Hoy
se me hace preciso escribir por la ansiedad. Estoy sentada frente de la hamaca
que está quieta como si esperara a su dueño. El aire también está quieto; esta
tarde es sorda. Los árboles del huerto están como pintados. En este silencio mío,
medito. No puedo olvidar.
MANUELA
SAENZ
Un
poema que expresa la soledad, puede ser la
asunción de una crisis individual, pero también representar la incomunicación o
el aislamiento de toda una generación, de un pueblo entero.
MARIO BENEDETTI
Lectoescribiremos este texto cuidándonos, como siempre, de no caer en la fuerte tentación del texto académico que, ofreciendo grandes posibilidades expresivas y de análisis, tiene sus propios escenarios, casi nunca en el reconocimiento de la poética que inevitablemente llevan consigo. Preferimos, como es nuestra costumbre, abastecernos en explanadas literarias más propicias a las proximidades de las incidencias humanas, de la heurística y la hermenéutica –bebedizo mundano- para voltear las realidades, del debate contradictorio de lo invisible vuelto visible y, sobre todo, por tratarse de una conversa sobre el poeta uruguayo Mario Benedetti y su digno centenario, la cual pretendemos irla desenrollando como si estuviésemos en un botiquín de la avenida Baralt de Caracas o una fonda de Mérida o en un sucucho de El Tigre; con énfasis entre gentes de izquierda de cualquier época o de todas.
EL
POETA HACE LA REALIDAD QUE LO HACE
Cuando
el comandante Ernesto Che Guevara dijo en aquel célebre discurso (¿Qué discurso
del Che no es célebre?) la cita que comenzaba, a saber: “A riesgo de parecer
ridículo…” muchos poetas del Abya Yala y de la Pacha Mama le siguieron la
pista. ¡Panas poetas –se dijeron a sí mismos y mismas- a incorporar el amor a la
revolución!
Y
es que las cosas de la revolución (o las revoluciones) desde antes del Manifiesto
Comunista habían sido muy duras, amargas, crueles. Combatir a las feroces oligarquías
con sus mismas armas significaba tomar las mismas adargas del patriarcado, los
mil puñales del machismo, la ferocidad del dogmatismo (de fe, incluso), la
desagradable y engañosa voz del sectarismo, los cálculos newtonianos del determinismo,
las aviesas trampas baconianas del reduccionismo y darle piña y más piña al
sistema para que se rompiera a riesgo de romper los propios ideales, cuestión
que parece ser el deseo a voces de quienes dirigen los hilos del poder
hegemónico dominante.
Desde
luego, los llamados a sanar esta situación eran (y siempre han sido) los y las poetas,
sin embargo, no olvidemos que habían sido expulsados de la República griega de (y
por) Platón y que arrastraban esa fama de peligrosos para con lo estatuido, lo
rígido, lo perdurable, lo seguro; la poesía y quienes la impulsaban habían sido
execrados por la racionalidad que era lo mismo que expulsar al corazón del
cuerpo humano, por lo tanto, los y las poetas debían cuidarse mucho al
participar en los procesos políticos de izquierda (las derechas son poéticamente
estúpidas) y aceptar la etiqueta de “intelectuales” o profesar la docencia o
centrarse en la atención de las bibliotecas, para poder participar y que sus
opiniones fuesen escuchadas; como “simples” poetas sus colocaciones tenían
cierta dificultad de ser tomadas en consideración.
Conformados
en el partido leninista -en sus distintas versiones e interpretaciones del llamado
centralismo democrático- las izquierdas llevaron a su lado (muy bien
controlados) a los y las poetas quienes, como el francés Paul Eluard, los rusos
Vladimir Maiakovski e Ilia Eremburg, el chileno Pablo Neruda, el cubano Nicolás
Guillén, el español Miguel Hernández, el venezolano Víctor El Chino Valera Mora
entre muchos y muchas, tuvieron siempre muy clara la línea divisoria entre
poesía y militancia política. Todos rindieron lo mejor de su obra a las causas
de los pueblos, siendo rigurosos en la llamada disciplina del partido y
sabiendo cuando era el momento de la poética y cuando el de la militancia: toda
una dicotomía cultural.
