaran una enorme oreja patria pegada a un gran corazón latiendo por la victoria final. De esta manera “El Chino”, que así le decían, mareó a los cubiches con sus lanzamientos endemoniados y nos cubrió de gloria; de aquí viene mi afición histórica al beisbol, aunque mi afición concreta procede directamente del Cervecería a los Leones ¿Y dónde queda la casa del equipo? ¡En Caracas! en el estadio de la Universidad Central (UCV), en la capital de Venezuela.

 

Cinco años no siendo campeones es como mucho tiempo para un alma adolescente, cuando cree a su equipo el mejor de la Vía Láctea. Entonces era fanático, lo confieso con vergüenza. Nunca sean fanáticas a nada. Sentimientos turbios como el fanatismo produjeron sesenta millones de muertos en la última guerra mundial. Lo que se debe sentir es pasión por lo que nos gusta. Eso sí, es lógico que en la adolescencia tengamos ciertas dosis de fanatismo por las cosas, porque a esa edad uno no comprende mucho los sentimientos, por falta de ejercicio reflexivo en las experiencias frente a las emociones  y esto nos afecta en esas edades tempranas. Por esta razón, como fanático del Caracas sufría terriblemente cuando los Leones perdían. Escuchar un juego, en vez de ser un momento de placer llevado por la alegría, para mí era un sufrimiento constante ahorcado en mis emociones hasta sumergirlas en la rabia. Mi primer campeonato como León -porque uno tiene el derecho de sentirse campeón con su equipo- fue en la temporada 1965-1966 cuando le ganamos un increíble juego a los Tiburones de La Guaira, viniendo de atrás, porque perdíamos 7 a 0 en la quinta entrada y terminamos anotando diez y seis carreras; y diez las metimos en una sola entrada. En el lenguaje beisbolístico también se le dice: voltear el juego, cuando un equipo gana de esta manera.

 

En la temporada siguiente volvimos a quedar campeones, al ganar el juego final a los Tigres de Aragua, también en nuestro estadio. Ese triunfo fue de mucho júbilo para mí porque la capital Caracas estaba cumpliendo cuatrocientos años; imagínense ustedes, tenía cuatro siglos de fundada. Toda esta emoción que iba más allá del deporte hace pensar a un joven como yo que su equipo va a ganar eternamente. Pero sucedió el terremoto del 29 de julio y aquel muchacho, carcomido por la superstición, lo creyó un presagio de esta sequía de campeonatos.

 

LA BILLOS
Y en aquel quinquenio lúgubre, a los Leones nos sucedieron dos tragedias. La primera fue la Serie del Caribe ganada por el equipo Magallanes, nuestro eterno rival desde el romántico Cervecería: ¿Recuerdan que lo dije antes? Por este logro internacional, hasta la Orquesta de Billo Frómeta le compuso al Magallanes un merecumbé que se transformó en el himno y en el ayayay de los caraquistas todos los meses de octubres desde que comenzaba la campaña hasta el último ao del juego final. Pensaba que tendríamos pegada esa chapa de la Serie por bastante tiempo y así fue. En el liceo Andreseloy, los caraquistas no podíamos abrir la boca ni para recordar una mísera jugadita; cinco años sin ganar un campeonato y cuando íbamos a argumentar, salían los magallaneros a restregarnos en la cara su famosa victoria.


La segunda tragedia la significó el cubano Luis Tiant, quien fuera uno de nuestros lanzadores insignia junto a otro paisano suyo llamado Diego Seguí. Resulta que Tiant tenía unos lanzamientos en curva muy respetados por los bateadores y de los mejores del béisbol, unidos a una recta cuya velocidad rozaba las cien millas, pero mostró un bajo rendimiento para los Leones en la temporada 1970-1971. Tanto era su descalabro que varias de las veces que salió a lanzar era castigado por los rivales con batazos de todos los calibres. En el último lanzamiento que hizo para nuestra divisa recibió, como lanzador relevo, un cuadrangular tan duro, del entonces novato Robert Marcano de Los Tiburones de La Guaira, que la pelota se sospecha haber caído en la fuente de la Plaza Venezuela. Nos dejaron en el terreno en la última entrada; quiere decir que los Tiburones anotaron la carrera de ganar sin que los Leones tuviesen la oportunidad de volver a batear. Yo estaba en el estadio con la rabia de fanático adolescente ardiendo como fuego en la mirada y fui de quienes le gritó: ¡Eres un muerto, Tiant! Otros le decían peores frases.


