lunes, 14 de mayo de 2018

¡YA ME CAYÓ EL BONO!





Nada más fascinante para el estudio del lenguaje que la escucha, lectura e interpretación del habla popular, máxime cuando se explora tomando en cuenta la creatividad. En la cultura occidental, desde la Revolución Francesa se inicia un lento, paulatino pero constante reconocimiento del lenguaje salido del pueblo. La real academia de la lengua de todos los idiomas europeos creó una metáfora para encasillar las incorporaciones callejeras, barriales o campesinas denominada “vulgarismo”, de donde devienen lo vulgar, lo mundano, lo cotidiano, lo popular que ya tienen cierto restringido reconocimiento por la oficialidad lingüistica. 

En lo referente a nuestro Abya Yala, una de las expresiones más prolíficas de los lenguajes regionales es el lunfardo argentino que sin lugar a dudas constituye una especie de idioma. Expresiones como ésta y otros regionalismos cobran indecible fascinación cuando son colocadas en las artes a través de la música, del teatro, del cine o de la literatura. Es ese hablar como uno que la dinámica diaria, en muchos casos, de transgresión social, va creando formas de decir los mundos cuya influencia apasiona con tonalidades expresivas que surgen y terminan estableciendo códigos que se mantienen por tiempo indefinido en el lenguaje. El célebre personaje mexicano “Cantinflas” decía: “O hablamos como personas o hablamos como lo que somos”.


LA NO-REAL ACADEMIA DE LA LENGUA


Así como existe una Real Academia de la Lengua, hay una No-real Academia de la Lengua (Academia Popular o Academia Pueblo); la tarea de la primera es oficializar el lenguaje explicado, formal, cabildoso, oficial, engolado, acartonado, objetivo, científico, académico, audiovisual, universal, impuesto; la tarea de la segunda es legitimar el lenguaje implicado, informal, subversivo, transgresor, vulgar, flexible, subjetivo, experimental, subterráneo, invisibilizado, ancestral, indígena. La lengua “real o de la realeza” tiende a conservar las normas y formas del habla y lo escrito que se expresa en instituciones como la universidad, los ministerios y congresos; la Academia Pueblo de la Lengua va a tender siempre a procrear e impulsar anti-formas de decir el mundo a través de una creatividad que rompe con el conservadurismo lingüístico, se riñe con el lenguaje de los cabildos para insurgir al mundo literario (sobre todo del habla) y así servir de voz a quienes se encuentran excluidos por diversos motivos sociales, expresándose en plena calle o en sitios clandestinos.


La tarea de transgredir el lenguaje es en realidad convertir los significados peyorativos de las expresiones en ejercicios hermenéuticos totalmente contrarios para reivindicar la visibilización de lo reprimido, lo encarcelado, lo prohibido, lo censurado. Un ejemplo clásico de voltear completamente el significado de una palabra lo constituye la expresión “negro”, originariamente discriminatoria que la hermenéutica popular transforma en una expresión familiar, agradable, cariñosa: a poetas como el cubano Nicolás Guillén le debemos proezas como ésta. En las clases populares decir “negra” a una mujer puede ser una grandiosa expresión de afecto, solidaridad o amor. Esto legitima a un pueblo-academia que anda por las calles torciendo el significados de palabras que fueron originariamente malvadas.


DE CÓMO VOLTEAR LOS INFORTUNIOS DESDE EL LENGUAJE


En la Venezuela del año 2018 se ha generalizado, convertida en cotidiana, la pronunciación de la expresión “Me cayó”, para significar el haber recibido cualesquiera de los Bonos que el gobierno del Presidente Nicolás Maduro adjudica a través de un medio electrónico innovador denominado “Carnet de la Patria”. Este medio plastificado debe ser escaneado por vía telemática, consultado a través del internet y su adjudicación se recibe por vía telefónica con un mensaje escrito de tono alentador.