Al
beneficio de la paradoja humana, se fueron dimensionando a su vez las metáforas
de poetas que se colocaron autónomos de los partidos políticos mas no del
pensamiento de izquierda ni de los pueblos. El escritor peruano César Vallejo
es uno de quienes estuvieron, con su verso de letra profunda y transgresora, comprometido
con las causas humanas sin estar en partido alguno. Esa autonomía que fue
siempre criticada y señalada con el cognomento de “cómoda” por las izquierdas dogmáticas
y sectarias (y que tiene en la estupenda canción El Poeta del argentino Jorge
Cafrune, su más amargo señalamiento) encontró en las palabras del Comandante
Che Guevara mayores espacios de reconocimiento en los procesos políticos y
facilitó cierta abertura ideológica.
El
poeta uruguayo Mario Benedetti se colocó dentro de la camada de escritores y
escritoras que suscribió el pensamiento de la izquierda, la causa de los
pueblos oprimidos sin militar en ningún partido político y no cedió tan
fácilmente su verso a la necesaria oportunidad de apoyar causas contingentes; acto
de literatura que llamó: de emergencia, en donde sacrificaba la búsqueda de
profundidad estética para lacerar la realidad con el poder de hacerla y
recrearla, a riesgo incluso de lo panfletario. Aunque no dejó de transitar ese
incómodo camino donde era criticado (y perseguido) por la derecha que lo
odiaba, así como por la izquierda (sobre todo la radical) que le ofreció la
mayor de sus desconfianzas, demostró un trabajo literario sólido, solvente y
consecuente. También se debe agregar a la no menos intransigente crítica que lo
llenó en sus inicios de epítetos hasta peculiares como: “desangelado”.
COHERENCIA
Y COMPROMISO POLITICO EN UN ESCRITOR
Transitando
el camino beligerante que decidieron dirigentes de la izquierda del Abya Yala,
ante el llamado insurgente del comandante Ernesto Che Guevara, muchos
escritores y escritoras como Mario Benedetti, se debatieron en esos desafíos políticos
de la hora. Quienes leímos la biografía escrita por Mario Paoletti, titulada El
Aguafiestas, sabemos del reto de coherencia que significó para Benedetti, haber
asumido la responsabilidad de guardar por unos días, nada menos que al máximo
dirigente de los Tupamaros Raúl Sendic, suceso que fue el punto de partida de
una fecunda amistad y el inicio de una dilatada reflexión acerca del compromiso
del escritor con la política y con los pueblos.
Hechos
como éstos provocaron, a la par del desarrollo de su literatura, una reflexión
política de alta tesitura y profundidad ética. Se metió en honduras al analizar
–preguntándose- cuál era el papel que debían jugar quienes tenían por oficio
pensar las sociedades y los pueblos desde lo que escribían. Es cuando produce,
estando en Cuba, el ensayo titulado: El Papel de los Intelectuales y la Revolución
Posible, en el que devela el oficio de los escritores y escritoras, y se atreve
a colocarlo en el mismo sitio de los hombres y mujeres del pueblo, sin mayores
diferencias ante los compromisos sociales.
Baja
a escritores y escritoras, poetas, del pedestal en que la sociedad burguesa los
ha colocado, los trata desde la sencillez de hombre de su hacer cotidiano y los
llama a realizarse una cura de modestia para estar a la par de sus pueblos. En el
mismo preludio del tenebroso Plan Cóndor que llevó al exilio a muchos y muchas,
llama la atención de que la historia es quien otorga el aval a las
revoluciones.
EN
EL CENIT DE LA CRITICA LITERARIA
Partiendo
de esa cura de modestia recomendada a sus colegas, siendo
coherente, Benedetti realizó un trabajo estupendo de reconocerse en esos
escritores y escritoras a través de la crítica y podemos decir que fue quien
mejor se desempeñó en tan complejo arte de la literatura. En esa joya de libro
titulado Letras del Continente Mestizo, tal vez condense lo que significa un
diálogo con sus colegas que significa también una profunda conversación con su
yo escritor.
