Parece
no existir persona amante del arte cinematográfico a quien no le guste el filme
Pulp Fiction (Tarantino 1994). Hasta la aparición de La Naranja Mecánica
(Kubrick 1971), ningún equipo de cine había conmovido más las artes visuales
con una puesta temática acerca de la violencia social como lo hicieron con este
filme de malandros glamurosos. La pandilla delincuente es una visualidad
permanente en la pantalla hollywodense y en épocas ha tenido muestras trascendentes,
sin embargo, éstas nunca habían quedado como íconos del séptimo arte hasta la
llegada de aquel atolondrado bellaco interpretado con tanta maravilla por
Malcom Mc Dowell, el cual nos dejó una plástica suprema del mal social bajo la
letra de Anthony Burguess y el ojo de Stanley Kubrick tan avasallante,
demoledora y política, que ha quedado como cita obligada a la hora de evocar
cuando la perversidad se mostró con tanta calidad e intencionalidad. Pulp
Fiction significa aportes en otro diámetro y sin duda alguna hay que colocarlos
en perspectivas inéditas, para apreciar sus verdaderos esplendores y sacarle
cultura que al fin y al cabo es lo significativo desde un ejercicio de plena ciudadanía
frente al arte.
Cinco
grandes homenajes al folletín podemos destacar desde el cine: Asesinos por
Naturaleza (Stone 1994) Caballos Salvajes (Piñeyro 1995), Sin City con el
referente de los comics de Frank Miller (Rodríguez 1995), El Ojo de la Serpiente (De Palma
1998), y Pulp Fiction. La estructura del folletín sugiere brevedad y rapidez de
temáticas. Es un capítulo de capítulos donde las situaciones se suscitan sin
fragmentaciones situacionales aunque no exista necesariamente un vínculo
histórico tangible, el cual se le otorga como búsqueda y encuentro al (lector)
espectador. La temporalidad no es lineal, más bien se trata de una circularidad
donde se describen circunstancias entrelazadas. Las escenas no guardan compromiso
con lo venidero, de manera tal que se mantiene una expectativa de emocionalidad
sutil que llega a ser deliciosamente sorpresiva. Los héroes del folletín suelen
ser antihéroes y comienzan a morir desde el mismo inicio, pero su muerte (si
ésta llega a suceder en el argumento, como sucedió con Vincent Vega en Pulp
Fiction) es el producto de un andamiaje argumental de alta factura.
¿Quién
no desea que un malandro muera desde el mismo instante en que uno se lo imagina
en la esquina de su calle? No sucede esto en Pulp Fiction y ése es su gran
secreto. La conversación inicial entre la
conejita (Amanda Plummer) y el biscochito (Tim Roth) antes de
asaltar el restorán, mientras consumen un desayuno americano entre sonrisas es
de antología, porque demuestra cómo los malandros hacen un análisis situacional
(incluida la reflexión económica) antes de una fechoría con frugalidad, emoción
y humor. Mostrar las inusitadas y sorprendentes almas de Vincent Vega (John
Travolta) y Jules Winsfield (Samuel L. Jackson) es una de las manifiestas
genialidades de un filme que nos hace apreciar a matones adiestrados en perversidad
(y además gringos) porque nos los muestran con alma, nunca los dejan de
humanizar en cada una de las secuencias. La conversación acerca de la calidad
de la droga en Holanda entre Vincent y Jules, acompañada de la clase magistral acerca
de las de franquicias de hamburguesas, donde uno llega a imaginar el real sabor
de cada una; los criterios acerca del masaje en los pies, los puntos de vista
sobre la fidelidad y los aportes de Jules en torno a las pruebas de televisión demuestran
esta humanización desde el inicio. Cada vez que Jules citaba el pasaje de la
biblia (Ezequiel 25-17), antes de ejecutar a una víctima, agrega un sentido
mítico al filme difícil de igualar.
