Juan Plaza
Amigo
y maestro
In
memoriam
Nada
más precioso que el cine. Pudiéramos decir que la gran conmoción
cultural del siglo XX la produjo este arte. Haciendo uso de la
paráfrasis, también podemos agregar que “todas las artes conducen
al cine” porque en sus imágenes en movimiento, en sus historias,
en sus hermenéuticas maravillosas, todas tienen cabida. La
modernidad creyó estar hecha en la pintura cuando estalla la gran
Revolución Francesa (1789), luego pensaron sus impulsores que la
fotografía se había adueñado definitivamente del escenario social
para quedarse con la imagen, sin embargo, el incansable ingenio
humano hizo que haya sido el cine el dueño por excelencia de las
imágenes de todo cuanto ha ocurrido, luego del llamado período
iluminista que atrapó toda la atención del extraordinario siglo XX.
Luego
de la llamada segunda guerra mundial, sabemos que el cine tuvo que
abrir un espacio en su lente omnipotente a la televisión, sin
embargo, la imagen cinematográfica ha conservado ese poder mediático
por distintas razones
vinculadas a su mismo
ser arte.
No olvidemos que la imagen en movimiento amarrada a una historia
contada desde varias dimensiones creativas en busca del arte, siguen
teniendo un poder de seducción de infinitas proporciones. Es por
esto que donde se abrió una sala de cine, las multitudes acudieron a
presenciar su propia imagen en otros escenarios y desde otras
anécdotas y aventuras. Aquellas proyecciones no se han detenido
hasta hoy; además produjeron una diversificación de intereses que
son materia de reflexión permanente.
Examinando
esos intereses pudiéramos decir que la sala de cine se divide en
dos, a saber: la sala que son múltiples salas para comercializar lo
que siempre podemos denominar la industria cinematográfica; y la
sala, igual de múltiple, aunque en mucha menor cuantía, que
persigue como interés, el dar a conocer a las audiencias, las
posibilidades culturales que hay en el cine como expresión
artística. La primera sala de salas persigue perpetuarse como una
industria de consumo masivo y la otra sala, sin pretender
masificarse, tiene como propósito estar al servicio cultural del
alma, para mostrar el arte que hay en algunas expresiones, que sin
tener tal vez los recursos con que cuentan las producciones exhibidas
en la primera sala, tienen mucho qué decirle al ojo, al corazón, a
todo el cuerpo social para problematizarlo. Estas salas que fueron
abriendo paso, al margen de la industria, para mostrar y aprender de
las audiencias, se fueron llamando cinematecas.
¿QUÉ TIENE LA SALA DE CINE QUE NO TIENE LA CINEMATECA (Y VICEVERSA)?
¿QUÉ TIENE LA SALA DE CINE QUE NO TIENE LA CINEMATECA (Y VICEVERSA)?
Es
odioso poner a pelear a la sala de cine con la Cinemateca porque
ambas tiene un mismo objetivo: difundir el cine. Aunque sí es
importante decir que desde el momento en que el cine tomó el rumbo
de la industria, orientó la brújula de su barco hacia el puerto del
capitalismo. La consolidación del cine como industria durante el
siglo XX es concomitante con la consolidación de la fase imperial
del capitalismo, y como arte, el cine industrial ha estado a su
servicio. La crisis vivida en las últimas seis décadas de la
cultura occidental por el hegemón, se refleja de inmediato en la
industria cinematográfica y por ende en la sala de cine
masificadora. La propuesta mercantil del cine lo expone como un
objeto de consumo, una mercancía, además de ser reproductora del
modelo capitalista, es alienante y continúa basando su estrategia
hacia las audiencias en informar, divertir y entretener.
PELICULA EL CINE SOY YO DE LUIS ARMANDO ROCHE (1977) |
Cuestión
diferente pasa en las Cinematecas. Aunque fueron consideradas un
peligro social por los agentes conservadores de la cultura
hegemónica, se han transformado en espacios para mirar “otro cine”
o “el otro cine” o “un cine diferente” al de la industria.
Han resistido las Cinematecas en todo el mundo ¿Con qué objetivos?