Puede ser interesante indagar un poco acerca del origen, a todas luces peyorativo, de la expresión: ¡Me cayó! Tiene relación antigua con el infortunio y la desgracia. En el mundo rural casi perdido en el tiempo occidental debido a la imposición del espacio urbano, donde la tecnología no alcanzaba para prevenir malos ratos, era frecuente que antes de caer las lluvias, como siempre sucede, se desprendieran del cielo rayos y centellas que ocasionan sonoros truenos. Estas manifestaciones eléctricas caían sobre casas, animales, árboles y personas sin que hubiera pararrayos que los canalizara hacia la tierra. No pocos muertos o incendios dejaron como desgracia aquellas descargas. Si el desprendimiento celestial caía cerca de alguien o de su casa podía ser interpretado como un sortilegio o como una futura desgracia; esto dependía de la creencia religiosa, pues se creía que era enviado por Dios como un castigo; también podía interpretarse como un signo de mala suerte o lo que llamamos “pava” o “mabita”. Aún se puede decir: “Te cayó la pava” a una persona aquejada por la recurrencia de vivencias desagradables o desafortunados. La característica esencial de la caída de un rayo es lo inesperado: cae de sorpresa. Cuando la policía desarrolla un operativo exitoso en contra de los delincuentes que trafican con los billetes, la gente dice: “Les cayó manos al papel”.

Podemos decir que es de antigua data la antinomia de este significado, porque también supone un sortilegio ya que no todo lo que cae del cielo es peligroso o malo como una descarga eléctrica. La caída de la lluvia puede ser bendita aunque moje o desgraciada aunque nutra la tierra: siempre dependerá. También se puede decir: “Me cayó un amor”, “Me cayó un ángel”, “Me cayó un premio”, “Me cayó una buena visita”. Todas las culturas, sean monoteístas o politeístas, tienen al cielo como trono del Dios o los dioses y de su poder caen las descargas espirituales.


En el caso de la comprensión intelectual también encontramos esta incorporación expresiva en los pueblos del oriente de Venezuela. Cuando alguien logra la comprensión inusitada de alguna realidad, se suele decir: “Me cayó la locha”. Recordemos que la “locha” fue una moneda de bajo valor que no pocas veces salvaba a las clases populares de una situación embarazosa a la hora de comer: varios bollos de pan llegaron a tener el precio de una locha. Los abuelos recuerdan a menesterosos decir: “Por favor deme una lochita” y desde la caridad les caía en sus manos. Exclamaciones como ésta casi siempre están relacionadas con recibir dinero por sorpresa.


ME CAYÓ EL BONO


Las luchas sociales han comprobado a través de los siglos que los pueblos son más creativos en la medida en que las crisis y dificultades se acentúan. Tal vez en esta observancia, el político ruso Lenin llegó a decir que “ningún pueblo se deja morir”. La creatividad popular se expresa con anticipación en el lenguaje porque la acciones se manifiestan mientras las comunidades pronuncian su mundo desde sus propias dinámicas. Aquí los pueblos, postergados y reprimidos por años en sus aportes expresivos genuinos, aprovechan para colocar todos aquellos significados peyorativos con que fueron agredidos y discriminados por las clases pudientes y les dan un significado totalmente contrario.


Adversarios a las políticas del gobierno del Presidente Maduro consideran abominable la expresión: “Me Cayó”, pronunciada cuando alguien recibe uno de los Bonos, porque la asocian a una dádiva indigna, que promueve el facilismo, la irresponsabilidad, la caridad, el conformismo. Sin embargo, la expresión se ha vuelto extraordinariamente popular dada su generalización en el lenguaje cotidiano y no deja de estar acompañada de signos emotivos de alivio, alegría, sosiego, abrazos. Este “Me cayó el Bono”, de acuerdo a la dimensión de la conciencia de la persona puede ser interpretado como un signo de resistencia política o un aporte solidario del Gobierno o un premio sorpresa o un concepto económico para combatir la hiperinflación, ya que no incide sobre el salario. Lo cierto es que toda la ciudadanía ya fijó posición frente a esta medida económica.


