miércoles, 16 de mayo de 2018

LA METAFORA "MAESTRO" EN RAFAEL ANGULO RUIZ


OBRA DE CESAR RENGIFO

Todas las culturas de la llamada civilización occidental tienen al Maestro en la más alta consideración social. Para las llamadas culturas ancestrales este perfil humano es de dimensiones trascendentes y abarca la proximidad de todas las relaciones habidas. En el cosmos indígena se dimensiona el Chamán, quien es iniciado como el albacea de los conocimientos y los aprendizajes de su pueblo. Los aymaras tienen en el Amauta al poseedor del sentir de los insondables ecos del pasado, de la visión de los sutiles pasos del presente, de la intuición de la incuestionable palabra del porvenir. Es historia de nuestros pueblos indígenas, que al caer el dignatario inca Atahualpa en la horrenda traición del abominable Pizarro, los amautas dijeron a sus pueblos que había que esperar 500 años para escuchar la voz de las piedras; aquellos pueblos acataron de sus maestros ese trascendente llamado que hoy se está cumpliendo.


Ser Maestro es signo de poseer la mayor comprensión del mundo. Sabio, consejero, visionario, estudioso, investigador, trabajador, vínculo, fortaleza, referente, educador, lugar de sosiego, aposento de seguridad, oasis para la hermandad, hoguera permanente para el calor amigo, para la contemplación de los acertijos de la vida, para los planes de las victorias futuras. Estas poderosas huellas de la práctica humana las atesoró el educador venezolano Rafael Angulo Ruiz.

Es imposible seguir estas letras sin transitar por su coherencia. Rafael colocaba a este valor como el signo más poderoso de la experiencia. En toda su formación familiar, social y humana, siempre estimó como suprema, la correspondencia entre el pensar y el hacer; éste fue el basamento de su práctica de vida y lo mostraba en su sonrisa transparente, en su mirada amiga, en su palabra consecuente, en su acción ejemplarizante. Así como la encontró en la filosofía cristiana de su familia, también la abrazó en la formación humana, educativa y política que le dieron las luchas sociales junto a los suyos; y en los invalorables aprendizajes obtenidos del hermoso y aleccionador tránsito educativo del maestro brasileño Paulo Freire.

Otra insoslayable referencia es constituida por el sentido de la territorialidad dibujada por la parroquia La Vega en Caracas para sus pasos comunitarios. Las jornadas emprendidas durante las décadas de los años 60, 70 y 80 del siglo XX en ese lar popular, tienen en Rafael Angulo Ruiz al militante constante, consecuente y estudioso. Ese enjambre de comunidades laboriosas trazadas por escaleras, torrenteras, calles y casas del tamaño de los sueños del pueblo, contaron con el empuje de este formidable compañero. Allí estuvo en los logros colectivos obtenidos a fuerza de constancia, vehemencia y terquedad propias de los esfuerzos populares.

La Vega también es huella significativa en la memoria del sacerdote belga Francisco Wytack, quien fuera militante de aquella gesta venezolana de comunidades que se desplegaban en la vida de un pueblo que jamás cesó en buscar salidas a sus problemas y fortaleza a sus sueños. El símbolo de resistencia en que se transformó el ejemplo de Wytack para la parroquia La Vega y para Venezuela era síntesis de la lucha de hombres y mujeres que como Rafael Angulo Ruiz siempre apostaron a la estrategia comunitaria como sendero en proceso de consolidación. Y tuvo en el aporte de la llamada Teología de la Liberación la valiosa participación de los cristianos de base en las dimensiones sociales.

Muchas son las huellas que forja la vida de hombres y mujeres valiosos y en Rafael esto es aurora constante. Hay una vivencia fundamental, necesaria de significar con subrayado vehemente e inolvidable, dada la contribución que deja en su impronta de la Educación Popular; se trata de la alfabetización. Es sabido que Venezuela es ejemplo de educadores y educadoras que han ofrecido sus esfuerzos de aprendizaje a los procesos formativos, para que hombres y mujeres, que no habían tenido la posibilidad de acceder al espacio de leer y escribir el idioma castellano, lo hicieran desde su propia experiencia. En Rafael quizás tenemos a uno de esos compañeros y compañeras que más contribuyó con los procesos de alfabetización, incluso, allende la Patria. Un instrumento de lucha en favor de la alfabetización llamado Cartilla Abrebrecha tiene en Rafael a su más sabio y experimentado contribuyente. Se trata de la llave maravillosa para que un pueblo se pronuncie desde su propia letra, desde su auténtica voz. Y debemos decir lamentablemente que en el proceso bolivariano, esta contribución no tuvo la centralidad que merecía porque si se hubiese consultado a las organizaciones populares por cuál experiencia enfatizar los destinos del programa nacional de alfabetización de nuestra revolución, la memoria de esta valiosa hoja de ruta alfabetizadora hubiese sido pronunciada unánimemente a través de todas las calles, escaleras y avenidas como un eco de educación, trascendencia y ternura. Sin embargo, como la vida del pueblo se caracteriza por la terquedad, no dudamos que en cada venezolano y venezolana alfabetizado en la Revolución Bolivariana a totalidad concreta, el sabio consejo de Rafael estuvo presente.

Dedicado a los procesos de la educación de las comunidades, con el propósito de que los trabajadores y trabajadoras de todas las ramas del rizoma social accedieran a experiencias de educativas, fundó el Ensayo de Formación de Educación Popular (ENFODEP). Este vínculo se extendió más allá de las fronteras patrias. La idea es que las gentes de nuestras comunidades se educaran desde sus propias experiencias reivindicando el sentido de conciencia social a través de estrategias y metodologías propias e innovadoras. Esta siembra ha dado a la Pacha Mama frutos de profesionalización comunitaria valiosos para personas que logran profundizar su trabajo en prácticas cada vez más colectivas y transformadoras. 

Y como desde su práctica educativa transformadora hizo jornada diaria universitaria con el pueblo que somos, la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez se honró al conferirle el título de Doctor Honoris Causa por ser ejemplo de ese Pueblo Universidad que desde las comunidades organizadas se hace Patria liberada hacia ciudadanías de provenir hermoso y colectivo. 

Por ahora y hasta siempre, Rafael se queda resguardado en la memoria de su pueblo. Tuvo en su experiencia el aprendizaje del valor de la comunicación como nicho vital de las relaciones humanas. Así como contribuyó con la fundación del periódico “La Vega Dice”: obligada referencia de la comunicación alternativa venezolana, por sus manos y haceres pasaron infinidad de periódicos alternativos hechos en fábricas, escuelas, grupos comunitarios: émulos del Iskra bolchevique, del Correo de Orinoco bolivariano, del petroglifo indígena, del pequeño panfleto popular con el que se forjan las revoluciones más hermosas que son las revoluciones del alma.

Hombre sencillo, cristiano, hijo, hermano, padre, esposo, compañero de viaje de infinidad de camaradas de sus luchas cotidianas. En su casa de La Salina, estado Vargas, a orillas del mar; gaviotas y pelícanos estarán pronunciando su nombre expandido por el Caribe, como el recuerdo-pueblo de quien supo transitar con sus iguales el testimonio de vida en el ejemplo que dejan los verdaderos maestros populares que, como lo dijo el Maestro Simón Rodríguez, son los anhelados, buscados y encontrados por sus discípulos, son los que perpetúan su nombre en las escuelas. En cada libro que pasó por sus manos laboriosas hacia los dignos anaqueles de la Biblioteca que fundó, su tierna mirada de amigo acompañará la de su pueblo salitrero y sabio que tomará esas ediciones para hacerse cada vez más consciente de su provenir.





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