Nada
más fascinante para el estudio del lenguaje que la escucha, lectura
e interpretación del habla popular, máxime cuando se explora
tomando en cuenta la creatividad. En la cultura occidental, desde la
Revolución Francesa se inicia un lento, paulatino pero constante
reconocimiento del lenguaje salido del pueblo. La real academia de la
lengua de todos los idiomas europeos creó una metáfora para
encasillar las incorporaciones callejeras, barriales o campesinas
denominada “vulgarismo”, de donde devienen lo vulgar, lo mundano,
lo cotidiano, lo popular que ya tienen cierto restringido
reconocimiento por la oficialidad lingüistica.
En
lo referente a nuestro Abya Yala, una de las expresiones más
prolíficas de los lenguajes regionales es el lunfardo argentino
que sin lugar a dudas constituye una especie de idioma. Expresiones
como ésta y otros regionalismos cobran indecible fascinación cuando
son colocadas en las artes a través de la música, del teatro, del
cine o de la literatura. Es ese hablar como uno que la
dinámica diaria, en muchos casos, de transgresión social, va
creando formas de decir los mundos cuya influencia
apasiona con tonalidades expresivas que surgen y terminan
estableciendo códigos que se mantienen por tiempo indefinido en el
lenguaje. El célebre personaje mexicano “Cantinflas” decía: “O
hablamos como personas o hablamos como lo que somos”.
LA
NO-REAL ACADEMIA DE LA LENGUA
Así
como existe una Real Academia de la Lengua, hay una No-real Academia
de la Lengua (Academia Popular o Academia Pueblo); la tarea de la
primera es oficializar el lenguaje explicado, formal, cabildoso,
oficial, engolado, acartonado, objetivo, científico, académico,
audiovisual, universal, impuesto; la tarea de la segunda es legitimar
el lenguaje implicado, informal, subversivo, transgresor, vulgar,
flexible, subjetivo, experimental, subterráneo, invisibilizado,
ancestral, indígena. La lengua “real o de la realeza” tiende a
conservar las normas y formas del habla y lo escrito que se expresa
en instituciones como la universidad, los ministerios y congresos; la
Academia Pueblo de la Lengua va a tender siempre a procrear e
impulsar anti-formas de decir el mundo a través de una creatividad
que rompe con el conservadurismo lingüístico, se riñe con el
lenguaje de los cabildos para insurgir al mundo literario (sobre todo
del habla) y así servir de voz a quienes se encuentran excluidos por
diversos motivos sociales, expresándose en plena calle o en sitios
clandestinos.
La
tarea de transgredir el lenguaje es en realidad convertir los
significados peyorativos de las expresiones en ejercicios
hermenéuticos totalmente contrarios para reivindicar la
visibilización de lo reprimido, lo encarcelado, lo prohibido, lo
censurado. Un ejemplo clásico de voltear completamente el
significado de una palabra lo constituye la expresión “negro”,
originariamente discriminatoria que la hermenéutica popular
transforma en una expresión familiar, agradable, cariñosa: a poetas
como el cubano Nicolás Guillén le debemos proezas como ésta. En
las clases populares decir “negra” a una mujer puede ser una
grandiosa expresión de afecto, solidaridad o amor. Esto legitima a
un pueblo-academia que anda por las calles torciendo el significados
de palabras que fueron originariamente malvadas.
DE
CÓMO VOLTEAR LOS INFORTUNIOS DESDE EL LENGUAJE
En
la Venezuela del año 2018 se ha generalizado, convertida en
cotidiana, la pronunciación de la expresión “Me cayó”, para
significar el haber recibido cualesquiera de los Bonos que el
gobierno del Presidente Nicolás Maduro adjudica a través de un
medio electrónico innovador denominado “Carnet de la Patria”.
Este medio plastificado debe ser escaneado por vía telemática,
consultado a través del internet y su adjudicación se recibe por
vía telefónica con un mensaje escrito de tono alentador.
