jueves, 11 de marzo de 2021

EL NIÑO Y EL HOMBRE DE LA MONTAÑA

 



Al querido pueblo de Vietnam

 

En Da Nang hay un pueblito vestido por la lluvia durante buena parte del año. Muchas veces un gordo sol toma ventaja iluminando una selva tupida y el trozo montañoso de un verde imponente se torna glorioso.

Allí la gente dedica la sonrisa, el trabajo y la bondad al cultivo del sagrado arroz. El tiempo se oculta entre la niebla del cielo y no descifra la antigüedad de su historia. Llevan la memoria en las miradas como un simple tesoro de la tierra.

La montaña guarda un misterio comentado en los días de trabajo, de fiesta y en las noches de cuentos. Un hombre milenario vive en sus intrincados riscos llenos de subidas y caminos, de bajadas y corrientes de viento y agua. Verlo es siempre una bienaventuranza porque reciben de su mirada el mejor año de su existencia.

Un día nació un niño y muchos vieron al hombre al pie de la montaña. Decidieron celebrar una fiesta de tres días y nombraron al recién nacido Gnuyen. Un cielo turquesa acompañó los bailes, las comidas compartidas y la alegría de los días. Una luna blanquísima cubrió cada noche de blanco marfil.

Cuando el niño Gnuyen cumplió los ocho años muchos vieron cómo se internó en la montaña. Nadie sintió temor pues lo sabían protegido con presentimientos desconocidos y gratos. Además, apenas entró en la espesura salió aunque su mirada y su cuerpo reflejaban haber estado en un largo viaje y hablaba con alguien invisible.

Dha madre del niño le preguntó por la persona desconocida con quien hablaba y Gnuyen le relató una maravillosa historia de cómo había estado varios días caminando con el hombre de la montaña. Visitaron el recinto de los tigres, la cumbre de las aves, la cima donde nacen las aguas, el pozo del silencio y la savia vital de los árboles abuelos. La madre atribuyó la historia a la imaginación.

Cierto día caminaban por un solitario arrozal y al ver aquel trabajo inmenso de la gente del pueblo en los arrozales el Hombre le dijo al niño: “Ya es hora de que hagas un proyecto”. “¿Y qué es un proyecto?” -preguntó Gnuyen abriendo sus ojos inquietos que miraban todo. “Un proyecto es un gran deseo que nace con nosotros, porque lo traemos de lo desconocido, del sitio oculto donde se originan las preguntas. Como todos, tú lo llevas muy guardado en tu alma para vincular tu corazón y tu mente”. A Gnuyen se le perdió la mirada entre las nubes y preguntó: “¿Cómo hago para que ese proyecto salga de mí?” –y una risa espontánea le iluminó el rostro con maravillas. “Debes jugar con todo lo que te rodea. Debes hablar con las cosas, con las gentes y ellas te irán diciendo las claves de tu proyecto con sus actitudes, con su manera de actuar. Lo que ellos bailen, canten, trabajen afuera ya tú lo llevas dentro”.

-Dame un ejemplo.

El Hombre entornó los ojos como un ave prensora y habló como en susurros: “Habla con los árboles y ellos te dirán sus consejos en el movimiento de sus ramas. Haz lo mismo con las aves y su vuelo te dirá los mensajes necesarios, en el esfuerzo de la vaca también habrán señales y conversa con la gente del pueblo, con las sabias mujeres del campo, con los labriegos, con los orfebres. Escucha al viento que fluye en las aguas y en la noche. Hazles preguntas juguetonas y en sus respuestas te dirán claves que guardarás en la memoria”.

El Hombre se detuvo a mirar la montaña como si estuviese abrazando a su madre con sus ojos. Y dijo como hablando con los tiempos: “Un día antes de la lluvia ve al pie del arcoíris, cierra los ojos y piensa en todos sus colores allí reunidos. Verás en algún momento el color de tu conciencia y la imagen de tu proyecto se dibujará en tu corazón”.

Ambos prometieron verse en cinco después de finalizado el proyecto, a orillas del Gran Río y Gnuyen le mostraría su prodigio.

El niño realizó una sencilla embarcación de bambú cuya delicadeza era la de una pluma de ave flotando el aire. Aquella sutil obra podía ser casa, templo, barco y adorno a la vez. Admirada, la gente del pueblo lo llenó de alegría al ver terminada su tarea.

Gnuyen fue por cuatro mañanas consecutivas al sitio del encuentro con la emoción del recuerdo y la soledad era todo la habido junto al Gran Lago y su vergel. Regresaba a su casa intrigado y pensativo.

El quinto día llegó al sitio y percibió una calma cristalina en aquellas aguas inquietas de tanto sosiego. El silencio gobernaba los sonidos. Caía una leve llovizna y pasaba silbando bajito la brisa. Oyó la palabra lejana del mono y el crepitar de las hojas conversando con la humedad y la charla secreta de las flores.

Su corazón se llenó de un gozo parecido al producido por la caída de la pequeña cascada de agua pasando detrás de su casa que siempre removía dulcemente su pecho. Sintió la llegada de todas las claves a su mente como espíritus lúdicos y creativos.

Con una gran sonrisa y el cuidado habido en las mañanas con la luz, Gnuyen colocó su proyecto sobre el agua del río y vio cómo la corriente se lo acompañó, con la suprema estabilidad de la neblina, al sitio donde nacen los días en el porvenir.








3 comentarios:

  1. Gracias Profesor Oscar por introducir lo sublime. Buscar dentro de nosotr@s con la conexión a elementos exteriores nos dan herramientas para el despertar. Escuchar con el Alma para iniciar mi Proyecto de vida que esta desde antes de nacer y olvidado por el paso del tiempo. La lluvia limpia las montañas y emerge su colorido original... Me encantó conocer a Gnuyen y su Maestro!

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  2. Felicitaciones muy bueno bastante mensaje, lo compartire en el taller .soy Norka BRIOS

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