viernes, 30 de diciembre de 2016

LOS SUEÑOS DE AKIRA KUROSAWA

A. Kurosawa: genio cinematográfico del siglo XX
Memorizado con los y las grandes cineastas del planeta se halla el querido y admirado japonés Akira Kurosawa. Su genio de factura artística memorable nos hace viajar desde el clarividente territorio de su ancestral cultura japonesa, hasta el dimensionamiento del profundo ser humano y humana que somos. Ha sido capaz de levantar una espiritualidad cinematográfica cuya visualidad nos muestra la complejidad de una realidad que rodea al hombre y a la mujer en crisis, para destilar el tiempo cinematográfico entrecruzado y transversalizado hacia el detalle ancestral y nos confronta con la avasallante fenomenología occidental, y así posibilitarnos una mirada a múltiples realidades donde han sido llamadas nuestras emociones.

En la histórica resistencia del pueblo japonés mostrada en Los Siete Samurais (1954), en el sencillo y maravilloso poder creador del sujeto pueblo constatado en el inolvidable Dersu Uzala (1975), coincidente en sentimientos con el poeta venezolano Aquiles Nazoa, en la contundente denuncia a la burocracia, con la profundidad humana liberada en Ikiru —Vivir—(1952), en el riguroso señalamiento que nos hace con inconmensurable ternura a su pueblo y a la humanidad toda, desde la tragedia atómica de la ciudad de Nagasaki, en Rapsodia en Agosto (1991) y en otros no menos significativos filmes, Kurosawa supo dejarnos un legado de advertencia y predicción que tal vez se demuestra con asombrosa y hasta dolorosa precisión en su sorprendente obra maestra Sueños (1990).



El desafío: eterno dilema japones 
Llueve y brilla el sol
La fábula del momento nupcial de los zorros cuando llegan las lluvias y el arcoíris que hace posible la unión del mundo real con el mundo mágico es recreada por Kurosawa con un colorido conmovedor. Para la cultura del oriente del planeta el zorro es un animal mágico cuya aparición trae designios, anuncios y predicciones. Como guardianes de la naturaleza, sus ceremonias míticas y ocultas no deben ser vistas por humanos; deben ser respetadas. Kurosawa se sueña el niño que debe enfrentar los miedos, en el mito oculto de la naturaleza, en la magia habida en su imaginación y en la muerte como signo de su cultura.


El huerto de los duraznos
Dolor ecológico

Hemos tenido momentos mágicos en los cuales vemos algo que nadie más ve. Kurosawa se sueña, aún niño, mirando a la naturaleza que muy pocos toman en cuenta, a la naturaleza que llama y muy pocos escuchan, a la naturaleza inmensamente hermosa cuyos colores y maravillas muchos y muchas pasamos por alto, a la naturaleza que sufre una depredación ante la cual somos indiferentes. El gran cineasta japonés nos obliga a mirar (y a llorar) con ojos infantiles, a una naturaleza de la cual hemos sido separados.
La Tormenta de Nieve
Vencer la muerte

El mito del enfrentamiento del ser humano con la naturaleza ha sido recreado anteriormente en el cine, pero nunca antes con el respeto demostrado por Kurosawa en este capítulo. Vencerla en igualdad de condiciones, sin máquinas que aplasten, sin armas que depreden, sin rayos que consuman, sin líquidos que quemen. Con la última humanidad lograda desde el homo sapiens; bien cubiertos y en fuerza física óptima, cuatro hombres (un gran líder entre ellos) calculan con habilidad la avalancha y enfrentan el impresionante frío de una montaña invernal. Y vencen; heroicamente vencen al cansancio, a las alucinaciones y a la muerte.


