viernes, 30 de diciembre de 2016

AMANECIO DE GOLPE

 
Tal vez el filme venezolano más consustanciado con una coyuntura histórica trascendental sea Amaneció de Golpe (Azpurua, 1998). Muchos venezolanos y venezolanas debemos reconocer que las luchas emprendidas antes y desde el 27-F, hacían presagiar escenarios estupendos que brindarían visiones de historia heroica a la sociedad venezolana, sin embargo, es difícil imaginar cuán influyentes se vuelven estos hechos mirados con la lente de la participación de los sectores y las personas que los planifican y llevan a cabo.

Amaneció de Golpe dibuja de manera extraordinaria un suceso, al cual se le escogen particularidades de la cotidianidad que lo hacen un trabajo cinematográfico relevante. No es nada fácil tomar un acontecimiento social y llevarlo a la pantalla con resultados conmovedores como lo realizó el equipo dirigido por Carlos Azpurua. Aprovecharon la idea de una manera tan acertada que fueron hilando una historia dentro de la historia, para lograr un dibujo bien colocado en el acontecer de nuestro cine, desde un punto de nuestra historia patria que jamás se podrá olvidar.

Técnica de telenovela

Una de las genialidades de Amaneció de Golpe es la adaptación del guión a la técnica de la telenovela, lo que para el cine venezolano significa una innovación. Sabemos ya que la telenovela tiene una armadura secuencial muy atractiva que logra un hilo dramático de efectos emocionales contundentes. La trama que se teje en torno a Isbelia (Ruddy Rodríguez) y Miguel (Daniel Lugo) tiene el genial parentesco emocional con la telenovela. La dualidad amorosa que es rota por un triángulo (en apariencias un cacho trivial) que la misma realidad social torna profundo, cuando en el cese del tiroteo los personajes dialogan.

Ese mismo cacho clásico de las telenovelas se traslada a Beatriz (Elizabeth Morales) hija del adeco Aníbal y Rafael (Yanis Chimaras) militar corrupto encumbrado dentro de la cuarta república, quien está emparentado con una mujer de más edad que le plancha el uniforme militar. Y además, ese mismo cacho se vislumbra en la relación entre Aníbal (Héctor Mayerston) y su mujer (Dalila Colombo) que tiene como tercer factor del cacho a la corrupción. Son varios anillos de traiciones amorosas propios de las telenovelas que se develan en un filme de factura extraordinaria.

¿Qué les pasó a estos tipos?

Algo les pasó a los hombres de este país. Cuando Isbelia descubre la traición de su marido, lo primero que le dice es: «Coño Miguel, ¿Qué te pasó?». Esa pregunta bien puede trasladarse a toda la realidad social planteada. Es una metáfora de alto vuelo en la trama, que Miguel quiera separarse de Isbelia, justo en el momento en que se desata la asonada militar. Se había convertido en un tipo gris, indiferente, fastidiado de todo cuanto le rodeaba, tanto que le reclamaba a Isbelia por su trabajo como periodista participante de la realidad social. Mientras Miguel balbuceaba las palabras para decirle a su mujer que se iba de la casa, Isbelia preparaba un documental acerca del 27-F.

Es incomprensible cómo Miguel puede cambiar a la bella, inteligente, sensible, comprometida con la realidad social de Isbelia, por la insípida, oscura, pálida, echalapendeja, españoleta de Paloma Guerra. Es que hay una interesante metáfora detrás de este cuadro emocional: Isbelia le pregunta a Miguel, en medio de un profundo despecho: «Ya sé por quién me cambias. Por la de la piscina, la española, que tiene los pies de pato». Se trata de una imagen de la realidad social venezolana, donde la banca española llegaba al país en los años 90 con su facha de salvadores y los “pies de pato” que significan la representación del “Rico Mac Pato” (el imperio de USA). Es igual de pertinente que la amante española se llame “Paloma”, en clara alusión a la imagen popular sexual de lo que se está dejando meter Miguel (y Venezuela): cambia a su belleza nacional que vive del esfuerzo, por una española que tiene el dinero fácil (la banca). Eso fue lo que le pasó a los adecos, siempre cambiaron a Venezuela por el dinero fácil de los gringos.

Zapato e’ puta

Habría qué ver libra por libra (hablando en términos boxísticos) si alguna actuación cinematográfica nacional se iguala a la Héctor Mayerston en Amaneció de Golpe. El adeco Aníbal fue reproducido con genial histrionismo por Mayerston, como el propio politiquero venal, superficial, mediocre, envalentonado, machista a quien la asonada militar encuentra rascao y amanecido producto de una de sus juergas diarias con whisky 18 años. Con extraordinaria visión, este filme nos muestra la decadencia del patriarcado que se mete a la política para aprovechar los espacios de poder y corromperse. Un ejercicio de la politiquería local que hoy han mostrado en el mundo gentes como Berlusconi, Menem, Mubarak.

El día 21 de mayo de 1993 toma posesión como Presidente provisional de Venezuela el Dr. Octavio Lepage y pronuncia uno de los discursos más grises y lamentables que hayan podido producirse en la historia política del país. Se cree que estaba pasado de tragos cuando inició diciendo que “se había atrevido a cambiar la profesión de abogado por la de político” en una demostración de su visión fragmentada de la realidad. Afortunadamente la doctora Lolita Aniyar de Castro le sucedió en el derecho de palabra para demostrar con creces toda la dignidad que le faltó a este vencido politiquero. Cuando mirábamos al personaje Aníbal, no podíamos más que recordar a este lamentable Lepage que en mala hora ocupó la presidencia de Venezuela por 30 días.

El diálogo de Aníbal con su mujer (Dalila Colombo) es una pieza magistral de denuncia de la situación social en Venezuela. Con actuaciones supremas, ambos se tranzan en la visión de la familia adeca que guarda profundos resentimientos por sus actuaciones frente al poder desde la corrupción. En total subestimación de su mujer, Aníbal defiende su actuación política, pero se ve avasallado por las visiones de ella quien le espeta hasta su amistad con Fidel Castro (en alusión a la coronación de CAP). Un adeco acomodado que vivía cerca de la casa presidencial es derrotado por los argumentos de su mujer, quien presenció cómo la corrupción lo volvió un pobre hombre.

Cuando Anibal entra a la casa de Patricio, un vecino agente encubierto de los gringos, mira un zapato de mujer en el recibidor y exclama: «Zapato e’ puta», demostrando la visión que siempre tuvieron los adecos de la mujer y de Venezuela y refrendando aquel verso de Alí Primera: «En ves de darle cariño lo que hacen es manosearla.» Genio el mostrado en el filme Amaneció de Golpe donde hombres y mujeres emergentes emergieron de un sector militar de la República para desplazar a quienes habían vendido la dignidad por fastidio, por corrupción o por la indignidad en sí misma.

     

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