Además
de la demostración de un hacer lector versado, extenso, fecundo, evidencia también
lo que pudiera ser la mayor muestra hermenéutica de nuestra literatura y del
hacer literario de toda la Pacha Mama. En un medio donde los oficiantes estaban
casi imposibilitados de tocarse lo que escribían, debido al inmenso ego que los
acompañaba, Benedetti emprende la tesonera tarea, no sólo de leerlos, sino también
de visibilizarlos para otros lectores y lecturas, escudriñarlos en sus métodos
y costumbres escriturales, buscarle los secretos nexos con las raíces, ponerlos
a la disposición cultural de un continente hasta ahora subestimado por la arrogante
cultura europea y desconocido en su mismo hacer cultural, en proceso de auto reconocimiento.
La
crítica de Benedetti es poderosamente educativa –prescindiendo de los reprochables
términos “pedagogía” y “didáctica”- debemos decir que se trata de una crítica
aprendiente. Esto quiere decir que hablamos de una crítica que no destroza, ni
desmedra al sujeto criticado, que más bien dimensiona espacios de encuentro
infinito con las posibilidades de una babel maravillosa, en donde la gente que
se aproxima por vez primera no se asusta por la gigantesca piedra erudictante que
lo aplasta, sino por el contrario, se siente llamado a integrarse a un diálogo
horizontal y transparente (que no por esto deja de ser riguroso y sólido) a seguir
aprendiendo y a realizar el incansable acto de comprometerse con lo que escribe
y con los pueblos que lo leen.
LUEGO
DE LOS EXILIOS
Mario
Benedetti fue uno de esos escritores y escritoras perseguidos por la obra que dimensionaron
y obligados a salir del Abya Yala a riesgo de su vida. La tenebrosa mano del
Plan Cóndor movida con los tentáculos ocultos del cipayismo represivo de los presidentes
y sus compinches y tramada por los gobiernos de Estados Unidos, con subrayado
énfasis en la gestión de Richard Nixon, se extendió por los países del llamado
Cono Sur y apoyó dictaduras en la década de los años 70 del siglo XX que
significaron verdaderos genocidios para pueblos como Chile, Argentina, Uruguay,
Paraguay, Bolivia. Escritores, escritoras, intelectuales, artistas fueron el
blanco de estos atropellos inimaginables.
Desde
el exilio, Benedetti continuó su obra literaria sin abandonar su compromiso con
los pueblos y su historia. Sus cuentos y novelas están poblados de anécdotas
que refieren situaciones ubicadas en esos años; como la historia del oficial retirado
del ejército, torturador y asesino en su época activa que, estando en un hotel de
playa con su esposa, decide suicidarse acoquinado por los remordimientos, pero antes
deja una nota escrita de despedida en la habitación donde confesaba estos desmanes,
desconocidos por su cónyuge. Buscando la muerte mientras se internaba en el
mar, escucha los gritos de unas personas que le advierten de una niña llevada
por la corriente con peligro de ahogarse. El tipo nada en su búsqueda y la salva.
Entonces siente que esta situación ha sido un aviso providencial para
conservarse con vida. El cuento finaliza cuando, de regreso al hotel recuerda, de
súbito, la nota escrita que había dejado a su esposa en la habitación.
Cuentos
como éste son una genuina venganza cultural a los cientos de miles de personas
afectadas por el totalitarismo de esos años, a quienes se vieron obligados a abandonar
su país por pensar diferente, por criticar, por expresar sus ideas políticas,
creativas, innovadoras. En su poética también está evidenciado ese amor
guevarista a corazón abierto, ese amor pleno a la vida y a la vez tendencioso
ante las sospechas del pensamiento hegemónico que lo quiere comprar, alquilar,
convertirlo en una franquicia o en una baratija portátil.
HACIA
EL INEVITABLE BEST SELLER
Con
orgullo debemos decir que Benedetti, además de llegar a ser la elogiada y prestigiosa
pluma de una casa editorial, también fue un laureado poeta de la subversión. De
la misma forma como esperábamos y celebrábamos sus libros de poesía
(verbigracia sus dos Inventarios) de igual manera lo llegamos a leer en las
reuniones políticas, en los salones de clases ante los alumnos y alumnas, en
los recitales de poesía, en los tugurios y covachas de buena muerte y hasta en
las busetas.