El túnel
El espejo de la guerra

El horrendo túnel de la guerra es cruzado, mientras lo sueña como oficial de la milicia. Del túnel lúgubre, oscuro, surge la guerra que es un perro artero, dentado, rabioso, armado, que nunca dejará de perseguirlo. El oficial enfrenta a sus fantasmas, dolores y culpas. Más allá de la misma guerra, debe confrontar las decisiones tomadas y las tragedias dejadas atrás, cuyos recuerdos siempre estarán en forma del ladrido de un perro rabioso.
Cuervos
Arte: grandeza occidental

El sueño común de meterse en el cuadro de nuestro pintor o pintora predilectos es librado en las obras del querido Vincent Van Gogh. El claro mensaje de buscar el arte en lugar de la guerra, está patentizado en este capítulo del filme. Ir detrás del sacrificio artístico, cuya entrega ha sido tomada no pocas veces por locura, inutilidad, desperdicio. Abordar al autor, en presencia propia y solidaria de su obra, desde la profundidad de su visión y tomar, entre múltiples complejidades, el sencillo mensaje de la imagen y los colores son finalidad y no divertimento, son militancia y no mera contemplación. La muestra de un maestro que nos ha dejado en el descubrimiento de las impresiones (impresionantes) de colores y luz, el legado de la naturaleza que apartamos y que el artista se atreve a ver y a inmortalizar.


El Fujiyama en rojo
El delirio atómico

A dos décadas, en las salas de cine, este sueño nos dejó en la perpleja advertencia del presente en peligro y hoy nos llena de la consternación más grande, cuando nos paramos frente a la destrucción de los reactores nucleares en Fukushima. En el sueño Kurosawa no ve un terremoto como causa del escape nuclear, ve la erupción del monte Fujiyama. Ha sido el sueño premonitorio de un artista que supo ver con sensibilidad social al mundo; un hombre estudioso, adolorido por la trágica historia nuclear de su pueblo; un investigador que logró mostrarnos nuestra más monstruosa ingenuidad: «Me dijeron que las plantas nucleares eran seguras», —dice uno de los personajes con terror. En este sueño nos vemos venteando al plutonio 239, al celsio 137, al estroncio 80 con un débil trapo para que no nos contaminen. Queda denunciada la estupidez humana.


El demonio lastimero
No me vengas a llorar: ¡Yo te lo dije!

Lo que aún no ha llegado y puede llegar; lo que ya está a la vuelta de la esquina puede ser (y es) una realidad inmediata: la desolación. Ver las devastadas ciudades de la región de Tóhoku y observar las imágenes de este capítulo son de una analogía escalofriante. Tras este sueño hay una pesadilla horrorosa, donde la naturaleza ha sido modificada por la nefasta energía escapada, donde el aire está definitivamente infectado por las radiaciones mortales, donde el hombre (estúpido) se ha transformado en un demonio con cachos (¿lo es en realidad?), un demonio que termina comiéndose a sí mismo: el hombre demonio del hombre en paráfrasis a Hobbes y en analogía al filme: Cuando el destino nos alcance (The Soylent Green: La Galleta Verde: Fleischer, 1973).


La Aldea de los Molinos de Agua
El valor ancestral

Como todo gran artista, en humanismo supremo, Kurosawa sueña con el mundo que vive en la esperanza encontrada en el pueblo. El hombre y la mujer del pueblo tienen esa esperanza en su historia, en su corazón, en sus acciones. Volver a la estupenda sencillez del aire limpio, del agua clara, de la luz natural, de la agricultura a tierra abierta con tracción de sangre, de la memoria heredada para la felicidad, de la longevidad fecunda para la vida plena es su mensaje. Vivir felices siendo uno más de la inmensa naturaleza que nos rodea, en armonía con los árboles, los ríos, el aire, la tierra, el planeta entero es su legado. En sus Sueños, Kurosawa nos dice que por miedo a la naturaleza le causamos depredación y a pesar de respetarla, hubo seres humanos y humanas que hacen la guerra mientras otros han resistido desde la mirada artística, para resguardar su bella visión. Sin embargo, podrían triunfar quienes han escogido el camino de la energía nuclear y llevarnos a la destrucción. En este sueño final, Kurosawa nos deja el mensaje de molinos que se mueven con la fuerza de la eterna utopía del viento; nos coloca la indiscutible visión del pueblo como hermosa morada de la esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.