«A
veces pienso que todo el pueblo, es un muchacho que va corriendo, tras la
esperanza que se le va»
Alí Primera
Una película necesaria para una canción necesaria |
La
dimensión artística en términos siderales del padre cantor Alí
Primera viene a propósito de todo lo abarcado por su canto. Si lo
vemos desde el enfoque filosófico, cada una de sus canciones va
tejiendo una forma de concebir al mundo donde el ser y los valores de
transformación de la realidad social y humana tienen centro
esencial. Desde las temáticas, cada canción está dirigida al
sujeto pueblo en sentido multiversal, como crónica donde la justicia
social, la sensibilidad humana, la igualdad de derechos, los
personajes cobran una vida en nuestras vidas para conmovernos con
permanencia. Alí le cantó a todo lo humano con una calidad
artística sin par y es por ello que su canto merece artículos como
los de William Mantilla, libros como los de Andrés Castillo, poemas
como los de El Tano, papagayos como los de Nicolás Agüero, relatos
como los de Zobeyda Jiménez y una estupenda película como Canción
Mansa para un Pueblo Bravo de Jean
Carlo Carrer (1976).
La
monstruosa ciudad capitalista
De
un lirismo conmovedor es la pieza de Alí Primera Canción Mansa
para un Pueblo Bravo. Atrapados por ese bello inicio, cuyo centro
es la inolvidable tonada salida de la mandolina de Emiro Delfín, Alí
nos describe la visión de un hermoso campo venezolano abandonado y a
través de metáforas hermosas deja el mensaje de volver. Ese
poderoso sentimiento es detenido con magistralidad por Jean Carlo
Carrer en su filme, donde jamás aparece el campo maravilloso y
añorado sino la monstruosa ciudad construida por la hegemonía
capitalista, capaz de moler los sentimientos del pueblo y hacer
olvidar ese campo y su esperanza.
El
guión significativo nos lleva a la visión de desprecio que siente
la ergástula capitalista por el pueblo. Por momentos logra Carrer la
tendencia a reírnos de nuestras desgracias humanas o por lo menos a
que las tomemos en cuenta como anécdotas posible de ocurrirnos, si
no estamos atentos a nuestros valores y conciencia. Nos interroga en
nuestra ciudadanía, nos escruta acerca de ese individualismo
espantoso que recorre los centros comerciales y los estrados de
diversión, donde mucha gente ve pasar el drama humano y voltea la
cara con indiferencia.
AGRADECEMOS AL SEMANARIO LAS VERDADES DE MIGUEL POR LA PUBLICACIÓN DE ESTE TRABAJO EN EL AÑO 2011
cuando
la ficción se vuelve real
Junto
al adeco Aníbal, personaje del filme Amaneció de Golpe
(Azpúrua, 1998) interpretado por Héctor Mayerstone y el guerrero
León Perfecto puesto en pantalla por Cheo Perera en el filme País
Portatil (Feo y Llerandi, 1976), sea quizás este personaje
actuado por Orlando Urdaneta quien complete las tres grandes
actuaciones masculinas del cine venezolano. Apoyado en la dirección
de Carrer, Urdaneta desarrolla, con elevado sentido actoral, a un
personaje que vive varias etapas emocionales, las cuales desarrolla
extraordinariamente.
Al
momento de llegar a Caracas, es apresado en una redada y el policía
metropolitano lo interroga por su nombre y su procedencia. Con cara
de inocencia responde: «Yo soy de Moruy». El policía vuelve: «¿Eso
queda en Colombia?». «No, eso queda en el estado Falcón»
responde. «Cóño —termina diciendo el policía— Venezuela sí
que es grande». De inicio se despliega el enfrentamiento entre el
espíritu libre y la represión, donde se coloca cara a cara a la
inocencia en secreta batalla con la más profunda inconciencia. El
policía representa a ese individuo que ignora lo esencial y está
inmerso en el vicio que se ha sembrado para que lo reproduzca en
todas sus acciones.
Luego
Urdaneta nos hace ver todos los cambios que va experimentando el
personaje, en la medida de su encuentro con los vicios de la ciudad.
El muchacho falconiano, silvestre, ingenuo que venía a Caracas en
busca de su padre, con la sola señal del anillo de graduación que
éste le dejó a su madre, va diluyendo la inocencia por obra de la
perversidad y cae en el vicio. Al perder su sentido de pueblo, se
desdibuja como ser humano, se convierte en un delincuente y termina
desconociendo a ese pueblo del que provino. Es un proceso que parece
cumplirse inexorablemente en muchas personas cuando acceden a las
grandes ciudades capitalistas.
Parece
asombroso el parecido que tienen los resultados presentados por este
filme de Carrer y la realidad del Orlando Urdaneta de hoy, cuando con
perversidad asume el desconocimiento del pueblo que lo vio nacer, al
cual desprecia con los peores calificativos, reivindicando el
fascismo como actitud de vida y a la intolerancia para juzgar a los
demás. A Urdaneta le pasó lo mismo que a su personaje y termina
pareciéndose al anillo que vemos al final del filme, dando vueltas
en la escalera mecánica, después que lo bota, como el último signo
que lo ataba a su pasado campesino.
La
canción se volvió cine para más concienciar
Una
de las mayores cóleras de Urdaneta podría ser, haber contribuido
con el proceso revolucionario actual, al participar de manera tan
genial en el filme Canción Mansa para
un Pueblo Bravo, que seguirá siendo un
espacio para crear conciencia de quiénes somos como pueblo y lo que
debemos trabajar para transformarnos como sociedad. Habría que
investigar en cuál momento del cine mundial se unieron una canción
y una realización cinematográfica para producir resultados tan
conmovedores.
Con
los efectos políticos del filme Canción Mansa para un Pueblo Bravo
queda demostrado, entre otras cosas, el poder filosófico, educador y
concienciador de la canción de Alí Primera y la genialidad de un
equipo de cine dirigido por Jean Carlo Carrer, quienes supieron poner
en pantalla de manera cruda, la severa advertencia que se escondía
tras las bellas metáforas de la melodía. El tiempo ha demostrado
que en realidad somos ese pueblo bravo, capaz de andar bien despierto
y consciente sobre la maravillosa cabalgadura de una mansa canción.
AGRADECEMOS AL SEMANARIO LAS VERDADES DE MIGUEL POR LA PUBLICACIÓN DE ESTE TRABAJO EN EL AÑO 2011
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