jueves, 17 de mayo de 2018

HAY UN PUEBLO DISPUESTO A EJERCER SU PODER ELECTORAL



El sabio político venezolano Domingo Alberto Rangel Burgoin escribió en el libro “Los Mercaderes del Voto” lo que fue el llamado bipartidismo en Venezuela y puso en evidencia aquellos mecanismos de trampa, engaños, chantajes, mentiras, manipulaciones que rodearon la realidad electoral venezolana y sus consecuencias nefastas. Aquella democracia de la IV República (1958-1998) se entronizó a través de un aparato represivo en todos los órdenes, condenando las decisiones ciudadanas al grillete de lo que se llamó “delincuencia electoral”. El espacio electoral en Venezuela era un enteco mecanismo preparado para enterrar la espada de la frustración en las aspiraciones de decidir las transformaciones necesarias para la sociedad y para golpear con el puño derecho el rostro de las libertades. Así se impuso la alternancia de dos organizaciones partidistas que favorecieron siempre a las clases adineradas del país, dejando indemne a la mayoría atada de manos frente a las decisiones trascendentes.

Una de las primeras medidas constituyentes que se tomó luego de que el Presidente Hugo Chávez decretara su ejecución fue convertir la institución electoral en un Poder ciudadano y colocarlo dentro del Poder Moral que soñó el Libertador Simón Bolívar. Ha sido vital que ese Poder Electoral blindara las más altas decisiones ciudadanas, amparadas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela con las huellas históricas de la libertad, la democracia, el diálogo, la participación, la responsabilidad, el ejercicio político, la solidaridad, la convivencia y la paz. 
 

El Presidente Chávez transitó (1998-2012) por tensiones y acosos del enemigo histórico cuya constante guerra obstaculizó su labor gubernamental y también ocasionó respuestas formidables, en lo que llamó (parafraseando a León Trostky) “el látigo de la contrarrevolución”. Los aciertos y victorias sociales de aquellos 14 años con el Presidente Chávez hubieran sido imposibles sin la constitución y despliegue del Poder Electoral que nos configura como proceso, a través del cual se logró blindar las decisiones políticas deliberativas, el encriptamiento de la precisión tecnológica, la simultaneidad informativa, la instantaneidad procedimental, la rapidez comunicativa en redes, la claridad metodológica, la comprensión de las semióticas en juego. Al Comandante Chávez le tocó el momento histórico de desplegar un tejido tecnológico que ha hecho del pueblo venezolano el gran mediador por excelencia del destino democrático del mundo. Estos hilos se vincularon a toda la sociedad y ha hecho posible sustentar con solidez imperecedera ese Poder Electoral que ha cobrado notoriedad en el contexto planetario. 

Aquellos acosos y tensiones promovidos por los laboratorios de la guerra de cuarta generación imperial que ha vivido ese Poder Electoral en Venezuela ha ido creciendo en la medida en que la vesanía, sadismo y violencia se promueve y ejecuta desde el Departamento de Estado gringo con la alcahuetería y genuflexión traidora de los cipayos internos. Las presiones resistidas en el año 2012, período en que se eligió al Presidente Nicolás Maduro Moros (aún siendo transitadas con hondo dolor por la partida física del Comandante Chávez) no son ni la sombra de las que hoy pesan sobre nuestra máxima institución electoral. Nuevamente, ese ejercicio de votar para la mayoría ciudadana sagrado, está rodeado de mil y una expectativas y novedades; y siente el entorpecimiento estúpido de algunos sectores opositores que cantarían “fraude”, una vez más, finalizados los comicios, de ganar las elecciones el Presidente Maduro.

La gran expectativa de las elecciones del 20 de mayo de 2018 estriba en desplegarse en medio del ojo del huracán de una cruenta guerra económica que ocasiona tensiones sociales a cada segundo. En esta oportunidad la decisión ciudadana nuevamente cobrará un interés planetario. Por obra de esos efectos perniciosos, sectores hasta ahora postergados en su propio ejercicio deliberante debido a la anomia política que les ha afectado, se han visto en la necesidad de politizarse a su manera. (Lamentablemente, los proyectos de formación política de las organizaciones que alientan la revolución bolivariana aún ofrece serias debilidades hacia el pueblo que somos) Estas presiones, sin darse cuenta, los ha trasladado de un lugar políticamente indiferente hasta un sitio político concreto para ellos y ellas impensable en cuanto a las posibles preferencias, extraordinario por lo que tiene de contexto inédito, inusitado por la sorpresa que cada día les depara, maravilloso en el sentido de obligarles a asumirse ciudadanos (así sea desde el descontento) en pleno ejercicio de las responsabilidades patrias. Por obra de la subestimación que han sufrido como ciudadanos por parte de los sectores adinerados de la sociedad y sus mediadores politiqueros, no creen que su postura es genuinamente política (y tendiente al voto) y mucho menos piensan que su obligada posición es el resultado de las luchas ciudadanas de estos últimos 20 años alentadas en el proceso bolivariano. Muchos de ellos y ellas, en su descontento y aflicción, es posible que utilicen el voto en contra del proceso político que ha hecho posible esa soberana decisión. Así es la democracia, como hermana de la libertad y de la política, un riesgo constante.

No es nada fácil hacer una revolución radicalmente opuesta a los poderosos factores imperiales impulsando las decisiones ciudadanas desde el Poder Electoral. Todo el acoso violento e incendiario, el bloqueo de los alimentos y la salud vivido desde el año 2017 y en este 2018 pudiera hacer que un fragmento de ese pueblo se vaya tras el espejismo de chuchería, cuya suculencia le presta la mano del enemigo que ha traficado con su comida, sus medicamentos, del inmediatismo que pretende condicionarle la vida a cambio de ponerse de rodillas al imperio. ¿Podrán estos poderes malignos más que la dignidad, orgullo y resistencia de un pueblo venezolano forjador de libertades? De nuevo, ese pueblo hacedor de maravillas tiene en su Poder Electoral una decisión trascendente.


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