lunes, 28 de enero de 2019

EL DISCRETO ENCANTO DE LA BURGUESIA





LUIS BUÑUEL
El cineasta español Luis Buñuel realizó en el año 1972 un filme que lleva el título que encabeza este escrito. Es tan genial como la película misma; ¡tanto! que lo recordamos cada vez que esta clase social cobra notoriedad en los discursos ciudadanos y en sus acciones ocultas. Es bueno preguntarse: ¿Aún existe esa clase llamada burguesía o fue sustituida por otras clases más ocultas? Invito a quienes participan de esta lectura a problematizarse con estas preguntas. ¿Conocen ustedes a algún burgués? ¿Han estado en casa de gente que pueda decirse que pertenece a esta clase social, tan estudiada, llamada “burguesía”? ¿Han estado en presencia de alguien que diga a voz en cuello: “Sí, vale, yo sí soy un burgués ¿y qué?”…? ¿Estará leyendo este artículo algún burgués? ¿Es verdad que se la dan de buenos y en cambio son echones hasta el asco los burgueses?

Estamos de acuerdo con quienes responden Si. ¡Claro que existe la burguesía! Y, por supuesto, también existen los burgueses. Sabemos donde viven y sospechamos cómo son. Algunos dicen que huelen a formol mezclado con Chanel N.º 5. Sin embargo, conocer burgueses e identificarlos no parece tan interesante como precisar su conducta y sus actitudes. ¿Cómo se comportan los burgueses? ¿Qué valores expresan? Tener una lista de burgueses nacionales o internacionales no es más interesante que identificar sus intereses, sentidos, subjetividades y comportamientos porque el éxito de la burguesía como clase social hegemónica es imponer sus principios, valores e intereses, sobre todo en quienes deberían ser sus antagónicos, incluso, en quienes dicen ser sus enemigos. Un magnate dueño de muchas empresas y de un equipo de beisbol en Venezuela, se puso visiblemente incómodo cuando un narrador deportivo se atrevió a entrevistarlo ante las cámaras de televisión junto a su familia, estando en la tribuna del estadio. Rara vez un burgués se sale de sus casillas; conocen de discreción. 

El discreto encanto de la burguesía” está en colocar los anhelos y logros que han conseguido a través de la historia, en la voz y las aspiraciones de quienes han estado marginados de los procesos sociales. Los burgueses triunfan a placer cuando obtienen las ganancias de sus negocios, sin duda, pero ese triunfo se ve reforzado, cuando logran que la clase que los debería adversar o enfrentar con encono y vehemencia, defiende y hasta protege sus intereses en contra de los propios. Cuando un desheredado, un marginado, un excluido, un explotado no defiende los intereses de su clase y asumiendo los valores burgueses, se expresa desde una realidad que no es la suya para defenderla, la burguesía afianza su ganancia, su triunfo. Los explotados entonces pierden muchas batallas. 

¿Dónde están los valores burgueses? Están entronizados en la sociedad y en cada quien, para dominar a través del individualismo, la indiferencia, la explotación del hombre por el hombre, la perversidad, la ganancia, la plusvalía, la mezquindad, la lujuria, la morbosidad y otras actitudes importantes de continuar estudiando para darse cuenta lo bajos que son. Esos valores están vivos en toda la sociedad y su expresión económica más acabada es el capitalismo. La gran ilusión capitalista de llegar a tener dinero, negocios, placeres, confort está al lado de cada quien, para tentarnos y alejarnos de una vida digna, decorosa, buena, con valores de solidaridad, humildad, fecundidad, humanidad, amor.

El burgués odia, ésa es su esencia y no puede amasar su fortuna sin la ilusión de poseer constantemente y obtener su ganancia a costa de los demás, con la cual engaña y traiciona a las otras clases sociales. Esta ilusión aparece dibujada con magistral genio en la obra Cuento de Navidad del escritor inglés Charles Dickens. Rememorando lo que muchos saben, el protagonista Ebenezer Scrooge es atormentado por tres navidades que son los recuerdos de su vida y se transforma en un “hombre bueno” como por arte de magia, para luego dar una pequeña parte de su gran fortuna a los pobres. Ése es el sentimiento que todos los burgueses aspiran dejar en nosotros: dar un poquito, si acaso un demonio navideño les quita el sueño, porque si no, sus bolsillos seguirán llenos frente al hambre de los demás.

En una situación como la que vive Venezuela actualmente, sabemos quiénes son los burgueses, los amos del valle, pero más importante es identificar cuán burgués es la actitud de la gente que dice defender los intereses de los que no son burgueses. ¿Cuán defensores de los intereses de la burguesía son los dirigentes políticos, los funcionarios, los artistas, los intelectuales y la misma gente de las comunidades populares? Identificar el discreto encanto con que esos dirigentes defienden los intereses de la clase que dicen adversar, pude ser clave en el porvenir revolucionario. Y más allá aún, lograr precisar en cada uno de nosotros, hasta dónde el pensamiento burgués ha logrado horadar alguna de nuestras actitudes e intereses.

Lo que no es burguesía es pueblo. Ser pueblo es la clave. Sólo el pueblo detenta los valores de solidaridad, resistencia, amor, compartir, el pensar en todos y todas, hacer con todos y todas, sin perder la persona. Siendo pueblo jamás se defienden los valores burgueses porque la burguesía jamás será pueblo. La única manera de que la burguesía pueda ser pueblo es negándose como clase y eso sólo lo puede lograr el pueblo con sus luchas. Un burgués jamás defenderá los intereses del pueblo, a menos que deje de ser burgués y pase a ser pueblo. Recordemos aquel mercader que preguntó al Nazareno qué debía hacer para seguirlo y Jesús le dijo que renunciara a todo lo que tenía. Jesús era pueblo. El mercader ya sabemos quién es. 

Ser burgueses supone andar siempre desconfiando de los demás por temor a perder las ganancias que le han robado al pueblo. Ser burgueses también significa querer tener siempre a alguien subordinado, pisoteado, mancillado y si los prejuicios gobiernan, esta actitud se vuelve injuriosa y detestable. Tener un pensamiento burgués, sin ser burgués, supone la humillación de andar defendiendo los intereses de otros a costa de los propios. Cuando esa parte del pueblo inconsciente, deje de defender los intereses que no son suyos, la burguesía desaparecerá como clase social porque el pueblo asumirá los espacios en los que se humanizará con todos y todas. El burgués comienza a tomar conciencia cuando se depaupera, como aquel personaje de la novela La Guerra y La Paz de León Tolstoi; cuando pierde todo lo que tiene comienza a humanizarse. 

Quienes son burgueses tendrán la oportunidad de reivindicarse siendo pueblo, como aquel emperador chino Pu Yi, que logró aprender a cortarse las uñas, a amarrarse los zapatos, a peinarse el cabello, a vestirse solo al tiempo que vivió como adulto la Revolución China y encontró un espacio útil en el mundo como jardinero: uno de los oficios más dignos y hermosos que existen en la Pachamama. Los burgueses actuales aprenderán a pensar por sí mismos, sin que el capitalismo (y en el más abominable de los casos: el neoliberalismo) gobierne sus acciones. Pero esto sólo sucederá a través de las luchas de los explotados, de los que no tienen nada, de los desheredados, del pueblo que somos. La burguesía jamás se humanizará, ni se solidarizará por sí misma.

Siendo pueblo hacemos transformaciones y revoluciones. Ser pueblo es del carajo.

1 comentario:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.