Al querido pueblo de Vietnam
En Da Nang hay un pueblito vestido por la lluvia durante
buena parte del año. Muchas veces un gordo sol toma ventaja iluminando una
selva tupida y el trozo montañoso de un verde imponente se torna glorioso.
Allí la gente dedica la sonrisa, el trabajo y la bondad al
cultivo del sagrado arroz. El tiempo se oculta entre la niebla del cielo y no
descifra la antigüedad de su historia. Llevan la memoria en las miradas como un
simple tesoro de la tierra.
La montaña guarda un misterio comentado en los días de
trabajo, de fiesta y en las noches de cuentos. Un hombre milenario vive en sus
intrincados riscos llenos de subidas y caminos, de bajadas y corrientes de
viento y agua. Verlo es siempre una bienaventuranza porque reciben de su mirada
el mejor año de su existencia.
Un día nació un niño y muchos vieron al hombre al pie de la
montaña. Decidieron celebrar una fiesta de tres días y nombraron al recién
nacido Gnuyen. Un cielo turquesa acompañó los bailes, las comidas compartidas y
la alegría de los días. Una luna blanquísima cubrió cada noche de blanco
marfil.
Cuando el niño Gnuyen cumplió los ocho años muchos vieron
cómo se internó en la montaña. Nadie sintió temor pues lo sabían protegido con
presentimientos desconocidos y gratos. Además, apenas entró en la espesura
salió aunque su mirada y su cuerpo reflejaban haber estado en un largo viaje y
hablaba con alguien invisible.
Dha madre del niño le preguntó por la persona desconocida con
quien hablaba y Gnuyen le relató una maravillosa historia de cómo había estado
varios días caminando con el hombre de la montaña. Visitaron el recinto de los
tigres, la cumbre de las aves, la cima donde nacen las aguas, el pozo del
silencio y la savia vital de los árboles abuelos. La madre atribuyó la historia
a la imaginación.
Cierto día caminaban por un solitario arrozal y al ver aquel
trabajo inmenso de la gente del pueblo en los arrozales el Hombre le dijo al
niño: “Ya es hora de que hagas un proyecto”. “¿Y qué es un proyecto?” -preguntó
Gnuyen abriendo sus ojos inquietos que miraban todo. “Un proyecto es un gran
deseo que nace con nosotros, porque lo traemos de lo desconocido, del sitio
oculto donde se originan las preguntas. Como todos, tú lo llevas muy guardado
en tu alma para vincular tu corazón y tu mente”. A Gnuyen se le perdió la
mirada entre las nubes y preguntó: “¿Cómo hago para que ese proyecto salga de
mí?” –y una risa espontánea le iluminó el rostro con maravillas. “Debes jugar
con todo lo que te rodea. Debes hablar con las cosas, con las gentes y ellas te
irán diciendo las claves de tu proyecto con sus actitudes, con su manera de
actuar. Lo que ellos bailen, canten, trabajen afuera ya tú lo llevas dentro”.
-Dame un ejemplo.
El Hombre entornó los ojos como un ave prensora y habló como
en susurros: “Habla con los árboles y ellos te dirán sus consejos en el
movimiento de sus ramas. Haz lo mismo con las aves y su vuelo te dirá los mensajes
necesarios, en el esfuerzo de la vaca también habrán señales y conversa con la
gente del pueblo, con las sabias mujeres del campo, con los labriegos, con los
orfebres. Escucha al viento que fluye en las aguas y en la noche. Hazles
preguntas juguetonas y en sus respuestas te dirán claves que guardarás en la
memoria”.
El Hombre se detuvo a mirar la montaña como si estuviese
abrazando a su madre con sus ojos. Y dijo como hablando con los tiempos: “Un día
antes de la lluvia ve al pie del arcoíris, cierra los ojos y piensa en todos
sus colores allí reunidos. Verás en algún momento el color de tu conciencia y
la imagen de tu proyecto se dibujará en tu corazón”.
Ambos prometieron verse en cinco después de finalizado el
proyecto, a orillas del Gran Río y Gnuyen le mostraría su prodigio.
El niño realizó una sencilla embarcación de bambú cuya
delicadeza era la de una pluma de ave flotando el aire. Aquella sutil obra podía
ser casa, templo, barco y adorno a la vez. Admirada, la gente del pueblo lo llenó
de alegría al ver terminada su tarea.
Gnuyen fue por cuatro mañanas consecutivas al sitio del
encuentro con la emoción del recuerdo y la soledad era todo la habido junto al
Gran Lago y su vergel. Regresaba a su casa intrigado y pensativo.
El quinto día llegó al sitio y percibió una calma cristalina
en aquellas aguas inquietas de tanto sosiego. El silencio gobernaba los sonidos.
Caía una leve llovizna y pasaba silbando bajito la brisa. Oyó la palabra lejana
del mono y el crepitar de las hojas conversando con la humedad y la charla
secreta de las flores.
Su corazón se llenó de un gozo parecido al producido por la
caída de la pequeña cascada de agua pasando detrás de su casa que siempre
removía dulcemente su pecho. Sintió la llegada de todas las claves a su mente
como espíritus lúdicos y creativos.
Con una gran sonrisa y el cuidado habido en las mañanas con
la luz, Gnuyen colocó su proyecto sobre el agua del río y vio cómo la corriente
se lo acompañó, con la suprema estabilidad de la neblina, al sitio donde nacen los
días en el porvenir.
Gracias Profesor Oscar por introducir lo sublime. Buscar dentro de nosotr@s con la conexión a elementos exteriores nos dan herramientas para el despertar. Escuchar con el Alma para iniciar mi Proyecto de vida que esta desde antes de nacer y olvidado por el paso del tiempo. La lluvia limpia las montañas y emerge su colorido original... Me encantó conocer a Gnuyen y su Maestro!
ResponderEliminarFelicitaciones muy bueno bastante mensaje, lo compartire en el taller .soy Norka BRIOS
ResponderEliminarSe parece al metodo de proyecto!
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