¡CARAQUISTAS!
La gerencia del Caracas decidió no contratarlo para la siguiente campaña. Incluso, el comentarista del circuito radial de los Leones, el gran Carlitos González, uno de los mejores en su tiempo, llegó a decir que Tiant estaba acabado. Al año siguiente, el cubano vino contratado para Los Tiburones de La Guaira y en su primer juego contra nosotros lanzó un no hit no run, que significa no poder batear ningún imparable, ni anotar carreras. Cuando esto transcurre durante el juego, los aficionados al equipo que va perdiendo, ven pasar las entradas con la esperanza de que alguno de sus jugadores toque la pelota (acto que se considera desleal en un juego con esta expectativa) o que pueda ligar, aunque sea un podrido, que les permita llegar a salvo a la primera almohadilla logrando así un imparable: esto jamás sucedió con los Leones aquella mañana. Con el último ao la humillación nuestra era indescriptible. Victorioso y lleno de júbilo, el cubano caminó lentamente frente la tribuna caraquista y, mirando aquel silencio ante su hazaña, pasó el dedo índice por su cuello. Los caraquistas salimos del estadio como de un funeral, pensando en la futura revancha y algunos diciéndonos muy adentro: Luis Tiant no estaba muerto, estaba de parranda.         

 

TOVAR Y DAVALILLO
En la siguiente campaña 72-73 el Caracas trajo de mánayer al quisqueyano Oswaldo Virgil, el primero de su país en jugar en la pelota gringa. De inicio me gustó cómo dirigía al equipo porque inventaba, movía a los jugadores y nunca presentaba el mismo orden de batear, excepto en el uno-dos (primero y segundo bateadores) que siempre eran nuestros queridos César Tovar y Víctor Davalillo, a este último le decíamos Vitico y la prensa le puso el apodo Hitico en alusión a la palabra inglesa Hit que significa en el béisbol, cuando un batazo no puede ser tomado por el equipo contrario y el bateador llega a la primera almohadilla sin que lo pongan ao. Aprendí a decirle a esta incidencia: imparable. Lo cierto es que Virgil utilizaba mucho a los jugadores de la banca, ésos que no están siempre en la alineación, pero deben estar preparados para salir a jugar cuando el mánayer los requiera.

 

EN EL CENTRO PRESTON GOMEZ
A diferencia de las cinco campañas anteriores, los Leones iniciaron ganado los nueve primeros juegos y terminaron en el primer lugar de la ronda eliminatoria. ¡Por primera vez vamos cómodos! –decía yo, aún asustado por la sospecha. En aquel calvario ya mencionado, nunca estuvimos en la final. Sin embargo, buena parte de la emoción de aquel torneo la puso el equipo Tiburones de la Guaira debido a que sus jugadores clave, que eran casi todos importados (porque venían de otros países) se reportaron tarde. Entonces los escualos perdieron veinte de los primeros treinta juegos y quedaron muy comprometidos en la clasificación. Hasta el cubano Preston Gómez -su mánayer- se reportó tarde. En toda Venezuela se decía que iban a ser eliminados por primera vez en la ronda eliminatoria, sin embargo, cuando terminaron de armar el trabuco comenzaron a ganar seguido y lograron un empate en el tercero y cuarto lugar con los Tigres de Aragua y el Magallanes.