AHÍ VIENE EL LOBO
EL LOBO LIMPIA EL TRABAJO SUCIO |
Vincent
mata por accidente a un soplón dentro del automóvil y en angustia sangrienta acuden
al garaje de un amigo de Jules (Quentin Tarantino) quien les da noventa minutos
para resolver el asunto. Desde una playa, el capo Marcellus Wallace contrata a
El Lobo (Harvey Keitel) quien acude para solucionar el problema. Entre recomendaciones,
órdenes y sorbos de café, El Lobo hace que Jules y Vincent limpien todo y al
final éstos le reconozcan su “trabajo”. Esta escena visualiza de manera
magistral la esencia del pragmatismo gringo sobre todo cuando es utilizado para
solucionar fechorías.
SICARIOS QUE DIALOGAN
MARAVILLAS TRIVIALES
La
mayoría de películas gringas sobre el tema de la violencia social coloca la concepción
de la violencia misma en el diálogo de los personajes que los hace seres
sombríos, oscuros, impersonales, para dar esplendor a los héroes clásicos que
por lo general suelen ser acartonados. Esta intencionalidad puede ser plenamente
válida en algunos casos. En Pulp Fiction, por el contrario, los diálogos
creados son cotidianidades ajenas a la horrorosa violencia que los rodea y les otorga
a los malandros un perfil de heroicidad. Mientras Vincent se debate en el
dilema ético de entenderse emocionalmente con Mia, la esposa de su jefe, ésta
baila con delicia (mientras lo espera seguramente para decidir el dilema) la
canción Girl, You are e Woman de Neil
Diamon, todo un emblema musical de la década de los setenta del siglo XX.
Por
obra de las malas películas gringas, llegamos a creer que el malandro que nos
espera en la esquina sólo piensa en matar y sabe muy poco de lo que pasa en la
vida. Así como el psiquiatra Aníbal Lester en El Silencio de los Corderos
(Demme 1991) escuchaba música clásica luego de sus ejercicios de antropofagia, después
de ver Pulp Fiction podemos imaginar al malandro que asaltará la buseta en la
que viajaremos mañana, conversando con sus compinches
mientras se reparten el botín y se comen un perro caliente en una taguara de La Hoyada.
Diálogo telefónico entre Frederic Raphael (F.R) y Stanley Kubrick (S.K.) mientras elaboraban el guión de "Eyes Wide Shut"...
ResponderEliminarEstaban hablando sobre el papel de Peter Sellers en "Dr. Strangelove or: How I learned to stop worrying and love the bomb"
F.R.: Sellers está increíble. ¿Cómo lo conseguiste? ¿Estaba todo en el guión?
S.K.: Simplemente lo hizo así. ¿Sabes lo que hice? Sellers era genial, pero no podía repetir lo que improvisaba. Solo una o dos veces. De modo que monté unas seis cámaras. Cada mañana, antes que nada, Peter aparecía y cuando estaba listo nos avisaba y yo le dejaba hacer lo que le daba la gana.
F.R.: Yo lo conocí cuando solo era famoso en la radio. Un productor de la BBC me dijo: «¿No es una suerte que haya un medio donde un actor pueda actuar sin que le vean? Porque Peter es tan feo que nunca conseguirá un papel para actuar en público».
S.K.: Le dejaba seguir a su aire hasta que nos avisaba de que ya estaba y luego completábamos la escena.
F.R.: Y cuando dice «Mein Führer, ¡puedo andar!». ¿Eso estaba en el guión?
S.K.: ¿Has visto Pulp Fiction?
F.R.: Sí. Me gustó mucho. ¿Y a ti?
S.K.: Creo que debemos tenerla en cuenta.
F.R.: ¿Cómo lo hacemos? ¿Hacemos que digan joder todo el rato?
S.K.: Por la manera de explicar la historia.
F.R.: Me gustó, pero nuestra historia no necesita un bucle como ese, ¿no?
S.K.: El ritmo. Ten en cuenta el ritmo.
Tu hijo Emiliano
¡¡Está fino tu blog!!!