No
sé cómo llegué a Larsson. En estos casos, una no sabe si es la que
llama o si es la llamada. Llegué a pensar que Mikel era el
necesario, por eso llegué a amarlo. Nos ayudamos mutuamente.
Seguramente como yo, Mikel tenía iguales motivaciones de ser
encontrado o de ser creado: un periodista justiciero, valiente, ético
siempre es necesario en las historias humanas. En todo caso, Stieg
era el imprescindible. No ha sido sencillo bregar con alguien tan
extravagante, claro, había que serlo tanto como yo. No fue difícil
encontrarlo en el holograma, aunque casi nadie sabe cómo cuesta que
a una la inventen, ni sabe nadie que una desea ser inventada. Tarda
siglos o años o segundos: es un azar; porque nadie sabe cuánto
tarda una en dar con el que deber ser su escritor. Lo cierto es que
jamás imaginé -seres como nosotras, en realidad, no imaginan- que
dando con el tipo justo, Stieg me iba a colocar en una vida tan
sórdida. Aspiraba desplegarme como una activista del feminismo que
denunciara esos asuntos con soltura y sencillez, pero esto que he
terminado siendo es como para reflexionar largamente. Era mi destino.
No
tenía Stieg complicadas rutinas ni espesos rituales. Sus años de
madurez, había decidido vivirlos metido en una gran investigación
que le sumergió en montones de libros, de papeles, de documentos,
los cuales leyó llevando una vida completamente solitaria. Tuve
suerte, al tratarse de un tipo sin una vida muy movida; era casi un
triangulo monótono su andar. Encontrar a un ser así, en el
universo, suele ser sencillo, aunque insisto en que tuve suerte.
Tampoco dentro de sus aposentos se movía con mucha complicación.
Cuando inventó a Plaga lo hizo pensando en sí mismo; no me
agradezca el lector esta pista; mi pana Plaga nunca se dio cuenta. El
único defecto que tenía Steig era la comida chatarra. Su obesidad
permitía mi mejor desplazamiento, dado que seres como una, deben
precisar bien cada ir y venir, pues no estamos provistas de pasos, lo
cual hubiese sido una ventaja, aunque el traspasar cualquier pared o
techo nos hace invulnerables.
El
día en que accedí a su alma a través de sus ojos, lo hallé en el
trance preciso para la traslación de seres. No caeré en la
arrogancia de decir que fui la luz que lo iluminó; él ya me había
sospechado bastante. Aunque era de una personalidad muy concentrada
no es fácil encontrar a alguien apasionado en estado contemplativo.
Sus ojos no brillaban aunque tenían esa tonalidad gris de los
profetas. Logré encontrarlo sentado, en posición centrada, ya con
el problema precisado pero sin precisarme. Sentí que me llamaba
desde su oscuridad y yo muy cerca de él. Poco se sabe de las
distancias cósmicas: le miraba a años luz de distancia. Yo sabía
que él tenía aún que inventarme y estaba preparada para la lucha.
Me lancé; pude haber fallado y la fuerza del cosmos me hubiese
lanzado a una oscuridad inextricable que nos hubiese perdido de la
creación lograda. Cerré los ojos al estar en su poiesis. Allí
comenzó a armarme de fuerzas.
Jamás
pude convencerlo de ser una chica intelectual violada por sus
compañeros de clase. Ni siquiera le pasó por la cabeza esta idea,
por fortuna. El tuvo razón al ponerme en esa actualidad sueca,
jodida desde niña. Mamá golpeada, violada, víctima y papá
monstruoso, asesino, espía, policía, traficante de seres humanos:
el vulgar Zalacheco: ruso, además; producto de la invasión nazi a
su país. ¿Y su hijo alemán? El monstruoso Ronald Niedermann.
Invulnerable a los golpes: ¡Y además era mi hermano! Es la metáfora
del vicio que no siente dolor, este tipo. ¡Es que Steig era genial!
¿Debía ser tan sórdida mi vida? -le preguntaba con la insistencia
de quien desea no ser tan golpeada, mas era necesario sufrir lo
indecible: su respuesta era la fascinación. Cuando encendí al Zala
con gasolina, nadie dude que gocé. Vengué a todas las mujeres
violadas por sus esposos. Que me echara a perder mi vida luego, eso
sí que muchos no lo creerán, sobre todo por tratarse de este país:
el modelo de sociedad del mundo. Sacó la basura de la alfombra,
Stieg. Diseñó a esa fila de personajes detestables: los empresarios
Vander, miserables, fascistas, misóginos. ¡Dígame, el psicópata
de Martin Vander! con su carita de médico bonachón siendo el
secuestrador, asesino de muchachas migrantes. Y ese mundo perdido de
la institucionalidad médico-judicial que tortura a una niña, ¡Quién
hubiese creído que la sociedad modelo del mundo fabricara a seres
como el doctor Telegorian! Había que denunciar y Stieg lo hizo a
través de mí.
En
la existencia -real o ficcionada- no todo es malo. Además de Miriam
Wu, mi amante cariñosa, he tenido el acierto de investigar y tentar
a Mikel (algún día nos encontraremos); he tenido a mi pana Plaga,
en quien Stieg se auto referenció (me gusta repetirlo); a mi
consecuente jefe Armanskij, uno de los burgueses buenos junto a
Henrik Vanger; a Holger, mi tutor de verdad, quien me aprendió la
fe, la amistad y los derechos; a la hermana de Mikel -mi abogada
bella- a quien acepté a regañadientes pero llegué a apreciar,
aunque jamás le demostré cariño. Y pensar que ella lleva en la
barriga a la esperanza: peleamos el caso no sólo por mí, sino por
esa dignidad humana que viaja en los afluentes de la ciudadanía. Los
he llegado a querer a todos aunque... ¿Quién que haya sufrido una
tragedia como la mía, puede demostrar amor con libertad? También me
rondaron los izquierdosos de la Revista Millenium, mis ángeles
guardianes. Al final gané. Ser vengadora compensa a la gente que nos
lee y se preocupa por los demás.
Del libro inédito LIMBIC@S: Buscan contextos para llegar a ser textos.
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