domingo, 28 de mayo de 2017

MUHAMMAD ALI


VUELO COMO UNA MARIPOSA
Mientras le decías a Dundee: “Yo no salgo al próximo round, Ángelo”, resulta que Joe estaba viendo cómo regresaba del planeta adonde lo habían enviado los golpes que le pegaste durante los trece anteriores.

Se dieron tanto, como se dan dos amigos que se ponen los guantes por primera vez en el barrio y sus novias los están viendo desde ventanales llenos de flores y olores de eucalipto. Buscaste a tu pueblo (tan humilde) entre los rostros del gentío que gritaba aupando la paliza que se estaban dando y no encontraste más que pasado, antiguas miradas trabajadoras, paseos a la escuela, Mamá preocupada porque fueras aseado y hubieses orado al santísimo. “Sé bueno Cassius. No pienses demasiado”.

En todas las peleas, el tiempo se te devuelve; te ves de nuevo en el podio, con el oro de los pesos semi completos en el pecho de Roma; te miras sorprendido por Henry Cooper: “¿Y a este inglesito qué le paso?”, le preguntas a Dundee. “No te descuides ante nadie, Clay, mira como te envió a la lona”- te responde.

PICO COMO UNA ABEJA
Son negros los oponentes y blancos los empresarios que te contratan. Elisha Muhammed te narró acerca de un esclavo tracio que se reveló pocos siglos antes de la venida de Jesús e hizo temblar a Roma. “Yo también hice temblar a Roma en el años 60, Ángelo”. Dundee lo mira con ternura y le dice: “Pero pocos sintieron el temblor, Clay. Hay que tronar más fuerte”. “Alá suena fuerte, Ángelo, en todos los cielos”.


Mírame Alí. Desde aquí te estoy recordando, con el Parkinson que borró tu implacable sonrisa. Levantaste la barbilla al porvenir que siempre te sonreía sobre todo si ganabas. Saltaste los cuadriláteros del mundo, con la guardia de guantes siempre arriba. Te admiraron sobre todo si ganabas. Te adularon sobre todo si ganabas. Te pagaron buen dinero sobre todo si ganabas. Te atrapó el imperio porque no quisiste matar a tus hermanos humanos en una guerra siempre injusta. Te encarceló, te quitó tu título y volviste por la revancha. Tu alma de Negro siempre venció.


Del libro inédito VIDAS A CARBONCILLO





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