Tiene
también el honroso palmarés de haber sido editado sus poemas en grabaciones a viva
voz, vendiéndose sus discos como pan caliente y luego pasando a las llamadas redes
cuando éstas centralizaron las ediciones. Igual satisface reconocer los
momentos en que se hicieron largas colas ante los teatros para llenar y presenciar
sus recitales poéticos, como si fuesen estrenos de películas mundiales o conciertos de afamados músicos.
Armó
la historia –junto a Oliverio Girondo y Juan Gelman- del filme El Lado Oscuro
del Corazón (Subiela, 1992) y allí también hace el personaje de un poeta alemán
que aparece cada tanto como un fantasma para leer una poesía que salva al
mundo. Un hecho curioso narrado por el director Eliseo Subiela acerca del
rodaje, ocurre cuando se monta la escena en que el poeta alemán entra a un café
y se sienta frente a una chica para leerle un poema; la chica debe llorar de
la emoción por el poema escuchado. En la realidad de la filmación, la actriz
lloró de verdad por la emoción, al caer en cuenta de que quien leía era su
admirado poeta Mario Benedetti.
AL
FIN Y AL CABO ES LA SOLIDARIDAD
Toda
la escritura de Mario Benedetti está compuesta de un inmenso tejido de
solidaridad. Es por esto que perfila a su lector-lectora como
solidarios-solidarias. Y esta solidaridad no sólo es hacia su persona como
escritor, ni hacia la estética de sus escritos; es básicamente una solidaridad
hacia los motivos, fines, compromisos, responsabilidades que gravitan en la ética de sus palabras,
sentidos y silencios.
Es
una solidaridad también hacia la preservación de la memoria incrustada en el
olvido (que para el escritor argentino J. L. Borges no existe) llevada por el
pueblo en sus alegrías y sufrimientos, en sus hablares y callares, en la
cotidianidad donde se comparte la generosidad de lo poco y donde lo mucho es
para todas y todos.
Es
la solidaridad irónica con las paradojas del amor, con su ternura infinita, sus
vericuetos y disfrutares asombrosos, sus salidas traviesas, sus finales políticos
hacia los inicios sociales; porque es un amor real, no el amor fantasioso creado
por la maquinaria hollywoodense, no el telenovelero tramado por la mole
industrial televisiva. Es un amor sólido, comprometido, responsable que siempre
se debe a algo beneficioso para lo humano.
Es
la solidaridad con el animal político en tanto darle desde las poéticas apoyo a
sus pasionales locuras cerebrales. Tenderle puentes a la detención de sus
desmanes y vicios, a la cura de su atroz racionalismo. Es hacer vínculos y
redes poéticas hacia un ejercicio político sano y digno de los pueblos que somos.
LA
DEL ESTRIBO
Hay
en estos momentos en la Pacha Mama, el despliegue inusitado de nuevas
subversiones y clandestinajes cada vez más vinculados a poéticas muy poderosas,
sobre todo por la influencia sutil que desencadenan. En estos espacios signados
por lo borroso, lo grisáceo y lo tenue como la necesaria nubosidad contra hegemónica,
la poesía de Mario Benedetti aún tiene mucho que hacer como aprendizaje,
acicate de las paradojas emocionales y cifra de peldaños del gran andamio
espiritual que sostiene el porvenir.
Bendetti de mis favoritos.
ResponderEliminarBendetti, de mis favoritos.
ResponderEliminarHermosa postura. La poesía desde estos tiempos con Beneditti y su accionar Revolucionario. Gracias pprof por esta disertación filosófica!!!!
ResponderEliminar¡Gracias, Óscar!
ResponderEliminarEs un texto para las «academias» del corazón y la vida. Es maravilloso tener tantos reencuentros con su lectura y relectura. La magia en él es benedittiana y oscarina.
¡Abrazos!