 

Hasta los caraquistas, cómodos en el primer lugar, seguíamos con mucho interés aquel triple empate donde debía quedar uno por fuera y … adivinen ¿quién fue ese equipo eliminado? Ya lo dijeron: el Magallanes. ¿Ustedes saben lo que eso significa para un caraquista? En el Andreseloy buscábamos a los magallaneros en el baño, en la cantina, detrás del aro de básquet, en la oscuridad de los pasillos, cerca de los depósitos, para hacerles patente nuestra revancha. El aplique se hizo sentir hasta en la Dirección del Plantel. Cuando veíamos algunos profesores más serios que de costumbre susurrábamos: a éstos los eliminaron.

 

EL INTRAFICABLE JIM ROOKER
Nos correspondió jugar la semi final con Los Tiburones. Las series eran a siete juegos y clasificaba a la final el primero que ganara cuatro. La prensa inmediatamente se pronunció en la primera plana: ¡Final adelantada! que nos colocaba como los dos mejores equipos. Debo reconocer que mi rivalidad preferida para los Leones siempre fue con esta divisa. Muchos de sus encuentros parecían finales: ambas novenas se daban por entero, con calidad. Aunque los Leones tienden a causar este efecto en todos los equipos. Dicen los entendidos que la gerencia de los Tiburones reunió a los tres mejores lanzadores extranjeros venidos al país en todos los tiempos. Dos eran estadounidenses: el zurdo Jim Rooker y el derecho Larry Gura (a quien los jodedores de las gradas le decían: la ricura, porque lanzaba bolas lentas pero sacaba los aos) y el otro era cubano: ¿A que no adivinan de quien se trataba? Si. El mismo del aquel juego sin imparables ni carreras: Luis Tiant.   

 

JOE FERGUSON
En los cuatro primeros juegos Gura y Rooker nos ganaron dos y nosotros ganamos dos, sin embargo, Tiant no ganó ni perdió pero nunca salió del montículo de lanzar cambiado por un lanzador relevista. El manayer Gómez lo sacaba durante el descanso desde la banca que, como dije antes, es el sitio donde están los jugadores de reserva. Siempre me dije que quien ganara aquel quinto juego se llevaría la serie en el sexto y ese quinto juego lo ganamos nosotros cayéndole a palos ¿A quién? … ¿A quién? … a Luis Tiant. Como para ver la repetición, lo sacamos a batazo limpio desde el montículo porque Joe Ferguson, el receptor león, le dio un enorme cuadrangular con dos corredores en las almohadillas. Cuando el estadounidense trotaba frente a la tribuna de los Tiburones, pasó el dedo índice por su cuello consumando la revancha. Desde la barra leona hacían lo propio con Tiant mientras salía cabizbajo hacia la banca.

 

EL CRIOLLO LUIS PEÑALVER
Llegó el día domingo del sexto juego y yo me fui temprano al estadio con unos panas del barrio. Si los Tiburones ganaban, tendrían la opción del séptimo partido. Si ganaban los Leones íbamos a la final y los Tiburones se irían, convertidos en sardinas, hasta el año que viene. Se enfrentaron como lanzadores Jim Rooker y por nosotros el venezolano Luis Peñalver quien era un pelotero de los que llamaban joceador … Sin duda es un sinónimo de la palabra jodedor porque significa que no se rendía, daba el todo por el todo, se las ingeniaba para ganar y si no la ganaba la empataba, aunque en el béisbol no existe el empate. Desde el comienzo se planteó lo que llaman un duelo de lanzadores; se les dice así cuando ambos dominan a los bateadores durante buena parte del juego. Aunque los Tiburones le anotaron una carrera a Peñalver, el duelo continuó hasta la novena y última entrada. Como para comerse las uñas, recordábamos que no le habíamos anotado carreras a Rooker en los juegos anteriores y los guairistas soñaban con ganar por blanqueo.

