Quienes
abrigamos durante décadas el advenimiento de una revolución jamás
nos imaginamos que este proceso se iba a desplegar de la manera como
lo tenemos ahora en la realidad. Muchos pensaron (con justa razón)
que insistiendo con el foco guerrillero, tomando la Plaza (de la
Revolución) y montando un cuadro de combatientes visibles en el
gobierno, el mandado estaba hecho; luego vendrían las peleas con el
imperio, pero las ganaríamos todas a punta de discursos de nuestros
héroes sobre tribunas en donde el pueblo estaría dando vítores a
cada instante en favor de tal o cual cosa, sin que la burguesía
pudiera hacer nada porque estaría aplastada por el impulso de las
masas, donde los adecos y copeyanos desaparecerían como por arte de
magia. Muy pocos pensaban que las elecciones serían un espacio
social confiable para fortalecer a una revolución. Éste era más o
menos el imaginario general que transcurrió desde la década de los
años 60 del siglo XX hasta hoy y que recibieron en píldoras las
generaciones que han nacido luego. Estas visiones siguen inoculadas
en la cabeza de mucha gente.
Pues
resulta que no ha sido así. El proceso político que estamos
viviendo ha sido inédito. Nada de lo que está aconteciendo lo hemos
podido anticipar o hacer parecer a otras experiencias; ha tomado los
causes que las circunstancias mismas han desplegado, produciendo
aprendizajes diversos en los distintos grupos sociales, difíciles de
integrar para consolidar acciones alternativas. Desde el mismo 27 de
Febrero de 1989, pasando por el 4 de febrero de 1992 y el 13 de abril
de 2002 hasta la cadena de acontecimientos confrontados por el pueblo
que somos, por el gobierno del Presidente Nicolás Maduro y por la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) en los últimos cinco años,
no se han podido prever. Lo único previsto en cualquier agenda
política de sentido estratégico es la arremetida del imperio
capitalista y su fiel cancerbero, el gobierno de los Estados Unidos
(EEUU), que comenzó desde el mismo momento en que el comandante Hugo
Chávez ganó las elecciones de 1998, pero hasta las ventoleras
imperiales con sus trampas sorpresivas han salido de nuevas
cartillas.
Sin
embargo subsisten conductas y prácticas políticas que en el pasado
fueron la voz cantante para mediatizar al pueblo que somos. Hoy que
los gobiernos de EEUU y la Unión Europea (UE) estrangulan
económicamente a nuestra patria y el pueblo que somos siente el
agobio profundo de una política genocida global contra la soberanía
y la solvencia económica internacional, en la mesa de negociación de
un imperio y sus cipayos que no cesará hasta barrer con todo indico
de revolución en Venezuela, está como carta mediatizadora la salida
electoral. Luego de una década de acoso interno y externo contra los
bienes públicos y particulares, del secuestro de nuestros dineros
internacionales, del asesinato y quema de personas, del bloqueo
fratricida que nos niega la alimentación y la salud, de la
imposición de un monigote politiquero que se asume en una
presidencia que jamás existió, entonces la barajita de las
elecciones se regodea en los dedos de los agentes imperiales como una
burla ante nuestros ojos.
El
imperio capitalista nos quiere llevar a unas elecciones inmediatas
imponiendo un acoso brutal en todos los sentidos sociales y
geopolíticos, no sólo para que obviemos los años que al presidente
constitucional Nicolás Maduro Moros le corresponde gobernar por obra
del voto popular, sino para borrar de ese mapa, todo cuanto les huela
a emancipación, soberanía, independencia y a pueblo. El objetivo de
los agentes imperiales es liquidar a sangre y fuego el pasado
reciente que ha generado la Revolución Bolivariana en la conciencia
popular; los comicios les importan para aniquilar al Consejo Nacional
Electoral (CNE), volver a la delincuencia electoral del adequismo que
no ha pasado, neutralizar a la FANB e imponer a su monigote, para dar
paso a las fuerzas más reaccionarias de la sociedad, anidadas en el
podrido corazón de la oligarquía. El llamado roll back hacia
la IV República es de punto constante e inmediato en la agenda de
los cachorros del Pentágono y de sus cipayos burgueses.
Toda
esta estrategia pareciera haberse trasladado a las agendas de algunos
políticos que han transitado militancias o simpatías hacia la
Revolución Bolivariana. En sus mediáticas colocan mensajes
tendientes a remedar los supuestos hastíos sociales planteados
por el monigote y sus secuaces (y por un sector del pueblo al que el
agobio le obnubila la conciencia), dejando el campo abierto para
dejarse ver como candidatos en unas elecciones, nada diferentes a las
planteadas por el enemigo histórico, porque... ¿Qué otras
elecciones querrían estos señores? De hecho, sus nombres ya
comienzan a sonar en las redes, en los comentarios de pasillo de las
instituciones cual pre-candidatos adecos y en las organizaciones
comunitarias. Sería bueno preguntarse: ¿Es que acaso estos señores
lograrían un planteamiento unitario frente a unas elecciones
impuestas por los gringos? ¿Querrán realizar unas elecciones
secundarias para enfrentar en unas primarias al presidente Nicolás
Maduro y luego optar por las elecciones nacionales contra el
candidato imperial (¡todo un show!)? ¿Cómo ven el escenario
político estos señores? ¿Creerán que si ellos fuesen el
candidato, en el supuesto negado que el Presidente Maduro no opte, el
pueblo que somos les dará el voto? ¿Qué pasará con la maquinaria
del principal partido del Polo Patriótico? ¿No estaremos ante un
neo-chiripero electoral que le daría la victoria al candidato del
imperio? Este es, con algunas pinceladas nuevas, el típico escenario
electoral adeco donde el pueblo que somos no tiene cabida, donde el
poder popular será una consigna electorera, sucedánea de los
discursos grandilocuentes, de las promesas vaporizadas, carente de
provenir, de sustancia orgánica, de política propia. Esta situación
no es peor porque la oposición no está en mejores condiciones:
¡Allá ellos!
El
escenario natural para una confrontación en democracia es el
referendum constitucional (si es que acaso la oposición llegara a
reunir las firmas), lo que nos llevaría a cerrar filas aún con más
decisión con el Presidente Nicolás Maduro y las organizaciones que
lo apoyan. Lo demás es dispersión de fuerzas, oportunismo,
egolatrías, clientelismo adeco. Muchos de los precandidatos que ayer
eran flamantes chavistas y hoy se dejan colar con insinuaciones
pueriles donde las palabras socialismo y revolución no son
pronunciadas, creen que serán perdonados por el imperio ante una
derrota electoral o que la Casa Blanca y el Pentágono los dejará
gobernar democráticamente si llegasen a obtener una victoria
electoral; nada de esto. O serán comprados como esclavos o serán
perseguidos sin piedad. El imperio contra el cual nos enfrentamos y
al cual estamos resistiendo en lo esencial, viene contra nosotros: el
pueblo y dimensionando el sueño de una revolución nos
encontrará venciendo siempre en resistencia, forjando nuestras
propios espacios victoriosos.
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