Puede
ser interesante indagar un poco acerca del origen, a todas luces
peyorativo, de la expresión: ¡Me cayó! Tiene relación antigua
con el infortunio y la desgracia. En el mundo rural casi perdido en
el tiempo occidental debido a la imposición del espacio urbano,
donde la tecnología no alcanzaba para prevenir malos ratos, era
frecuente que antes de caer las lluvias, como siempre sucede, se
desprendieran del cielo rayos y centellas que ocasionan sonoros
truenos. Estas manifestaciones eléctricas caían sobre casas,
animales, árboles y personas sin que hubiera pararrayos que los
canalizara hacia la tierra. No pocos muertos o incendios dejaron
como desgracia aquellas descargas. Si el desprendimiento celestial
caía cerca de alguien o de su casa podía ser interpretado como un
sortilegio o como una futura desgracia; esto dependía de la creencia
religiosa, pues se creía que era enviado por Dios como un castigo;
también podía interpretarse como un signo de mala suerte o lo que
llamamos “pava” o “mabita”. Aún se puede decir: “Te
cayó la pava” a una persona aquejada por la recurrencia de
vivencias desagradables o desafortunados. La característica esencial
de la caída de un rayo es lo inesperado: cae de sorpresa. Cuando la
policía desarrolla un operativo exitoso en contra de los
delincuentes que trafican con los billetes, la gente dice: “Les
cayó manos al papel”.
Podemos
decir que es de antigua data la antinomia de este significado, porque
también supone un sortilegio ya que no todo lo que cae del cielo es
peligroso o malo como una descarga eléctrica. La caída de la lluvia
puede ser bendita aunque moje o desgraciada aunque nutra la tierra:
siempre dependerá. También se puede decir: “Me cayó un amor”,
“Me cayó un ángel”, “Me cayó un premio”, “Me cayó una
buena visita”. Todas las culturas, sean monoteístas o politeístas,
tienen al cielo como trono del Dios o los dioses y de su poder caen
las descargas espirituales.
En
el caso de la comprensión intelectual también encontramos esta
incorporación expresiva en los pueblos del oriente de Venezuela.
Cuando alguien logra la comprensión inusitada de alguna realidad, se
suele decir: “Me cayó la locha”. Recordemos que la “locha”
fue una moneda de bajo valor que no pocas veces salvaba a las clases
populares de una situación embarazosa a la hora de comer: varios
bollos de pan llegaron a tener el precio de una locha. Los abuelos
recuerdan a menesterosos decir: “Por favor deme una lochita” y
desde la caridad les caía en sus manos. Exclamaciones como ésta
casi siempre están relacionadas con recibir dinero por sorpresa.
ME
CAYÓ EL BONO
Las
luchas sociales han comprobado a través de los siglos que los
pueblos son más creativos en la medida en que las crisis y
dificultades se acentúan. Tal vez en esta observancia, el político
ruso Lenin llegó a decir que “ningún pueblo se deja morir”. La
creatividad popular se expresa con anticipación en el lenguaje
porque la acciones se manifiestan mientras las comunidades pronuncian
su mundo desde sus propias dinámicas. Aquí los pueblos, postergados
y reprimidos por años en sus aportes expresivos genuinos, aprovechan
para colocar todos aquellos significados peyorativos con que fueron
agredidos y discriminados por las clases pudientes y les dan un
significado totalmente contrario.
Adversarios
a las políticas del gobierno del Presidente Maduro consideran
abominable la expresión: “Me Cayó”, pronunciada cuando alguien
recibe uno de los Bonos, porque la asocian a una dádiva indigna, que
promueve el facilismo, la irresponsabilidad, la caridad, el
conformismo. Sin embargo, la expresión se ha vuelto
extraordinariamente popular dada su generalización en el lenguaje
cotidiano y no deja de estar acompañada de signos emotivos de
alivio, alegría, sosiego, abrazos. Este “Me cayó el Bono”, de
acuerdo a la dimensión de la conciencia de la persona puede ser
interpretado como un signo de resistencia política o un aporte
solidario del Gobierno o un premio sorpresa o un concepto económico
para combatir la hiperinflación, ya que no incide sobre el salario.
Lo cierto es que toda la ciudadanía ya fijó posición frente a esta
medida económica.