 

CARLOS TOVAR BRACHO BEISBOL A LO VENEZOLANO
Si los Leones anotaban dos carreras ganaríamos el juego porque los Tiburones no tendrían más entradas; como lo dije antes, los dejaríamos en el terreno. Abrió nuestra última oportunidad Vitico Davalillo y ejecutó un toque de bola impecable por la almohadilla de tercera, cuya perfección quedó trunca en el guante de Dámaso Blanco quien se tiró de cabeza y no dejó caer la pelota en la grama; cuando esto sucede, se dice que la agarró de aire. Dámaso fue uno de los grandes antesalistas de nuestra pelota y estaba como refuerzo del Magallanes. ¡La venganza turca! ¡Perdimos! –se dijo aquel muchacho agoreramente para sus adentros. Luego vino el estadounidense Joe Ferguson y le metió a Rooker un enorme batazo entre el campo derecho y el central que hizo levantar a todo el estadio. Carlos Tovar Bracho, quien narraba por radio decía: La bola se va, se va, se vaaaaaa

 

¡DIME CARLITOS!
... choca contra la pared. Resulta que Ferguson se había quedado parado en la caja de bateo viendo cómo su batazo se iba del campo, pero no ocurrió; sucedió que, si no hubiese corrido rápido lo ponen ao en la primera almohadilla. La voz de Carlitos González, salida de todos los radios, resonó como una bomba en el corazón de los caraquistas: Esta torpeza de Ferguson le puede costar el campeonato al Caracas –dijo mordiendo la frase. ¿El campeonato? -me gritó Arquímedes Rondón en la oreja- ¡Este Carlitos sí que exagera!¡Perdimos! –se volvió a repetir aquel muchacho, cuyo pecho era como un tambor batá. Le correspondió el turno de batear a Gustavo Gil (camarero refuerzo del Magallanes) entonces dejó caer un imparable en las narices del jardinero central. Tuve la sensación de que el ruido que producíamos en el estadio llegaba hasta mi querida Catia. El mánayer tiburón Preston Gómez salió a conversar con Rooker.


GONZALO MARQUEZ PEGO EL BATAZO
Teníamos dos corredores en las almohadillas y le tocó el turno al indio Jesús Marcano Trillo, el mejor novato del campeonato y le da una fuerte línea imparable que pasó sobre la segunda almohadilla hasta el jardín central empatando el juego. Cuando se producen bullas como aquella uno piensa que el estadio se va a caer. Todos creíamos que Preston Gómez traería a un lanzador relevo por Rooker, sin embargo, lo dejo lanzar. Miré a Arquímedes extrañado. Tranquilo- me dijo- los relevistas están todos cansados por la tremenda temporada que hicieron, además, Preston está apostando a que el zurdo domina al zurdo con una jugada de doble matanza, (o sea, de doble ao) porque viene a batear Gonzalo Márquez. Era nuestro inicialista y uno de los bateadores más sólidos de nuestro béisbol. Con el primer lanzamiento el zurdo le bateó imparable al zurdo porque Márquez metió un trallazo sobre la almohadilla de la segunda para ganar el juego. Estábamos eliminando al trabuco, al coco, como decíamos a las materias rudas en el Andreseloy. La felicidad escondió mi voz, me hizo dar varios saltos increíbles, luego sólo era capaz de la sonrisa.

 

La serie final la ganamos a las Aguilas del Zulia cuatro juegos contra uno y nos hicimos campeones. En uno de los encuentros Vitico Davalillo, nuestro jardinero central, le atrapó un batazo al estadounidense Bob Darwin (refuerzo del Magallanes) cuando ya la pelota se iba del campo. Le robó un cuadrangular. Los entendidos dicen que es la atrapada más espectacular vista en el estadio Universitario. Para finalizar les pregunto algo: no sé si se han dado cuenta lo notorio que fueron los jugadores refuerzos del equipo Magallanes durante las series finales. ¿Por qué no quedarían campeones?

-Porque les tocó después.


NUESTRO AGRADECIMIENTO AL DIARIO ULTIMAS NOTICIAS POR HABER PUBLICADO EN SU ENCARTADO DEPORTIVO UNA SINOPSIS DE MIL CARACTERES DE ESTA EXPERIENCIA EN UN ESPACIO INVITACIONAL QUE DENOMINARON “MI JUEGO INOLVIDABLE”.   


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