El
sabio político venezolano Domingo Alberto Rangel Burgoin escribió
en el libro “Los Mercaderes del Voto” lo que fue el llamado
bipartidismo en Venezuela y puso en evidencia aquellos mecanismos de trampa, engaños, chantajes, mentiras, manipulaciones que
rodearon la realidad electoral venezolana y sus consecuencias
nefastas. Aquella democracia de la IV República (1958-1998) se
entronizó a través de un aparato represivo en todos los órdenes,
condenando las decisiones ciudadanas al grillete de lo que se llamó
“delincuencia electoral”. El espacio electoral en Venezuela era
un enteco mecanismo preparado para enterrar la espada de la
frustración en las aspiraciones de decidir las transformaciones
necesarias para la sociedad y para golpear con el puño derecho el
rostro de las libertades. Así se impuso la alternancia de dos
organizaciones partidistas que favorecieron siempre a las clases
adineradas del país, dejando indemne a la mayoría atada de manos
frente a las decisiones trascendentes.
El
Presidente Chávez transitó (1998-2012) por tensiones y acosos del
enemigo histórico cuya constante guerra obstaculizó su labor
gubernamental y también ocasionó respuestas formidables, en lo que
llamó (parafraseando a León Trostky) “el látigo de la
contrarrevolución”. Los aciertos y victorias sociales de aquellos
14 años con el Presidente Chávez hubieran sido imposibles sin la
constitución y despliegue del Poder Electoral que nos configura como
proceso, a través del cual se logró blindar las decisiones
políticas deliberativas, el encriptamiento de la precisión
tecnológica, la simultaneidad informativa, la instantaneidad
procedimental, la rapidez comunicativa en redes, la claridad
metodológica, la comprensión de las semióticas en juego. Al
Comandante Chávez le tocó el momento histórico de desplegar un
tejido tecnológico que ha hecho del pueblo venezolano el gran
mediador por excelencia del destino democrático del mundo. Estos
hilos se vincularon a toda la sociedad y ha hecho posible sustentar
con solidez imperecedera ese Poder Electoral que ha cobrado
notoriedad en el contexto planetario.
Aquellos
acosos y tensiones promovidos por los laboratorios de la guerra de
cuarta generación imperial que ha vivido ese Poder Electoral en
Venezuela ha ido creciendo en la medida en que la vesanía, sadismo y
violencia se promueve y ejecuta desde el Departamento de Estado
gringo con la alcahuetería y genuflexión traidora de los cipayos
internos. Las presiones resistidas en el año 2012, período en que
se eligió al Presidente Nicolás Maduro Moros (aún siendo
transitadas con hondo dolor por la partida física del Comandante
Chávez) no son ni la sombra de las que hoy pesan sobre nuestra
máxima institución electoral. Nuevamente, ese ejercicio de votar
para la mayoría ciudadana sagrado, está rodeado de mil y una
expectativas y novedades; y siente el entorpecimiento estúpido
de algunos sectores opositores que cantarían “fraude”, una vez
más, finalizados los comicios, de ganar las elecciones el Presidente Maduro.
La
gran expectativa de las elecciones del 20 de mayo de 2018 estriba en
desplegarse en medio del ojo del huracán de una cruenta guerra
económica que ocasiona tensiones sociales a cada segundo. En esta
oportunidad la decisión ciudadana nuevamente cobrará un interés
planetario. Por obra de esos efectos perniciosos, sectores
hasta ahora postergados en su propio ejercicio deliberante debido a
la anomia política que les ha afectado, se han visto en la necesidad
de politizarse a su manera. (Lamentablemente, los proyectos de
formación política de las organizaciones que alientan la revolución
bolivariana aún ofrece serias debilidades hacia el pueblo que somos)
Estas presiones, sin darse cuenta, los ha trasladado de un lugar
políticamente indiferente hasta un sitio político concreto para
ellos y ellas impensable en cuanto a las posibles preferencias,
extraordinario por lo que tiene de contexto inédito, inusitado por
la sorpresa que cada día les depara, maravilloso en el sentido de
obligarles a asumirse ciudadanos (así sea desde el descontento) en
pleno ejercicio de las responsabilidades patrias. Por obra de la
subestimación que han sufrido como ciudadanos por parte de los
sectores adinerados de la sociedad y sus mediadores politiqueros, no
creen que su postura es genuinamente política (y tendiente al voto)
y mucho menos piensan que su obligada posición es el resultado de
las luchas ciudadanas de estos últimos 20 años alentadas en el
proceso bolivariano. Muchos de ellos y ellas, en su descontento y
aflicción, es posible que utilicen el voto en contra del proceso
político que ha hecho posible esa soberana decisión. Así es la
democracia, como hermana de la libertad y de la política, un riesgo
constante.
No
es nada fácil hacer una revolución radicalmente opuesta a los
poderosos factores imperiales impulsando las decisiones ciudadanas
desde el Poder Electoral. Todo el acoso violento e incendiario, el
bloqueo de los alimentos y la salud vivido desde el año 2017 y en
este 2018 pudiera hacer que un fragmento de ese pueblo se vaya tras
el espejismo de chuchería, cuya suculencia le presta la mano del
enemigo que ha traficado con su comida, sus medicamentos, del
inmediatismo que pretende condicionarle la vida a cambio de ponerse
de rodillas al imperio. ¿Podrán estos poderes malignos más que la
dignidad, orgullo y resistencia de un pueblo venezolano forjador de
libertades? De nuevo, ese pueblo hacedor de maravillas tiene en su
Poder Electoral una decisión trascendente.
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