Uno puede ser; romper la alienación que persigue y logra el cine
comercial sobre la masa de audiencias, quienes tienen pocas
posibilidades de interpretar formativa e intencionadamente lo que han
visto. Otros son: comunicar en vez de informar, educar en vez de
divertir, recrear en vez de entretener, que nos da la posibilidad de
dialogar la producción cinematográfica más allá del mero consumo
en las salas. Sabemos que aprehender una expresión cultural como
arte requiere de un proceso educativo complejo y muy rico en
experiencias y no es de sabios, eruditos o de “gente culta” la
posibilidad de atrapar las artes para el gozo del espíritu humano y
sentir que somos ese arte. En el caso del cine, tal vez el objetivo
supremo de la existencia de las Cinematecas y su resistencia, es
hacer que nos sintamos el cine que vemos, cuestión que no pasa con
las producciones industriales que fragmentan la posibilidad de
sentirnos sujetos de la expresión artística, debido a la alienación
que producen.
Sentirse
protagónicos de cualquier arte es apreciar la detención espiritual
que el arte produce en su expresión hasta conmovernos: esto se
aprende a través de procesos complejos y fecundos de formación.
Esto no pasa en la mera exhibición de la película comercial que
tiene a la gaseosa y a la cotufa como mediadores inmediatos. En la
Cinemateca, el sujeto artístico es múltiple y en esa multiplicidad
están incluidas las audiencias. Y aunque ver un filme en una
Cinemateca no nos decreta como “cultos del cine”, sí nos abre la
posibilidad de que comprendamos ese arte para sentirnos en el proceso
cultural que el cine implica y que nos lleva a sentirnos cultores del
cine y en tal sentido, nos va transformando en esas y esos “cultos
del cine” que existen en todas las ciudadanías y en todas las
artes. Decía nuestro padre cultor César Rengifo que “cuando la
cultura llegue al pueblo a través del socialismo, éste sabrá
reconocerla y apreciarla” y tiene toda la razón. Una manera de
hacer llegar el otro cine a nuestro pueblo han sido las
cinematecas. Los pueblos que somos aprenden de cine en la propuesta
comercial pero tienen la posibilidad de aprender el arte del cine en
espacios como las Cinematecas.
Las
Cinematecas tuvieron una vertiente exhibicionista en las llamadas
“Salas de Arte y Ensayo” que al amparo de la iniciativa privada
con apoyo estadal, pretendieron transformarse en espacios para
exhibir cierto cine con estéticas preciosistas, materializadas en
películas europeas, estadounidenses y algunas muestras coleadas de
cine asiático, hindú y producciones del abya yala. Tuvieron estos
sitios cierta notoriedad durante un tiempo, al mezclar el aire de las
salas clásicas con la intimidad culturosa de la Cinemateca, pero
desaparecieron pronto al llegar la crisis de las antiguas salas y
terminaron transformándose en sitios para el culto de sectas
religiosas. Las grandes salas trocaron en tiendas de comercio barato
o fueron derrumbadas. Muchas salas de cine que fueron emblemáticas
en nuestras ciudades sufrieron el fenómeno que es plasmado en la
estupenda película italiana Cinema Paradiso (Tornattore,
1988). El derrumbe o enajenación de estas salas abrió paso a las
salitas múltiples de centros comerciales que son pequeños
supermercados del cine hollywoodense.
Otra
vertiente maravillosa de la Cinemateca que se ha organizado en
barrios, bloques y caseríos ha desplegado a los cine clubes que
surgieron al cobijo de luchas por la reivindicación de nuestra
cultura. En épocas donde existían equipos menos portátiles a los
de hoy, un grupo de quijotes y dulcineas repartidos por todas las
comunidades, lograron colocar producciones de las que se exhibían en
la Cinemateca y en las embajadas. A través de una articulación
organizativa sorprendente que no paró en dificultades, bastaba una
pared o sábana blanca, un local o el patio de una casa para que la
película llegara a la posibilidad cultural de las comunidades con el
proyector marca “bell and howell” y las “tortas metálicas”
de película en los morrales. De allí surgieron proyeccionistas,
productores, foristas, cultores todas y todos del cine. Entre las
muchas anécdotas que puede haber en la historia de las comunidades
populares del mundo, por lo menos una siempre se situará en “el
día que pasaron la película”. Hoy, con la transferencia
tecnológica que ha experimentado la proyección de la imagen en
movimiento, cualquier casa de las comunidades se transforma en
especie de cine club, que a veces no es tan pertinente, puesto que es
imperativo militante que en el cine club se promueva el cine-foro o
el foro-cine. Es aspecto importante a subrayar que la mayoría de los
cine clubes de Venezuela se apoyaron en las películas atesoradas en
la CN para promover y realizar sus actividades.
¿HAY UNA CINEMATECA EN VENEZUELA?
