viernes, 30 de diciembre de 2016

CANCION MANSA PARA UN PUEBLO BRAVO: UN CANTO DE PELICULA

«A veces pienso que todo el pueblo, es un muchacho que va corriendo, tras la esperanza que se le va»
Alí Primera

Una película necesaria para una canción necesaria 

La dimensión artística en términos siderales del padre cantor Alí Primera viene a propósito de todo lo abarcado por su canto. Si lo vemos desde el enfoque filosófico, cada una de sus canciones va tejiendo una forma de concebir al mundo donde el ser y los valores de transformación de la realidad social y humana tienen centro esencial. Desde las temáticas, cada canción está dirigida al sujeto pueblo en sentido multiversal, como crónica donde la justicia social, la sensibilidad humana, la igualdad de derechos, los personajes cobran una vida en nuestras vidas para conmovernos con permanencia. Alí le cantó a todo lo humano con una calidad artística sin par y es por ello que su canto merece artículos como los de William Mantilla, libros como los de Andrés Castillo, poemas como los de El Tano, papagayos como los de Nicolás Agüero, relatos como los de Zobeyda Jiménez y una estupenda película como Canción Mansa para un Pueblo Bravo de Jean Carlo Carrer (1976). 
 
La monstruosa ciudad capitalista

De un lirismo conmovedor es la pieza de Alí Primera Canción Mansa para un Pueblo Bravo. Atrapados por ese bello inicio, cuyo centro es la inolvidable tonada salida de la mandolina de Emiro Delfín, Alí nos describe la visión de un hermoso campo venezolano abandonado y a través de metáforas hermosas deja el mensaje de volver. Ese poderoso sentimiento es detenido con magistralidad por Jean Carlo Carrer en su filme, donde jamás aparece el campo maravilloso y añorado sino la monstruosa ciudad construida por la hegemonía capitalista, capaz de moler los sentimientos del pueblo y hacer olvidar ese campo y su esperanza.

En este filme hay la presencia subliminal de otra canción inmortal denominada Coquivacoa, donde Alí advierte: «La inocencia no mata al pueblo pero tampoco lo salva, lo salvara su conciencia y en eso me apuesto el alma». Un trazado fiel de la malignidad capitalista en el argumento, demostrativo de cómo la ciudad aplasta toda la inocencia propia del pueblo se nos muestra en el filme, para hacer brotar todo lo vivido a diario en la Caracas de los años setenta del siglo XX, sorda a la más mínima sensibilidad y todo lo que ha sido naturalizado por la cruel molienda del capitalismo, que ha sido normalizado en la ciudadanía por mecanismos perversos de alienación, disfrazados de diversión, entretenimiento, risas fáciles y nos espeta a la cara la trampa escondida en su verdadera faz de dolor, engaño, represión, intolerancia, falsedad, hipocresía, vicio, truculencia. 
El guión significativo nos lleva a la visión de desprecio que siente la ergástula capitalista por el pueblo. Por momentos logra Carrer la tendencia a reírnos de nuestras desgracias humanas o por lo menos a que las tomemos en cuenta como anécdotas posible de ocurrirnos, si no estamos atentos a nuestros valores y conciencia. Nos interroga en nuestra ciudadanía, nos escruta acerca de ese individualismo espantoso que recorre los centros comerciales y los estrados de diversión, donde mucha gente ve pasar el drama humano y voltea la cara con indiferencia.

cuando la ficción se vuelve real

Junto al adeco Aníbal, personaje del filme Amaneció de Golpe (Azpúrua, 1998) interpretado por Héctor Mayerstone y el guerrero León Perfecto puesto en pantalla por Cheo Perera en el filme País Portatil (Feo y Llerandi, 1976), sea quizás este personaje actuado por Orlando Urdaneta quien complete las tres grandes actuaciones masculinas del cine venezolano. Apoyado en la dirección de Carrer, Urdaneta desarrolla, con elevado sentido actoral, a un personaje que vive varias etapas emocionales, las cuales desarrolla extraordinariamente.

Al momento de llegar a Caracas, es apresado en una redada y el policía metropolitano lo interroga por su nombre y su procedencia. Con cara de inocencia responde: «Yo soy de Moruy». El policía vuelve: «¿Eso queda en Colombia?». «No, eso queda en el estado Falcón» responde. «Cóño —termina diciendo el policía— Venezuela sí que es grande». De inicio se despliega el enfrentamiento entre el espíritu libre y la represión, donde se coloca cara a cara a la inocencia en secreta batalla con la más profunda inconciencia. El policía representa a ese individuo que ignora lo esencial y está inmerso en el vicio que se ha sembrado para que lo reproduzca en todas sus acciones.

Luego Urdaneta nos hace ver todos los cambios que va experimentando el personaje, en la medida de su encuentro con los vicios de la ciudad. El muchacho falconiano, silvestre, ingenuo que venía a Caracas en busca de su padre, con la sola señal del anillo de graduación que éste le dejó a su madre, va diluyendo la inocencia por obra de la perversidad y cae en el vicio. Al perder su sentido de pueblo, se desdibuja como ser humano, se convierte en un delincuente y termina desconociendo a ese pueblo del que provino. Es un proceso que parece cumplirse inexorablemente en muchas personas cuando acceden a las grandes ciudades capitalistas. 

Parece asombroso el parecido que tienen los resultados presentados por este filme de Carrer y la realidad del Orlando Urdaneta de hoy, cuando con perversidad asume el desconocimiento del pueblo que lo vio nacer, al cual desprecia con los peores calificativos, reivindicando el fascismo como actitud de vida y a la intolerancia para juzgar a los demás. A Urdaneta le pasó lo mismo que a su personaje y termina pareciéndose al anillo que vemos al final del filme, dando vueltas en la escalera mecánica, después que lo bota, como el último signo que lo ataba a su pasado campesino.
La canción se volvió cine para más concienciar

Una de las mayores cóleras de Urdaneta podría ser, haber contribuido con el proceso revolucionario actual, al participar de manera tan genial en el filme Canción Mansa para un Pueblo Bravo, que seguirá siendo un espacio para crear conciencia de quiénes somos como pueblo y lo que debemos trabajar para transformarnos como sociedad. Habría que investigar en cuál momento del cine mundial se unieron una canción y una realización cinematográfica para producir resultados tan conmovedores. 

Con los efectos políticos del filme Canción Mansa para un Pueblo Bravo queda demostrado, entre otras cosas, el poder filosófico, educador y concienciador de la canción de Alí Primera y la genialidad de un equipo de cine dirigido por Jean Carlo Carrer, quienes supieron poner en pantalla de manera cruda, la severa advertencia que se escondía tras las bellas metáforas de la melodía. El tiempo ha demostrado que en realidad somos ese pueblo bravo, capaz de andar bien despierto y consciente sobre la maravillosa cabalgadura de una mansa canción.


AGRADECEMOS AL SEMANARIO LAS VERDADES DE MIGUEL POR LA PUBLICACIÓN DE ESTE TRABAJO EN EL AÑO 2011

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