Hay
una marcada diferenciación en los Bonos del gobierno del Presidente
Maduro desde la interpretación del sentido de una caída sortaria o
desafortunada y es que no es sorpresiva es más bien segura.
Esta seguridad cobra una significativa interpretación prospectiva
que la diferencia, como prerrogativa gubernamental, de todas cuantas
se hayan dado anteriormente incluyendo al periodo de la IV República,
ya que, conservando la expectativa del sabor que tiene una sorpresa
(no se sabe exactamente cuándo va a caer)
está incorporada a la
seguridad de que se hará efectiva: la
bonificación es dialéctica ya
que se coloca como
una incertidumbre segura.
Tal
vez muy pocos opositores al gobierno del Presidente Maduro hayan
caído en cuenta de que esta dialéctica habida en los Bonos está
directamente relacionada con el valor supremo de los pueblos y es el
agradecimiento: no existe en toda la Pacha Mama un solo pueblo
desagradecido. Y en el caso del pueblo venezolano este valor es
extraordinario, supremo. Es posible que en Venezuela la peor cosa que
se puede hacer es desagradecer. Estos bonos están siendo agradecidos
al gobierno y este sentimiento es legítimo dada la conciencia que
hay en mucha gente de que existe una guerra en contra del pueblo, por
parte de factores internos y externos opuestos a la política
desplegada en la revolución bolivariana.
BONOS
PARA LA PAZ
En
toda guerra u otra situación social excepcional la táctica de
entregar bonos es práctica usual porque los ataques del enemigo
también son económicos: el peor misil es el que ataca la barriga de
las familias. El bono significa el aguante ante la situación de
adversidad. Es un colchón para amortiguar parte de los golpes
económicos recibidos. Esto lo comprende la generalidad del pueblo
así algunos no lo compartan y otros no quieran recibirlos por
razones políticas.
En
una situación de guerra, un bono tiene características
contingentes, transitorias y como medida política apunta a crear
conciencia. Pobre de los adversarios del gobierno si se atreven a
subestimar este aspecto fundamental. Estarían desconociendo que la
implementación de los bonos se está desplegando en medio de un
ejercicio ciudadano, sin lugar a la menor duda desgarrador (es una
guerra), pero expresado en una territorialidad donde se está
desplegando un dialogo cotidiano con pocos precedentes en medio de un
escenario bélico. Conceptos como libertad, democracia, paz, diálogo,
debate, cultura están en el habla diaria en todos los escenarios
sociales, mediados por el pueblo más politizado de toda la Pacha
Mama.
Así
como muchos factores que ha producido el proceso bolivariano (donde
destaca para siempre el poder comunicativo del Comandante Chávez),
esta implementación de los bonos está incidiendo en la permanente y
cada vez más fortalecida politización de la ciudadanía. Y esta
politización es además económica y tecnológica, caso nunca antes
visto. La molestia de no poca gente que adversa al gobierno es que se
ha visto obligada a deliberar y a fijar posición ante todo cuanto
está sucediendo en la sociedad, aunque no sean plenamente
conscientes.
Durante
las últimas cuatro décadas republicanas antes de 1998, al pueblo
venezolano le habían caído como tormentas eléctricas, engaños,
invisibilización, demagogia, represión, masacres, persecuciones,
torturas, capitalismo, imperialismo, intervencionismo, anomia
política. Desde entonces, el atrevimiento popular con Chávez a la
cabeza ha provocado que nos caiga lucha, movilización, crecimiento
de la conciencia, resistencia, diálogo, aproximación al socialismo,
misiones sociales, debate... y además ... bonos. Nada hay más
difícil que el ejercicio de la libertad. Ser esclavos siempre será
más fácil. Cuando le cae un bono del gobierno al pueblo,
inmediatamente se activa una reflexión presente en todos los
escenarios donde se practica la libertad: ¿Qué hacemos? ¿Cómo
resolvemos? Un esclavo jamás se plantea alternativas. Del resultado
de estas reflexiones que están creando conciencia, dependerá el
porvenir de este proceso sociopolítico y del pueblo que lo
protagoniza y decide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.