¿HAY UNA CINEMATECA EN VENEZUELA?
PELICULA EL CHACAL DE NAHUELTORO DE MIGUEL LITTIN (1969) |
La
fecha de nacimiento de nuestra Cinemateca Nacional (CN-1966) se puede
conseguir, con suerte, en algún libro del tema y ya sabemos que los
libros llegan cuando nos interesamos en investigar. Hay una historia
fascinante en ese recinto que llamamos así. Quienes la crearon
siempre tuvieron la conciencia de promover el conocimiento del cine
como arte y esto no es una aspiración necesariamente burguesa; es un
alto propósito humano. Conocer cualquier cultivo del arte debe ser
una aspiración popular y un objetivo político de toda ciudadanía
que busque al pueblo como el verdadero artista.
El
primer gran reto de la CN fue desplegarse cuando en nuestro Abya Yala
estallaban rebeliones populares que dieron a la política de nuestro
continente altura mundial. Se formaron entonces equipos
cinematográficos en cada país y esas experiencias confluyeron en un
espacio denominado “Distribuidora de Cine del Tercer Mundo” que
tuvo en la CN un pulmón para su respiro organizativo. Se proyectaron
en la única sede del museo de Bellas Artes, producciones
cinematográficas que decían de las sociedades que nos conformaban.
Así como en la literatura, las novelas de Gabriel García Marquez,
Eduardo Galeano, Julio Cortázar, Adriano González León, Alejo
Carpertier entre muchos y muchas nos dibujaron a fondo, tambien el
cine de Glauber Rocha, Jorge Sanjinés, Miguel Littin, Jesús Enrique
Guedez, Pino Solanas, Octavio Gettino, Santiago Álvarez y otros nos
mostraron en dimensiones muy aproximadas a la identidad que
perseguíamos o nos persigue o nos persiste. Allí nos aprendimos
como cine abyayalo y como cine mundial. Aquel cine (que es
invencible) fue tildado de “cine político” (¡como si todo cine
no lo fuera!) y en consecuencia fue tachado de subversivo y comunista
(toda una honra). La gran acusación que pesa sobre gobiernos como
éstos, es que esas películas perseguidas y prohibidas, luego han
sido consideradas como “cultas”, “arte” y “patrimonios
culturales”; ¡vaya paradoja!
Durante
el primer gobierno de Rafael Caldera (1968-1973) la CN fue cerrada,
léase bien: fue cerrada. Esto sucedía mientras en el país
se imponía una mordaza cultural que en materia de cine prohibió las
películas “La Naranja Mecánica” (Kubrick, 1971) y “El Último
Tango en París” (Bertolucci, 1972) entre no pocas. A toda esta
ignominia la CN sobrevivió. Su labor se ha realizado hasta hoy y en
este recinto cultural nos hemos formado en el arte cinematográfico.
El cine que nos ve y la mayoría de las gentes no ve, por estar
atrapada en la vorágine de cine hollywoodense como alternativa
masificada, alienante y aplastante, lo podemos ver en la CN. Esta
realidad hoy ha cambiado porque la CN pudiera estar en peligro.
REVOLUCIÓN BOLIVARIANA Y CINEMATECA NACIONAL
REVOLUCIÓN BOLIVARIANA Y CINEMATECA NACIONAL
En
el supuesto negado de que la Revolución Bolivariana no se hubiese
desplegado en Venezuela y la IV República hubiera extendido su
reinado moribundo, igual la CN desaparecía. La debacle de esa
experiencia política de cuarenta años daba para que sus mentores
estrecharan el espacio de resistencia cultural que había en
Venezuela y recintos como la CN iban a ser los primeros en sufrir la
aniquilación de sus presupuestos. Cuando se muestran las primeras
gavetas de la institución cultural para el año 1999, la visión se
podía resumir en una sola expresión: “Total abandono”.
