LUIS BUÑUEL |
El
cineasta español Luis Buñuel realizó en el año 1972 un filme que
lleva el título que encabeza este escrito. Es tan genial como la
película misma; ¡tanto! que lo recordamos cada vez que esta clase
social cobra notoriedad en los discursos ciudadanos y en sus acciones
ocultas. Es bueno preguntarse: ¿Aún existe esa clase llamada
burguesía o fue sustituida por otras clases más ocultas? Invito a
quienes participan de esta lectura a problematizarse con estas
preguntas. ¿Conocen ustedes a algún burgués? ¿Han estado en casa
de gente que pueda decirse que pertenece a esta clase social, tan
estudiada, llamada “burguesía”? ¿Han estado en presencia de
alguien que diga a voz en cuello: “Sí, vale, yo sí soy un burgués
¿y qué?”…? ¿Estará leyendo este artículo algún burgués?
¿Es verdad que se la dan de buenos y en cambio son echones hasta el
asco los burgueses?
Estamos
de acuerdo con quienes responden Si.
¡Claro que existe la burguesía! Y, por supuesto, también existen
los burgueses. Sabemos donde viven y sospechamos cómo son. Algunos
dicen que huelen a formol mezclado con Chanel N.º 5. Sin embargo,
conocer burgueses e identificarlos no parece tan interesante como
precisar su conducta y sus actitudes. ¿Cómo se comportan los
burgueses? ¿Qué valores expresan? Tener una lista de burgueses
nacionales o internacionales no es más interesante que identificar
sus intereses, sentidos, subjetividades y comportamientos porque el
éxito de la burguesía como clase social hegemónica es imponer sus
principios, valores e intereses, sobre todo en quienes deberían ser
sus antagónicos, incluso, en quienes dicen ser sus enemigos. Un
magnate dueño de muchas empresas y de un equipo de beisbol en
Venezuela, se puso visiblemente incómodo cuando un narrador
deportivo se atrevió a entrevistarlo ante las cámaras de televisión
junto a su familia, estando en la tribuna del estadio. Rara vez un
burgués se sale de sus casillas; conocen de discreción.
“El
discreto encanto de la burguesía” está en colocar los anhelos y
logros que han conseguido a través de la historia, en la voz y las
aspiraciones de quienes han estado marginados de los procesos
sociales. Los burgueses triunfan a placer cuando obtienen las
ganancias de sus negocios, sin duda, pero ese triunfo se ve
reforzado, cuando logran que la clase que los debería adversar o
enfrentar con encono y vehemencia, defiende y hasta protege sus
intereses en contra de los propios. Cuando un desheredado, un
marginado, un excluido, un explotado no defiende los intereses de su
clase y asumiendo los valores burgueses, se expresa desde una
realidad que no es la suya para defenderla, la burguesía afianza su
ganancia, su triunfo. Los explotados entonces pierden muchas
batallas.
¿Dónde
están los valores burgueses? Están entronizados en la sociedad y en
cada quien, para dominar a través del individualismo, la
indiferencia, la explotación del hombre por el hombre, la
perversidad, la ganancia, la plusvalía, la mezquindad, la lujuria,
la morbosidad y otras actitudes importantes de continuar estudiando
para darse cuenta lo bajos que son. Esos valores están vivos en toda
la sociedad y su expresión económica más acabada es el
capitalismo. La gran ilusión capitalista de llegar a tener dinero,
negocios, placeres, confort está al lado de cada quien, para
tentarnos y alejarnos de una vida digna, decorosa, buena, con valores
de solidaridad, humildad, fecundidad, humanidad, amor.
El
burgués odia, ésa es su esencia y no puede amasar su fortuna sin la
ilusión de poseer constantemente y obtener su ganancia a costa de
los demás, con la cual engaña y traiciona a las otras clases
sociales. Esta ilusión aparece dibujada con magistral genio en la
obra Cuento de Navidad
del escritor inglés Charles Dickens. Rememorando lo que muchos
saben, el protagonista Ebenezer
Scrooge es atormentado
por tres navidades que son los recuerdos de su vida y se transforma
en un “hombre bueno” como por arte de magia, para luego dar una
pequeña parte de su gran fortuna a los pobres. Ése es el sentimiento
que todos los burgueses aspiran dejar en nosotros: dar un poquito, si
acaso un demonio navideño les quita el sueño, porque si no, sus
bolsillos seguirán llenos frente al hambre de los demás.
En
una situación como la que vive Venezuela actualmente, sabemos
quiénes son los burgueses, los amos del valle, pero más importante
es identificar cuán burgués es la actitud de la gente que dice
defender los intereses de los que no son burgueses. ¿Cuán
defensores de los intereses de la burguesía son los dirigentes
políticos, los funcionarios, los artistas, los intelectuales y la
misma gente de las comunidades populares? Identificar el discreto
encanto con que esos dirigentes defienden los intereses de la clase
que dicen adversar, pude ser clave en el porvenir revolucionario. Y
más allá aún, lograr precisar en cada uno de nosotros, hasta dónde
el pensamiento burgués ha logrado horadar alguna de nuestras
actitudes e intereses.
Lo
que no es burguesía es pueblo.
Ser pueblo es la clave. Sólo el pueblo detenta los valores de
solidaridad, resistencia, amor, compartir, el pensar en todos y
todas, hacer con todos y todas, sin perder la persona. Siendo pueblo
jamás se defienden los valores burgueses porque la burguesía jamás
será pueblo. La única manera de que la burguesía pueda ser pueblo
es negándose como clase y eso sólo lo puede lograr el pueblo con
sus luchas. Un burgués jamás defenderá los intereses del pueblo, a
menos que deje de ser burgués y pase a ser pueblo. Recordemos aquel
mercader que preguntó al Nazareno qué debía hacer para seguirlo y
Jesús le dijo que renunciara a todo lo que tenía. Jesús era
pueblo. El mercader ya sabemos quién es.
Ser
burgueses supone andar siempre desconfiando de los demás por temor a
perder las ganancias que le han robado al pueblo. Ser burgueses
también significa querer tener siempre a alguien subordinado,
pisoteado, mancillado y si los prejuicios gobiernan, esta actitud se
vuelve injuriosa y detestable. Tener un pensamiento burgués, sin ser
burgués, supone la humillación de andar defendiendo los intereses
de otros a costa de los propios. Cuando esa parte del pueblo
inconsciente, deje de defender los intereses que no son suyos, la
burguesía desaparecerá como clase social porque el pueblo asumirá
los espacios en los que se humanizará con todos y todas. El burgués
comienza a tomar conciencia cuando se depaupera, como aquel personaje
de la novela La Guerra y La Paz de León Tolstoi; cuando pierde todo
lo que tiene comienza a humanizarse.
Quienes
son burgueses tendrán la oportunidad de reivindicarse siendo pueblo,
como aquel emperador chino Pu Yi, que logró aprender a cortarse las
uñas, a amarrarse los zapatos, a peinarse el cabello, a vestirse
solo al tiempo que vivió como adulto la Revolución China y encontró
un espacio útil en el mundo como jardinero: uno de los oficios más
dignos y hermosos que existen en la Pachamama. Los burgueses actuales aprenderán a pensar por sí mismos, sin que el capitalismo (y en el
más abominable de los casos: el neoliberalismo) gobierne sus
acciones. Pero esto sólo sucederá a través de las luchas de los
explotados, de los que no tienen nada, de los desheredados, del
pueblo que somos. La burguesía jamás se humanizará, ni se
solidarizará por sí misma.
Siendo
pueblo hacemos transformaciones y revoluciones. Ser pueblo es del
carajo.
Yo soy people.
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