Hay una marcada diferenciación en los Bonos del gobierno del Presidente Maduro desde la interpretación del sentido de una caída sortaria o desafortunada y es que no es sorpresiva es más bien segura. Esta seguridad cobra una significativa interpretación prospectiva que la diferencia, como prerrogativa gubernamental, de todas cuantas se hayan dado anteriormente incluyendo al periodo de la IV República, ya que, conservando la expectativa del sabor que tiene una sorpresa (no se sabe exactamente cuándo va a caer) está incorporada a la seguridad de que se hará efectiva: la bonificación es dialéctica ya que se coloca como una incertidumbre segura.


Tal vez muy pocos opositores al gobierno del Presidente Maduro hayan caído en cuenta de que esta dialéctica habida en los Bonos está directamente relacionada con el valor supremo de los pueblos y es el agradecimiento: no existe en toda la Pacha Mama un solo pueblo desagradecido. Y en el caso del pueblo venezolano este valor es extraordinario, supremo. Es posible que en Venezuela la peor cosa que se puede hacer es desagradecer. Estos bonos están siendo agradecidos al gobierno y este sentimiento es legítimo dada la conciencia que hay en mucha gente de que existe una guerra en contra del pueblo, por parte de factores internos y externos opuestos a la política desplegada en la revolución bolivariana.


BONOS PARA LA PAZ


En toda guerra u otra situación social excepcional la táctica de entregar bonos es práctica usual porque los ataques del enemigo también son económicos: el peor misil es el que ataca la barriga de las familias. El bono significa el aguante ante la situación de adversidad. Es un colchón para amortiguar parte de los golpes económicos recibidos. Esto lo comprende la generalidad del pueblo así algunos no lo compartan y otros no quieran recibirlos por razones políticas.


En una situación de guerra, un bono tiene características contingentes, transitorias y como medida política apunta a crear conciencia. Pobre de los adversarios del gobierno si se atreven a subestimar este aspecto fundamental. Estarían desconociendo que la implementación de los bonos se está desplegando en medio de un ejercicio ciudadano, sin lugar a la menor duda desgarrador (es una guerra), pero expresado en una territorialidad donde se está desplegando un dialogo cotidiano con pocos precedentes en medio de un escenario bélico. Conceptos como libertad, democracia, paz, diálogo, debate, cultura están en el habla diaria en todos los escenarios sociales, mediados por el pueblo más politizado de toda la Pacha Mama.

Así como muchos factores que ha producido el proceso bolivariano (donde destaca para siempre el poder comunicativo del Comandante Chávez), esta implementación de los bonos está incidiendo en la permanente y cada vez más fortalecida politización de la ciudadanía. Y esta politización es además económica y tecnológica, caso nunca antes visto. La molestia de no poca gente que adversa al gobierno es que se ha visto obligada a deliberar y a fijar posición ante todo cuanto está sucediendo en la sociedad, aunque no sean plenamente conscientes.


Durante las últimas cuatro décadas republicanas antes de 1998, al pueblo venezolano le habían caído como tormentas eléctricas, engaños, invisibilización, demagogia, represión, masacres, persecuciones, torturas, capitalismo, imperialismo, intervencionismo, anomia política. Desde entonces, el atrevimiento popular con Chávez a la cabeza ha provocado que nos caiga lucha, movilización, crecimiento de la conciencia, resistencia, diálogo, aproximación al socialismo, misiones sociales, debate... y además ... bonos. Nada hay más difícil que el ejercicio de la libertad. Ser esclavos siempre será más fácil. Cuando le cae un bono del gobierno al pueblo, inmediatamente se activa una reflexión presente en todos los escenarios donde se practica la libertad: ¿Qué hacemos? ¿Cómo resolvemos? Un esclavo jamás se plantea alternativas. Del resultado de estas reflexiones que están creando conciencia, dependerá el porvenir de este proceso sociopolítico y del pueblo que lo protagoniza y decide.


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