PELICULA KAMCHATKA DE MARCELO PIÑEIRO (2002) |
En
los últimos diez y nueve años la CN ha logrado mantenerse a puertas
abiertas y varias iniciativas ciudadanas han logrado traspasar la
rigidez organizativa, para acceder a la salas que componen “la
plataforma”. Sin embargo, las salas de la CN
y sobre todo la emblemática del Museo de Bellas Artes ha
experimentado una merma en la calidad de la exhibición y su
audiencia asistente. Siempre la CN tiene una audiencia cautiva que
husmea sus carteleras (cuya programación parece oculta); asiste al
azar, en la tradición de encontrar siempre una buena película qué
ver por primera vez o alguna para ver de nuevo; total: ir a la CN es
un compromiso cultural. Por ejemplo: en este recinto cinematográfico
en Bella Artes, se convocó en el año 2012 al cineasta argentino
Marcelo Piñeiro, durante una semana, para reflexionar a cerca de la
experiencia cinematográfica con activadores y activadoras de
nuestras instituciones culturales dadas al cine. En emocionada
actividad conclusiva, Piñeiro nombró la experiencia que vivió en
Venezuela como “La Audiencia Soñada”.
¿Qué
encuentra hoy esta audiencia cautiva, que siempre será “soñada”,
en nuestra Cinemateca Nacional? Descuido en la información general:
(ausencia de una mediación cultural pertinente, sapiente,
conocedora, falta de formación cinematográfica en el personal).
Imprecisión en los horarios anunciados. Descuidadas proyecciones en
imagen y sonido. Infame manejo de la tecnología (sobre todo del
aparato de proyectar). Lo que nunca sucedía: sustitución de una
película anunciada por una impuesta discrecional y sorpresivamente.
La mayoría de la audiencia cautiva de la CN son personas de la
tercera edad: ¿Será por esto que nunca han cumplido el reglamento
de la media entrada para abuelos y abuelas? ¿Cuál será el criterio
del alza del precio de las entradas? ¿No piensan que la labor que
siempre ha cumplido la CN está muy por encima de la entrada que
cancelan sus usuarios? ¿Por qué no disfrutar de la “sala de cine”
como arte? ¿Será que, al final del túnel, piensan “derrumbar
simbólicamente” la sala emblemática de la CN al estilo de la
película Cinema Paradiso?
POR AHORA UN ANECDOTARIO
Gato por liebre
POR AHORA UN ANECDOTARIO
Gato por liebre
La
semana de la victoria en las elecciones del 20 de mayo de 2018 fuimos
a la CN-Bellas Artes a ver una de las películas de un siempre
atractivo ciclo de cine alemán. Pues resulta que colocaron, sin
previo aviso, un documental, supuestamente producido
por un equipo de realizadores
argentinos, cuya factura mediocre pretendía, en el imaginario de
quienes se les ocurrió esta trastada cultural, mostrarnos una visión
de nuestro proceso político bolivariano y a la larga significó,
además de una flagrante falta de respeto, una muestra de horroroso
cine. Fue tan mala la presentación que aquel bodrio no tenía título
(nunca supimos ni queremos saber cuál era) y su (pobre)
planteamiento se diluyó en la arrechera por el engaño. La poca
gente que había se marchó y quedamos tres personas al final. ¿Sería
que llegaron a creer que la película iba a incidir en nuestra
decisión electoral? (Espacio para las risas)
La “Audiencia Soñada” sueña
La “Audiencia Soñada” sueña
INGRID BERGMAN EN LA PELICULA CASABLANCA (1942) |
Una
noche salíamos de la proyección de la película española “Te doy
mis ojos” (Bollain, 2003) que trata el tema del maltrato de la
mujer y la familia; y escuchamos que uno de los “audiencia” decía
a un compañero: “Esta vaina es verdad porque mi mamá fue
maltratada así” y continuaron comentando sus incidencias, tal vez
ávidos de un cine foro. En su mayoría, quienes nos convocabamos a
la CN-Bellas Artes somos de origen popular, dado el accesible costo
de la entrada y la calidad de los filmes, y además, existe un grueso
número de ciudadanía que somos personas de la tercera edad o viejos
“ratones de cinemateca” o menesterosos o canapiares urbanos o
antiguos pesquisadores de buen cine o solitarios o estudiantes
universitarios o investigadores culturales o artistas o militantes
políticos o gentes de las nuevas participaciones ciudadanas que se
han dado en el hacer democracia de los últimos veinte años. A esta
audiencia estupenda no se le puede subestimar.
Bajo las estrellas se puede ver buen cine
Bajo las estrellas se puede ver buen cine
Fuimos
gratamente sorprendidos un jueves en la Plaza Bolívar de Caracas, al
ver colocados frente a la sede del Gobierno del Distrito Capital unas
sillas, una pantalla y un proyector. “Vaya” -nos dijimos- “vamos
a presenciar una película”. Nos enteramos que la propuesta se
llamaba “Cine bajo las estrellas”. Se trataba de la proyección
de una producción francesa llamada “Invasiones Bárbaras”
(¡excelente película!). Durante la espera nos pasaron un papel
arrugado y medio manchado de quetchup que tenía unas rayas
escuetas y nos dieron un lapicero para que colocáramos las películas
que nos gustaría ver en próximas funciones. En aquel papelucho no
era nada satisfactorio escribir. Luego del fin de la película, los
operadores cortaron la proyección, en demostración de ignorar el
valor cultural y artístico de los créditos y luego asumieron la
actitud de sacarnos del espacio (recoger los aparatos y las sillas)
para irse rápido a sus casas. ¡Qué chimba producción! ¡Qué mal
gusto! Por fortuna el pueblo que somos no es así. Nuestro pueblo
tiene mucha más calidad que eso. No responsabilizamos a los
trabajadores y trabajadoras, quienes estaban haciendo su mejor
esfuerzo, señalamos a los directores y coordinadores, quienes no
tiene ni idea de la metáfora “mediación cultural”, ni de la
importancia de PRODUCIR espacios para el pueblo, ni de educarse para
esto. Funcionarios que nos subestiman culturalmente; piensan que no
nos merecemos nada mejor. Esa importante labor cultural no es
burguesa, por el contrario, es revolucionaria, es popular. Una abuela
de cualquiera de nuestros barrios les daría una (lucha de) clase.
Una Naranja no tan mecánica
Una Naranja no tan mecánica
Cuenta
un amigo que en su primera adultez, se aventuró en un cine de
aquellos parroquiales, junto a otros vecinos, para ver la película
del día. Ni siquiera repararon cuál era el título. A la salida,
todos iban en silencio. Uno se adelantó y dijo: “¡Qué película
tan mala!”; otro replicó: “Yo no entendí nada”. Y al final
todos estuvieron de acuerdo en que no le encontraron sentido a lo
visto. Sin embargo, mi amigo dice que se atrevió a aportar: “Yo no
comprendí nada, al igual que ustedes, pero me quedó la sensación
de que en esa película nos quisieron decir cosas importantes que no
comprendemos”. Años después mi amigo fue militando en
organizaciones políticas de izquierda y durante el auge de las
películas quemadas, uno de los compañeros le regaló el filme “La
Naranja Mecánica” (Kubrick, 1971) y resultó ser aquella película
que vieron años atrás y ni él ni sus amigos comprendieron. Luego
tuvo que conversar varias veces su argumento e incidencias para
atrapar el sentido que apenas atisbó junto a sus amigos en aquella
sala parroquial de cine.
De que se pega se pega
De que se pega se pega
Nuestro
último intento de ver una película en la CN-Bellas Artes fue un
domingo por la noche que anunciaban un “festival de cine chino”
que no era tal, sino la exhibición de la película El Cazador
(Cimino 1978) con las actuaciones centrales de unos jóvenes
Robert De Niro, Christopher Walken y una joven y muy bella Merryl
Streep. Se trata de una película de más de dos horas, con
evocaciones críticas a la llamada Guerra del Vietnam. Pues faltando
como media hora para finalizar, la película comenzó a “pegarse”;
sus imágenes se deformaban y detenían sin que el proyeccionista
hiciera nada para remediarlo (sospechamos que ya se había retirado a
su casa). Salimos de la sala, antes del final, sin encontrar a nadie
a quién reclamar, con las preguntas de siempre en la arrechera: ¿Es
que no revisan las películas antes de proyectarlas? (Esta ocupación
se llaman Control de Calidad); ¿Es que no evalúan el material que
tienen antes de preparar una programación? (Esta ocupación se llama
Planificación); ¿Es que no supervisan las proyecciones y el
desempeño del personal? (A esta falencia se le llama desidia); ¿Es
que el Ministerio del Poder Popular para la Cultura no chequea la
veracidad de las informaciones, ni realiza sondeos entre las usuarias
y usuarios? ¿Quién responde las interrogantes que formula la
ciudadanía cinematográfica del pueblo que somos?
CINEMATECAFORANDO
CINEMATECAFORANDO
¿Acabarán
desapareciendo a la Cinemateca Nacional? ¿Terminarán por hacer lo
que no lograron los sapoculturosos de la IV República? El
tiempo lo dirá. Mientras tanto, en apoyo a la Revolución
Bolivariana, el pueblo que somos continúa resistiendo culturalmente
como lo ha hecho y el cine siempre ha sido y será, por excelencia,
una de sus mejores trincheras.
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